En este arranque de temporada tan lógicamente irregular que está completando el Barcelona, Gerard Piqué se está destacando como el único de sus hombres importantes que parece estar próximo a su mejor versión. Su exhibición en la segunda parte contra el RC Celta en Balaídos, en la que probó ser un central capaz de ganar partidos y no sólo de empatarlos aunque lo acabara perdiendo, puso la rúbrica a su inicio espectacular. Y si se analiza, su puntualidad está siendo suiza, porque es ahora cuando él debe ser el pilar del Barça.
Una vez confesó que jugar en su club, e incluso en la Selección, le podía llegar a resultar aburrido. En la era reciente, ambos han sido los equipos más dominantes desde el balón y Piqué, pese a su atino con el mismo, no explota la cima de su talento en la fase de ataque, sino en la de defensa. Fueron aquellos escasos momentos en los que le tocó sufrir una avalancha, como la última Final de Copa del Rey ante el Sevilla o su último choque contra el Madrid de Ancelotti, los que pusieron en relive ver el sublime nivel del catalán. Se habla de un central que, por sí mismo, permite a su equipo defender con siete jugadores de campo y que su entrenador deje a tres sueltos arriba.
Piqué está influyendo en una cantidad de terreno muy extensa.
Pero el gran aval de Piqué no consiste en su suma en los repliegues, pues, como se comenta, en sus equipos se practican con tan poca frecuencia que si ese fuese su don quedaría infrautilizado; donde Gerard marca diferencias abrumadoras es frenando las transiciones defensa-ataque del rival. Y el mérito es triple cuando consideramos, como hay que considerar, que se trata de un central pesado y lento cuyos defectos le convierten en una víctima súper débil en cualquier mano a mano que no se localice en espacios reducidos dentro del área de su portero.
A falta de Busquets, Piqué está siendo el mediocentro del Barça.
Desde la lesión de Messi, Piqué está jugando en un Barcelona que supone una pesadilla para cualquier defensor propio. Por un lado, es un equipo que rara vez se asienta arriba, porque el centro del campo no existe: la pelota la tienen o los zagueros -a ritmo bajo y seguro- o los delanteros -a ritmo alto y proclive a la pérdida-. Es decir, el esquema se parte. Además, el hombre encargado de poner el pegamento, Busquets, está ejerciendo un rol de defensa invitado, en el sentido de que se encuentra muy atrás. Esto representa un problema de dos aristas porque Sergio no sólo deja de dar lo que sabe, sino que abajo, por lo que sea –¿falta de rutina?-, no aporta lo que se le supone a un pivote de su talla en términos de equilibrio o robo. Y menos ahora, que aparenta estar en baja forma. Y como extra, se añade que Jordi Alba, el corrector en velocidad de la última línea, está ejerciendo de extremo y no se halla en posición de correr hacia atrás y recuperar metros perdidos.
Fijarse en los movimientos de Gerard en este comienzo de curso es descubrir un hombre que se cree semáforo rojo. Está ocupando posiciones bastante más adelantadas que de costumbre -para compensar lo de Busquets- autoexponiéndose a que Iago Aspas le marque el gol que le marcó, pero es esta iniciativa suya la única que está ralentizando las ofensivas que le lanzan y dando tiempo a los interiores y los laterales culés para que puedan bajar e integrarse en el fuerte defensivo: él está siendo el fastener que une lo que no une la pelota, lo de delante con lo de detrás; algo imprescindible para Luis Enrique a lo que sólo Gerard Piqué sabe responder con regularidad y certezas. Sólo Gerard Piqué no ya en el Barça, sino en Europa. Hay que disfrutar del crack hasta que vuelva Leo, su equipo mejore y deje de utilizarlo -de exigirle- tanto.
Foto: David Ramos/Getty Images
Roque 13 octubre, 2016
Creo que si jugara en un equipo mas replegado como por ejemplo el Atleti todavía parecería mas grande.