Hasta que llegó Ibai

El encuentro entre Alcorcón y Alavés, hasta que saltó al campo Ibai Gómez, fue todo lo que esperaba Santo Domingo. Ritmo muy lento, pocas ocasiones, mucho centrocampismo, muchos parones y demasiado duelo individual en zonas muy alejadas de ambas porterías. Era, en definitiva, un partido más de los que el equipo de Julio Velázquez lleva jugando durante toda su vida en el Santo Domingo, un estadio que por sus dimensiones, el delicado estado del césped, la disposición de las gradas y hasta el tiro de cámara siempre termina condicionando el juego. En esas, el Alavés no se sintió incómodo. No llegaba pese a los intentos de Christian Santos, pero dominaba gracias a la extrema paciencia de Manu García y Dani Torres, quienes entendieron a la perfección qué se podía hacer y qué no en este partido.

Pases seguros, posesiones sin riesgo y ningún tipo de prisa. Los de Pellegrino sabían que cualquier error podía derivar en un rápido contragolpe de David Rodríguez o de Iván Alejo, un jugador con pinta de hacer carrera en Primera División a poco de que mejore su tema de decisiones, así que decidieron plantear un partido de mínimos. Una idea que tenía más sentido si cabe al pensar en el impacto que Camarasa, Edgar, Deyverson o Ibai López podían tener en el partido una vez entrasen. Sobre todo porque, poco a poco, ya en la segunda mitad, el Alcorcón sí que fue buscando el 1-0. Sí que fue buscando hacerse con la iniciativa en la eliminatoria. Y esto le costó caro. En dos contras del Alavés, en cinco minutos de nada, Ibai Gómez puso al Alavés con pie y medio en semifinales. El partido de los de Pellegrino fue práctico, pero no bonito. Los goles de Ibai fueron las dos cosas.