Exactamente 24 horas después de que Isco Alarcón dominase el último gran derbi liguero de la historia del V. Calderón, Fran Escribá trató de asaltar San Mamés con una fórmula muy parecida a la que empleó Zinedine Zidane. Para ello rompió su 4-4-2 habitual, dibujó sobre el campo un 4-2-3-1 no muy ortodoxo y, sobre todo, lo que es más importante, desplazó a Manu Trigueros de la base de la jugada.
Este movimiento no era ningún capricho del técnico amarillo. Visitar el estadio del Athletic Club suele exigir a los rivales una adaptación táctica, física y emocional. Si ésta no se realiza, salvo que el planteamiento inicial conste de una solidez sobresaliente, el Athletic suele hacer suficientes sus virtudes como para dominar todo el encuentro. En el último derbi vasco, la no adaptación de Eusebio Sacristán, lógica y coherente desde la teoría, se topó con una respuesta contundente que pudo derivar en goleada. Y Fran Escribá quería evitar a toda costa eso, como bien explicó en la rueda de prensa posterior al choque: «Hemos sacado el mejor equipo que creíamos para este partido. Ha podido sorprender la presencia de Rodrigo, pero nos daba juego aéreo que sabíamos que era una de las situaciones del juego en la que podíamos sufrir en este partido».
Manu Trigueros pasó desapercibido durante el choque.
Para enfrentarse a los Raúl García, Aritz Aduriz, Mikel Rico, Iñaki Williams y compañía, Fran Escribá dispuso un doble pivote muy doble pivote, conformado por Bruno Soriano y Rodrigo Hernández, con Manu Trigueros por delante. Pero pese a un inicio igualado, esta idea no se demostró ni ganadora ni demasiado competitiva en la noche de ayer. Poco a poco, los jugadores del Athletic comenzaron a jugar en campo contrario, imponiendo su ritmo y convirtiendo a Iñaki Williams en una opción de de desequilibrio constante. Raúl García hacía daño por arriba y por abajo a los dos mediocentros amarillos. Y el Villarreal, a cambio, no podía salir con continuidad.
Manu Trigueros, muy incómodo como mediapunta, únicamente dio 16 pases buenos y sólo tocó el balón 23 veces en 70 minutos de partido. Es decir, dio 40 pases menos de los que viene promediando en cada encuentro liguero. Es decir, el jugador del Villarreal que más y mejor está jugando durante este inicio de temporada, el que está mandando y acomodando la nueva versión del «Submarino» a la competición, tocó el balón sólo un tercio de lo que está habituado. Un hecho decisivo para que las cámaras no pudieran enfocar prácticamente nunca a Roberto Soriano, Samu Castillejo y Nicola Sansone. El fino volante italiano no tenía nada que enganchar, el malagueño sólo se pudo escapar en una ocasión y el único delantero en el día de ayer nunca iba a poder con Yeray Álvarez y Aymeric Laporte, que estuvieron fantásticos en todas las acciones. Trigueros no fue Isco y el Villarreal no fue el Real Madrid de Zidane.
Rodrigo Hernández parece tener un futuro increíble.
Sea como fuere, aunque la prueba no salió bien, como se pudo ver sobre todo las veces en las que Trigueros trató de bajar a la base y se pegaba al doble pivote sin mucho orden ni concierto, ayer vimos una nueva muestra de lo que puede ser el futuro del Villarreal. Hace casi ya diez años, Bruno Soriano comenzaba a impartir lecciones en El Madrigal, pero entonces lo hacía al lado de un veterano Marcos Senna que se llevaba, lógicamente, todos los elogios. Ahora, con Bruno ya asentado en la historia de La Liga, el que trata de trazar una carrera similar es Rodrigo Hernández, mediocentro de la gran España Sub-19 de Marco Asensio, Jesús Vallejo o Mikel Merino. Que se repita el proceso parece complicado, aunque no improbable. En todo caso, Manu Trigueros y Escribá deberían estar preparados.
Foto: MICHAL CIZEK/AFP/Getty Images
Abel Rojas 21 noviembre, 2016
No he visto tanto a Rodrigo como Quintana porque no suelo seguir divisiones inferiores, pero debo reconocer que, de momento, no me ha llamado la atención como se la llama a él. Seguiré atento porque está claro que lo he visto mucho menos.