Igual una victoria seguro no, pero un cambio de entrenador suele tener un impacto inmediato en el juego de cualquier equipo. Es una cuestión totalmente relacionada con el ánimo, pues los jugadores entienden dicho cambio como una mezcla de reto y de oportunidad, y esto a su vez termina provocando una reactivación general. Como consecuencia, estos equipos siempre muestran mucha intensidad, actividad y convicción en sus primeros partidos. Pero, además, en la mayoría de casos también se puede atisbar con cierta precisión la medicina que el nuevo doctor le quiere recetar al paciente enfermo.
El Málaga del «Gato» Romero ha clavado este proceso. Ha jugado con intensidad, ha puesto convicción y ha insinuado una intención. El problema es que nada de esto se ha transformado en una simple noticia positiva, ni individual ni colectiva, para el club de Martiricos.
El Málaga del «Gato» busca robar muy arriba.
Tras la fallida puesta en escena en Balaídos, el Málaga esperaba a la Real Sociedad con ganas de mandar un mensaje. Parapetados en un 4-4-2 que cedía voluntariamente el balón pero que no deseaba conceder ningún espacio, el conjunto del «Gato» salió a buscar muy arriba al de Eusebio. Lo hizo de manera muy agresiva tratando de robar el balón a los mismísimos centrales de la Real, pero no de forma demasiado compacta u ordenada. Los puntas mordían, es cierto, pero ni la zaga acompañaba ni el doble pivote era capaz de achicar con precisión, lo cual terminó derivando en un escenario táctico extremadamente concreto: si el Málaga recuperaba en campo rival, Santos o Sandro dañaban a la Real; pero si no lo lograba, eran Juanmi y Oyarzabal quienes les lastimaban a ellos. El tema es que pese al acierto de Fornals al quite y a la suplencia de Illarramendi, que mermaba la salida de balón txuri-urdin, ambos casos no se demostraron igual de probables durante el encuentro.
La Real salía más veces de las que perdía el balón, y como no había paso intermedio, pues el espacio entre líneas era mayúsculo y Duda como segundo pivote no iba a corregirlo, esto se tradujo en un mayor dominio del partido. No controlaba el ritmo ni se sentía tan seguro como otras veces, pero a fin de cuentas el conjunto vasco no sólo cambiaba una ocasión malacitana por dos suyas, sino que además sentía que si marcaba antes se llevaba los tres puntos. A fin de cuentas, mientras los locales parecían estar jugando uno de estos partidos de mayo marcados por los nervios y las carencias tácticas, la Real estaba disputando un partido normal en enero.
Illarramendi terminó por cerrar la victoria realista.
Y así sucedió. Sobre todo porque más allá de esta sensación, en el carrusel de cambios Eusebio demostró tener la carta ganadora del encuentro: la entrada de Illarramendi. El de Mutriku cerró el partido sin necesidad de echarle el candado; con su presencia bastó para que nadie llegara ni a echar un mero vistazo. Porque si Asier es un futbolista de impacto incluso ante los grandes equipos de La Liga, contra los que tienen tantos problemas futbolísticos como el Málaga lo suyo llega a ser ofensivo. No hay duda, el «Gato» tiene trabajo.
Asier 17 enero, 2017
Ha quedado un adverbio muy chulo y muy descriptivo con ese "Ilarramente" en lugar de "Ilarramendi" 😀
– Oye, ¿qué tal ha jugado hoy el equipo?
– Ilarramente.
Y no hace falta decir mucho más, ya sabes que partidazo y con gente en el Once Ecos de la jornada.