Ninguna escuela ha trabajado la defensa del espacio como la italiana. Desde el marcaje individual y la fricción hasta la evolución que ha llevado la defensa hacia sistemas zonales, Italia siempre ha marcado el rumbo, forjando defensas que han perfeccionado un oficio que gana campeonatos. Durante todo ese proceso de cambio y magisterio, el zaguero pasó de defender a un hombre a tener que defender el juego: marca, defensa del área, defensa de la frontal, defensa del campo propio y, por último, la defensa del campo contrario. En Europa, donde el espacio no se regala, la defensa del área y del campo propio ha comprometido multitud de planteamientos y ha frustrado a muchos de los equipos que se ordenaban desde el balón y no desde el espacio. El Juve-Mónaco es un ejemplo paradimágtico de la lucha entre dos fuerzas concretas, que tiene a grandes talentos de cada lado y cuyo partido de ida ha dejado clara la gran virtud de esta Juventus.
A priori, el AS Monaco tiene todo lo que hay que tener para marcar un gol en cualquier momento, creándolo de muchas maneras, con muchos jugadores y como total consecuencia de su juego. En circunstancias normales ha demostrado que sus recursos son prácticamente inagotables cuando maneja el ritmo que más le conviene y mezcla el aprovechamiento de los espacios generados por el colectivo con las ocasiones producidas por el mero talento individual de sus figuras. Cuando ambas cosas se suman para comparecer, el resultado es una tromba de goles que Jardim ha potenciado hasta las semifinales de la Champions. Con la desventaja con la que viajan a Turín, los monegascos tienen que hacer el partido que hacen siempre pero sabiendo que todo tiene que salir perfecto. Para eso, el rival también debe mostrar algo de inseguridad, y enfrente hay muchos jugadores que vienen negando esa realidad. Entre ellos, Leonardo Bonucci, un futbolista que está dominando esta edición de la Champions.
Leonardo Bonucci viene de consagrarse ante el Barça
Desde que Antonio Conte configuró una defensa de tres centrales, que además parecía ir irremediablemente ligada con el nombre de sus integrantes -Barzagli, Bonucci, Chiellini-, la 2016-2017 ha sido la primera temporada en la que dicho sistema ha quedado apartado. Esa transición, realizada por uno de esos entrenadores que brillan en el manejo de un estado a otro, alterando con suavidad el punto de partida, no ha tenido un impacto negativo o irregular en el rendimiento colectivo ni tampoco ha desvirtuado el poder de sus centrales una vez quedaron despojados del concepto ‘BBC’. Es más, su referencia defensiva, Leonardo Bonucci, el defensor que ocupaba el centro, viene de dar dos exhibiciones en línea de cuatro ante la mejor delantera de este siglo. El Mónaco necesita alguna concesión y Bonucci quiere ser campeón de Europa. Cuadrar ambas aspiraciones no será posible hoy en el Juventus Stadium, el feudo que no pierde.
Si la Juve es candidata a ganar esta Champions es en parte por lo mostrado en el Louis II, donde Bonucci ejemplificó un modo de hacer las cosas. Ante un equipo que vive del ataque, que necesita espacios para dominar y un ritmo alto de juego para producir, la Juve de Bonucci se dedicó a silenciar. Esa virtud defensiva de parar lo que se mueve, de agotar al rival en cada acercamiento, echando jarros de agua helada ante cada mecha prendida es la gran muralla que deben escalar Radamel Falcao, Kylian Mbappé, Thomas Lemar, Bernardo Silva o Benjamin Mendy. En ese dominio del oficio defensivo, Bonucci, en busca del absoluto reconocimiento y estatus que otorga levantar la Copa más anhelada, es un dolor para Jardim. En defensa posicional, Leonardo tiene difícil superarse a sí mismo. No en vano, Bonucci está capacitado para conformar ejercicios defensivos irreprochables.
Para el Mónaco, Bonucci es una pesadilla. Cuanto más le fuerza, mejor responde
El contexto, además, pone al de Viterbo en disposición de repetir exhibición. El Mónaco depende en gran parte de la efectividad y la psicología. Capacitado para responder como muy pocos al sufrimiento, como si en parte necesitara de la dificultad para afrontar el reto, Bonucci se ha encargado de negar la esperanza. Para el Mónaco, acertar con la primera gran clara oportunidad que tenga será fundamental para crear otro partido diferente, principalmente desde el plano emocional. Ese momento pondría a la Juve por debajo en el marcador y podría forzarles a tomar nuevas decisiones. De lo contrario, si el Mónaco hace sufrir y somete a su rival pero se va de vacío, la reserva de energías y pensamientos, en un equipo tan joven, puede dar por cerrado el cruce. Bonucci, un tipo de 1.93m que nunca se altera, habría ganado esta nueva batalla.
Recién cumplidos los 30, y a 90 (¿120?) minutos de finalizar, Europa está a punto de despedir el duelo entre Leonardo y Mbappé. El jovencísimo francés tiene dentro un partido impropio de su inexperiencia, y seguramente fuerce todo tipo de situaciones para sacar del área a Bonucci en pos de facilitar a Falcao el remate en área chica. Kylian, con gusto por la acción individual en el pico del área zurdo, es el último y gran escollo de Bonucci camino de Cardiff. Un talento abrumador que Leonardo suele desactivar desde el silencio. Con la mirada de Alain Delon a las órdenes de Melville, el ’19’ de Massimiliano Allegri no quiere saber nada de un fallo y cualquier ruido. Ver fallar a Bonucci es una rareza que el Mónaco debe provocar. Sólo así comprometerá el silencio de un hombre.
Foto: Marco Luzzani/Getty Images
Abel Rojas 9 mayo, 2017
Para mí, el tema no depende tanto de Mbappé y Bonucci como del Monaco y la Juve. Quiero decir: si el niño está bien alimentado por su equipo y goza de situaciones de relativa igualdad, lo va a sobrepasar. La Juve necesita dejar a Mbappé no ya sin espacios, sino sin balón, para que este no cree peligro. La que armó este fin de semana en un cuarto de hora… Está brutalmente inspirado y emite la sensación de que ha borrado las limitaciones que se le atribuían hace un mes.