El FC Barcelona presenta una proyección de 79 puntos tras estas 13 jornadas disputadas. Sin duda, se antojarían pocos y no darían para revalidar el título de Liga por tercera temporada consecutiva. La parte buena de todo esto es que existe la casi garantía de que el ritmo de puntuación va a subir muchísimo con el paso de los partidos, siquiera sea por la recuperación de lesionados como Iniesta y por la puesta a punto de figuras menos inspiradas de lo habitual, como Luis Suárez. Pero también hay parte mala: los malos resultados no han sido aleatorios, sino producto del irregular fútbol practicado hasta ahora, y con este problemático nivel, encarará un choque clave contra un adversario muy duro, bastante fiable y ante quien hace falta acumular méritos destacables en pos de derrotarlo, el Real Madrid de Zinedine Zidane.
Durante este bache de juego, una de las individualidades más señaladas está siendo Sergio Busquets. El mediocentro de Badía representa un perfil sumamente especial, quizá único, que dificulta su análisis: cuando forma parte de un equipo que le ofrece ventajas futbolísticas que interpretar, su aporte alcanza un nivel digno de denominarse dominante, y es justo esa versión triunfal que, por jugar en el Barça y la Selección, ha podido exhibir tantas y tantas veces, la que le ha otorgado un justo cartel de peso pesado europeo que genera confusión, porque se le pondera tanto que se considera que, cuando sus conjuntos sufren, debe sanarlos. No obstante, el archivo prueba que dicha expectativa no es fundada, porque, en ninguno de los tramos en los que sus colectivos han atravesado crisis de juego, su figura ha sido una de las rescatadas por la crítica. El motivo estriba en que Busquets, a pesar de su excelente técnica, no es ni especialmente creativo con el balón ni está especialmente dotado para ocupar terreno cuando su equipo no lo posee, y en que, por tanto, adolece de limitaciones para fabricar ventajas por sí mismo. Para ser el futbolista que justifica su bien ganada etiqueta, precisa de la ayuda de sus compañeros… o de sus rivales.
Busquets sufrió mucho en el único partido que ha disputado contra el Real Madrid de Zinedine Zidane.
Al Real Madrid de Zidane se ha medido una sola vez y el precedente confirmó lo que un análisis teórico habría arrojado: para Busquets, se trata de un rival dificilísimo. Otras versiones de los blancos, más impetuosas y orientadas a realizar presiones físicas, realzaron grandes virtudes suyas tales como eludir entradas, proteger el balón y acelerar la circulación, y así, mostraron un nivel magnífico en él incluso no pasando por uno de sus momentos TOP, pero el actual campeón de Europa es un conjunto conservador e incluso especulativo muy dado a exageradas muestras de humildad a poco que halla una razón, y visitar el Camp Nou lo es. Cuando el Madrid prioriza protegerse sobre robar y sólo acude al robo si ya se ha protegido, a Busquets no se le exige agilidad, sino creación, y se atraganta. Así que, a menos que Zidane considere que la supuesta mala forma azulgrana pide un planteamiento más agresivo -decisión que, cuando es tomada por los merengues, suele terminar en exhibición brutal de Messi-, la ayuda para Sergio deberá provenir de sus compañeros.
Formando parte del FC Barcelona, el auxilio podría llegar de dos maneras diferentes: la de siempre y la posible. La de siempre tiene nombre propio: Leo Messi. El argentino aparece con pocas excepciones cuando se le necesita, y en su cara más participativa, palia las carencias de la medular de Luis Enrique. Esta tarde, además, atacará la zona custodiada por Kovacic, la pieza menos experta de su oponente, al tiempo que contará con la colaboración de un Sergi Roberto a quien no se espera que Ronaldo persiga. Si Messi fomenta desde ahí un dominio azulgrana que fije la posesión en campo contrario, Busquets podrá subir tres escalones, hacer su fútbol (pases rápidos y presión en el último tercio) y, a su modo, podría condicionar el juego a favor de los suyos. Además, la falta de velocidad diferencial en el ataque blanco podría proveerle de un plus de confianza para defender como le gusta: hacia adelante. Si se equivoca y Modric u otro crack blanco se lo saltan, Sergi Roberto, Mascherano y Jordi Alba no estarían, en principio, en inferioridad en campo abierto ni contra Ronaldo ni contra el muy renqueante Benzema.
Leo Messi, en una de sus exhibiciones más rotundas, podría ser suficiente para sacar a flote a Busquets.
Si Messi no gozase de su mejor día o fuese neutralizado por una gran defensa de su rival, el apoyo para Busquets tendría que llegar desde la pareja de interiores. En este caso, si Iniesta es uno de ellos, en su más modesta dimensión podría emular el efecto Messi y provocar consecuencias formalmente similares, pero si el manchego, que lleva más de 40 días sin competir, no entrase al campo en el minuto uno, la clave para el mediocentro del Barcelona descansaría en el posicionamiento de Rakitic y André Gomes (o Denis Suárez, o Rafinha Alcántara, o Arda Turan). Por sistema, Luis Enrique prescinde de su medular porque emplea a sus interiores como instrumentos de amplitud (caídas a banda) o profundidad (llegadas al área), todo con el objetivo de empujar hacia atrás la zaga del rival, generar espacio para los apoyos de Messi y permitir una verticalización abusiva que rompa el partido lo máximo posible para dar espacios a la MSN. Y la idea no es válida, sino ganadora, como contrastan los excelsos resultados cosechados por el asturiano en sus dos primeros cursos. Pero a Busquets, cuando eso se radicaliza, se le castiga en demasía. Sobre todo, en defensa.
La extrema movilidad de los interiores del Barcelona no está haciendo ningún bien al de Badía.
La explicación se fundamenta en que el Barça no forma triángulos en casi ninguna parte. A menudo, su mapa de pases dibuja una «U» en la que las asociaciones principales se producen entre el lateral y el extremo en línea recta, sin que el interior tome partido en las mismas, ya que está, normalmente, más arriba e, importante, sin la intención de participar en la circulación. Eso hace que, en el momento de la pérdida, Busquets no sea quien aguarda detrás del interior para, si el rival se escapa de la presión de este, salir rápido al quite en lo que ha sido su acción fetiche durante años, sino que se ve forzado a acudir a un lugar más alejado y a defender, tras ese esfuerzo prologando, a un rival que, tras el robo, le encara a él sin haber encarado a nadie antes. Es decir, más fresco de mente y piernas. La mayoría de las veces, él no llega y se queda entre dos aguas, y cuando lo hace, corre el riesgo de que le rompan.
A este respecto, la solución se postula fácil y directa aunque el Barça no frecuente hacerla valer: frenar la hiperactividad táctica de Rakitic y su colega y dejarlos anclados en posiciones más reconocibles para los interiores de la historia reciente del club. Sólo con dibujar un esquema que favorezca la creación de triángulos, Busquets recordará la partitura y demostrará, interpretándola, que aunque físicamente esté claro que no pasa por su mejor momento, el físico está siendo, hasta hoy, el menor de sus problemas. Y estabilizando a sus interiores, Luis Enrique podría restar ritmo a la MSN, pero puede que, aunque sea por una vez, no sean ellos los primeros en quienes haya que pensar. El Barça no puede permitirse otro mal día de Sergio.
Foto: Manuel Queimadelos Alonso/Getty Images
Vincent 3 diciembre, 2016
A Busi no le rescatan ni los NAVY SEALS. Pero Iniesta quizás pueda. Y un buen Iniesta acerca al FCB a la victoria. Bajo cualquier circunstancia.