A pesar de la relevancia sin precedentes que la modernidad gusta de otorgar a la figura del entrenador, el punto de inflexión del verano del Paris Saint Germain fue la pérdida de Zlatan Ibrahimovic. Estrella, buque insignia, núcleo y principal explicación del conjunto, con el adiós del sueco al club parisino le era arrebatado el futbolista a partir de las virtudes y defectos del cual Carlo Ancelotti y Laurent Blanc dieron forma y sentido al PSG del último lustro. Uno que privilegiando el mediocampo y el control se acompasara con el gusto de Ibra por abandonar la punta y hacerse protagonista del juego desde zonas más retrasadas, uno que alcanzara el peligro más desde la depuración máxima de la jugada de ataque que anteponiendo cantidad a calidad, uno que levantara contrafuertes para responder a las particularidades que como referencia ofensiva implica un nueve como Zlatan. Despedido el sueco, por lo tanto, el reto para Unai Emery como nuevo timonel de la nave, era doble. Por un lado el de Fuenterrabía debía dar con el futbolista que le reemplazara en el papel de referente estilístico, quien activase la identificación del todo desde una de sus partes, y por el otro debía moldear a su alrededor el plan que más le favoreciera a ese jugador, tal y como sus predecesores en el cargo habían hecho antes con su jugador franquicia de entonces.
Julian Draxler es el punto de unión entre el PSG de Ibrahimovic y el PSG de Edinson Cavani.
Sin recambio goleador en forma de fichaje para los treinta tantos por temporada que la salida de Ibrahimovic dejó sin dueño, la primera decisión de Unai tuvo que ver con potenciar a quien, desde la propia plantilla capitalina más pudiera asomarse a los guarismos del sueco. Un Edinson Cavani, otrora pieza compensatoria del nueve, antagónico en cuanto a características como punta de lanza con respecto a Zlatan. Ariete de abundante y generosa actividad sin balón, desmarques profundos, poco dado a la combinación en zonas intermedias y más cómodo en los caudales cuantiosos que en un contexto ofensivo más pulcro y detallista, acercar a él el discurso implicó modificaciones esenciales en las formas y los fondos del juego del Paris Saint Germain. De este modo, con el principal objetivo de abrir el escenario ofensivo, se sacrificó control a cambio de mayores espacios, el mediocampo renunció a parte de su soberanía y las bandas pasaron de ser señuelo a convertirse en sendos carriles absorbentes de balón, como solución para abrir el ancho del campo y para acceder de forma más directa al corazón del área mediante el centro lateral. El tributo a pagar, sin embargo, resultó una transición defensiva igualmente desprovista del control que ostentó en otras épocas y que, en consecuencia, dibujo al de Emery como un equipo demasiado expuesto sin balón.
Sin embargo, para Unai invierno es tiempo de renacimiento. Un momento del año en el que analizar la parte del camino andado y pensar los preparativos necesarios para la parte que queda por completar. En París, este proceso está resultando formalmente distinto a los que protagonizó en Sevilla, pero en su esencia guarda relación con ellos. En ambos casos el cambio de rumbo está vinculado a cerrar a un equipo que, de maneras y desde trayectos diferentes, se había abierto en exceso. Así pues, si en el Sánchez-Pizjuán sus metamorfosis tuvieron que ver con nombres propios como los de Carriço, Iborra, Krychowiak, Rakitic o M’Bia, la que ahora, contra reloj, intenta impulsar en Francia, bebe directamente del flamantemente incorporado Julian Draxler. El alemán ha entrado con el pie derecho en el Paris Saint Germain de Emery, tanto por lo que respecta a una productividad cara el gol amable y legitimadora, como por los contagios que su aparición está ocasionando sobre el juego del equipo. Su impacto rápidamente ha reclamado la corona, y todo parece indicar que Unai estaba buscando una cabeza como la suya en la que encajarla.
Con Draxler el PSG gana control sin perder mordiente, y su mediocampo luce más protagonista.
Julian Draxler, para este PSG, es una incorporación que, sin romper con la línea de mayor verticalidad ofensiva de la que ha dotado Emery al equipo, le permite recuperar algunos ecos de sus ciclos pasados más recientes y, con ellos, contextos de juego que devuelve una mayor importancia a piezas claves que entonces la ostentaron en un grado mayor que ahora. No es Ibrahimovic, ni juega en su misma posición ni desarrolla movimientos equivalentes a los del sueco, pero desde la banda izquierda o la mediapunta incorpora una sensibilidad asociativa que, sin serlo, le confiere atributos de cuarto centrocampista, sobre todo en tanto que potenciador de los otros tres. Su versatilidad en la aceleración, habilidad para relacionarse con la zona de tres cuartos y capacidad para juntar las piezas desde un control esbozadamente recuperado, viene proporcionando a la línea de Marco Verratti, Thiago Motta y Blaise Matuidi un aliado por delante de su posición desde el que crecer en impacto e influencia. La ofensiva francesa ha ganado cohesión, fluidez y riqueza.
Al respecto de esto último, la tendencia de Draxler de transitar hacia el centro cuando parte desde la banda, en cierto sentido ha subvertido los raíles que inicialmente definían el ataque parisino impulsando permutas, caídas a banda y apariciones por sorpresa de los futbolistas que tiene a su alrededor. Un efecto que por reflejo presenta también el perfil derecho del equipo, tanto cuando lo ocupa Di María como un últimamente entonado Lucas Moura, con el atacante desplazándose a un espacio más interior y descubriendo la banda, en este caso, principalmente para las incursiones del lateral.
Pero la entrada de Draxler en el equipo no es una ruptura, pues la conexión con lo que ha venido siendo el PSG a lo largo de los últimos meses, se mantiene. En primer lugar, porque del mismo modo que la media ha encontrado en él a un apoyo, su talento y orientación hacia los metros finales ha brindado a Cavani una fuente más clara en el suministro. Sin disminuir el volumen de peligro, las ocasiones llegan más limpias a pies del uruguayo, habiendo incrementado al lado de Julian, incluso, sus ya extraordinarios números. Finalmente, el alemán permanece ligado al primer Paris Saint Germain de Unai por su tremenda capacidad al contraataque. Si el cuadro galo adopta un planteamiento más resguardado y consigue disfrutar de espacios, su peligrosidad en transición defensa-ataque no sólo no se ha visto menguada sino que está potenciada. Draxler, en vertical, sabe ser un cuchillo, y la Champions League, con la que hoy se reencuentra, puede dar buena cuenta de ello.
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Audio relacionado: El PSG desde Julian Draxler.
Foto: NICOLAS TUCAT/AFP/Getty Images
danityla 14 febrero, 2017
Ni idea de qué intentará Unai contra el Barça de Messi: un equipo que se la especialmente mal.
Siendo prácticos debería buscar la portería a cero. Todo lo que no sea encajar un gol ante la MSN es un seguro para el partido de vuelta.