El Villarreal de Fran Escribá opta a ser uno de los equipos de La Liga que menos ha conseguido evolucionar desde octubre a esta parte. Esto, por supuesto, no le convierte en un mal conjunto. El Villarreal de Fran Escribá, al igual que lo era con Marcelino, es un muy buen equipo que consigue competir en el 99% de los encuentros a partir de su solidez, sobriedad y control del juego en campo propio. Sin embargo, con el técnico valenciano al frente y sobre todo por los jugadores que habían llegado en el verano, de esta temporada se esperaba un salto cualitativo en todo lo que sucediera en la mitad rival. Y aunque al principio sí que fue así, aunque al inicio Roberto Soriano, Manu Trigueros y Nicola Sansone enriquecieran el juego de ataque amarillo para que más tarde Alexandre Pato mantuviera la inercia positiva, el Villarreal no ha logrado romper en este sentido.
La marcha de Pato ha complicado la evolución al equipo.
La idea parecía ser combinar el juego asociativo característico del club con la verticalidad de la que le había dotado Marcelino en las temporadas pasadas. De ahí que fuera tan importante la labor de Trigueros iniciando con velocidad, de Castillejo aportando desborde, de Soriano conectando con los puntas y de estos, sobre de todo Sansone y Pato, habilitando con sus movimientos el juego del resto. Y todo encajó tan rápido, todo funcionó tan bien, que el Villarreal se plantó en octubre mucho más hecho que la mayoría de sus rivales.
Pero pasados los meses, esto se ha interrumpido. Poco a poco todo fue quedando en la mano de Alexandre Pato, que comenzó a coger un papel protagonista conforme el resto, salvo Trigueros, iban dando pequeños pasos atrás. Y más tarde, sin el brasileño ya en el equipo, se está viendo a un Villarreal al que le cuesta mucho ver portería porque le cuesta mucho desbordar al rival, ya sea desde el pase, desde la velocidad o desde el dribling. La clave es que el Villarreal ya no sorprende. Ayer, ante una buena Real Sociedad, tardó demasiado en superar la presión txuri-urdin. Y cuando lo hizo, se volvió a notar que faltaba algo pese a la insistencia de Bakambu.
Lo que está sucediendo con los laterales es paradigmático. Otrora muy importantes en la estructura del Villarreal, este año están teniendo poco peso. Valga el propio partido de ayer para ilustrar este hecho. Mario desdobló una vez al extremo, centró al área y generó mucho peligro. Jaume subió otra, ya con el tiempo casi cumplido, y tras desbordar a su par logró servir en bandeja el gol.
Al Villarreal le está faltando pegada y, por tanto, gol.
El bajo rendimiento de Bakambu, la dependencia de Castillejo para el desborde, el valle de Roberto Soriano, la menor frescura de Sansone… Todo parece apuntar a un hecho: con balón el Villarreal no ha madurado tan bien como se esperaba. Y como este año la apuesta es más compleja, más ambiciosa, que el veloz contragolpe que dibujaba Marcelino, esto le está alejando de su mejor versión.
Foto: JOSE JORDAN/AFP/Getty Images
Abel Rojas 20 febrero, 2017
Va a parecer que le tengo manía al chaval y nada más lejos de la realidad, me parece un muy buen futbolista, pero en la racha de una victoria en seis partidos -siete si metemos el de Europa League contra la Roma- ha sido titular un jugador que en el inicio de la campaña no lo era: Jonathan Dos Santos.
Para mí, la pareja Castillejo-Soriano por delante de Bruno-Trigueros era crucial y determinante en el plus de calidad ofensiva que había experimentado el equipo de la mano de Fran Escribá.