El Ajax de Peter Bosz probablemente no sea el más tajante de los últimos que ha dado a luz el club de Ámsterdam. Marcado por una juventud asumida como nuevo camino posible, pero este curso llevada a extremos históricos, el actual ciclo holandés es uno que descansa sobre los planteamientos de un cambio que dura años pero que a nivel particular representa un proyecto de creación muy reciente. Es ímpetu, ilusión y estímulo, con unos pilares más preparados para el terremoto que para la erosión del día a día, cuya puesta en escena grupal, a priori, presenta menos credenciales de las que por momentos presentó durante los últimos años. Sin embargo, de los recientes este es el Ajax que más lejos ha llegado en Europa, apoyado en parte en la mayor veracidad que individualidades como André Onana y Kasper Dolberg le han dado en las áreas. En el juego manda menos, pero en el gol se impone más. Hoy la esperanza de resistir mirará hacia el ex blaugrana, y la ilusión por una victoria que sería histórica, hacia el punta.
Dolberg es la gran explicación de que un Ajax tan joven haya competido en Europa hasta alcanzar la Final.
Kasper Dolberg es el delantero centro del Ajax, y lo sería aunque jugase en otro equipo. Luciendo los colores de una camiseta distinta, resultaría inevitable abordar su lugar en el mundo y su desempeño sobre el terreno de juego, sin referenciar previamente la tradición estilística y conceptual que tantos otros nueves han representado en el club de Ámsterdam. Desde Marco van Basten hasta Klaas-Jan Huntelaar, pasando por Dennis Bergkamp, Kanu, Kluivert o Zlatan Ibrahimovic, cada uno desde niveles y suertes diferentes, han encarnado una forma de entender al delantero centro que en el Ámsterdam Arena hace norma de la excepción. Delanteros que no son falsos, pero a quienes además de la relación con el área se les reclama una implicación constante con el juego, intimando con la frontal y la descarga para convertirse así en elementos de respiro y creatividad en el frente de ataque. Delanteros que además de ser fin, sean principio.
Kasper Dolberg no se escapa de la tradición, y desde su particular funcionamiento como hombre más adelantado del equipo, representa en el Ajax de Peter Bosz esta doble función de puño y mano extendida. Garante en el juego de espaldas aunque no siempre tan contundente imponiéndose en su parcela como su porte distinguido podría hacer pensar, el de Silkeborg ejerce de permanente opción de salida para quienes forman por detrás de él. Tanto como punto de inicio para la transición -recibiendo en mediocampo de parte de una defensa empujada hacia atrás-, como con el equipo asentado ya sobre la mitad contraria, Dolberg es un vértice al que el juego busca como impulso. Hábil anticipándose al defensor a la hora de recibir el pase, batalla que hoy no deberá librar con otro experto en este arte como es Eric Bailly, la paleta de opciones que pone en funcionamiento a partir de la recepción es muy amplia. Habitual del primer toque, en ella sobresalen tanto la devolución de cara para el compañero, la activación de las llegadas de segunda línea entrando al espacio que su arrastre ha generado o la apertura a unas bandas desde donde el balón, en pies de laterales o extremos cuando el desbordante Justin Kluivert no lo remedia, habitualmente suele regresar al centro.
Importante y presente en el juego de espaldas, es de frente y en la finalización donde marca la diferencia.
El Ajax crea desde dentro, preferiblemente filtrando un balón en la frontal que permita a Dolberg encarar la jugada de ataque mirando hacia el guardameta contrario. Siendo su juego de espaldas más que notable, lo más interesante en el juego del danés sucede cuando puede ver la portería de frente. Bien porque el equipo lo haya puesto ahí, o porque él mismo se ha creado el contexto desde su agilidad en el giro o portentoso control orientado, donde Kasper resulta diferente a tantos arietes que adquieren valor táctico desde la descarga, es en la creatividad que demuestra con el balón en los pies en situaciones sin ruta prefijada en las que tirar de inspiración. De técnica fina y pulcra visión de juego, orientado hacia el gol es capaz de filtrar el pase, lanzar la pared, probar suerte con el disparo lejano o inventar la jugada. Por eso, en su caso, intervenir lejos del arco no lo invalida, pues a sus recursos para darse la vuelta suma una conducción con el balón controlado y la mirada erguida de lo más productiva. Convive muy armónicamente con los escenarios abiertos. La prueba a superar, la que lejos de la Eredivisie marcará su devenir en el fútbol de élite, será su desempeño cuando en su zona predilecta no los tenga. Cuando su giro, sus toques y su lectura no dispongan en la frontal ni de tiempo ni de espacio, y su facilidad para generar o materializar el peligro no se resienta.
En este sentido, de lo mostrado por parte del jugador hasta el momento, juega especialmente a su favor lo que el delantero ha ofrecido en materia de finalización, esto es, una frialdad quirúrgica y un abanico de decisiones, movimientos y golpeos extensísimo. Con la misma calma exhibida en la frontal trasladada al último gesto, y el exterior como zona del pie predilecta, es un finalizador aliado con la precisión más que con la potencia, de materializaciones a menudo sutiles y muy colocadas, en busca de los ángulo de la portería o de los huecos que no cubre el guardameta. Sus remates más creativos requieren de una exigencia destacada tanto en materia técnica como física, y especialmente en esta última cuestión resulta muy relevante la coordinación con la que el futbolista acompasa su cuerpo. El resultado visual resulta particularmente elegante, y el efectivo tremendamente eficaz. Peter Bosz lo necesitará esta noche. Es su arma principal contra el United. El argumento que explica su presencia en la final y la expectativa para superar la última prueba.La de ambos. La del Ajax y la de Dolberg.
Foto: Dean Mouhtaropoulos/Getty Images
Fmesa 24 mayo, 2017
A qué jugador de élite mundial podría recordar?