Aunque delante tuvo a un Real Madrid superior, que durante la mayor parte del tiempo fue capaz de dominar imponiendo curso y discurso al encuentro, el Nápoles de Maurizio Sarri se mostró hace tres semanas en el Santiago Bernabéu como un conjunto convincentemente competitivo, con armas, juego y la personalidad suficiente como para no ocultarlas bajo la tensión y el impacto de un escenario y una cita tan grandes. Si un futbolista napolitano la resumió, éste fue el guineano Amadou Diawara, acompañante de los minutos de mayor optimismo azzurri y principal resistente cuando la manija pasó a ser blanca. Esta noche su aplomo y entereza sobre el césped se antojan imprescindibles para San Paolo, y su fútbol uno de los principales baluartes de Sarri a la hora de dar forma al plan de su particular remontada.
Diawara destacó en la ida encontrando escapatorias para el balón.
Personalidad a un lado, que fue imponente y descarada donde otras piernas se encorvan y buscan refugio, la actuación de Diawara en la ida tuvo su aporte más señalado en la capacidad para maniobrar con la pelota. De seleccionar su ubicación sobre el campo a través de ella, ofrecérsele como aliado y tratarla con mucho sentido. Desde su relación con ella tiene la capacidad de permitirle a la circulación un ritmo fluido y constante, ágil pero no precipitado. Una intervención segura pero con la vista hacia adelante. A este respecto, una de sus habilidades más notables es su facilidad para filtrar pases verticales que superen una línea y dejen el balón a la espalda de un contrario. Quizá sea su gesto más distinguido, el que mayor valor aporta a la ofensiva de su equipo y el que potencialmente más incómodo puede hacer el partido a sus rivales.
Hoy, que es de prever un Napoli que con balón multiplique receptores por delante del cuero y donde Marek Hamsik escale de forma todavía más pronunciada, parte del partido y de las opciones locales estarán en estos servicios hacia adelante de Diawara. El guineano, a su vez, relacionados con el pase ya mencionado, maneja con astucia otros dos. Uno más corto y otro más largo. El primero es el señuelo, la conservación que actúa como escondite y como camino para atraer rivales a un determinado punto del campo empujándoles al desorden para atacar a continuación la zona descuidada. Un pase con el compañero cercano, sin las ventajas de sus servicios más profundos pero imbuido igualmente por un ritmo tenaz que disfraza de valioso objeto de deseo un balón que por dirección y destino no lo es tanto. Con facilidad para dar rápido con el compañero libre y hielo para controlar balones que quemen.
Desde el pase y la posición, tiene que ser clave en la presión.
Producto de los otros dos está el tercer pase. Aquel en el que después de haber movido al adversario y de obligarle a corregir sobre el entrelíneas amenazado, Amadou Diawara lanza la mirada y el pie más lejos. Tanto cuando se le requiere para dar salida al juego en campo propio, como apostado ya más allá de la divisoria, tiene la facultad, desde una altura del mediocampo donde el acoso rival no suele llegar con la misma intensidad, de mezclar su habitual surtido con pases de mayor distancia y profundidad dirigidos hacia la carrera al espacio de alguno de los atacantes napolitanos o hacia las apariciones desde la segunda línea de Marek Hamsik. Además de las evidentes implicaciones ofensivas de su papel como conector, la facilidad con la que sus balones superan líneas se convierten, también, en un pilar de la característica presión napolitana, pues es una de las vías más sostenidas que encuentra la pelota para situarse cerca del arco contrario, con varios azzurri a su alrededor y la línea medular rival girada por su servicio.
Contra un Real Madrid que dada la necesidad local previsiblemente vaya a gozar de un escenario de espacios proclive para salir a la contra, y debido a que al habitual repertorio de pasadores blanco esta vez se le unirá un Gareth Bale capaz de aniquilar con metros por delante, el poder que pueda ejercer Diawara sobre la contención local será fundamental. Deberá proporcionarle el contexto a su equipo, previo con balón y posteriormente sujetando la espalda de la presión de sus compañeros más adelantados, que ante un Nápoles necesitado permita a los de Zidane fabricar la opción de gol en apenas tres pases.
Foto: Francesco Pecoraro/Getty Images
Alejo 7 marzo, 2017
Este muchacho, la verdad, si me llamo Pep Guardiola ya estaría hablando con él.