En los últimos años la portería del Sevilla Fútbol Club ha originado más preguntas que respuestas y muchas más dudas que certezas. Las continuas estridencias de Beto, un arquero que convertía un disparo normal en un póster, no parecían encajar de modo alguno con las constantes que viene ofreciendo el proyecto deportivo del club hispalense durante el último lustro. Tampoco la suma fragilidad, técnica y emocional, de Sergio Rico casaban con la piel competitiva del equipo de Unai Emery, pues el vasco es un técnico que prefiere sacrificar un acierto en pos de evitar un error. Pero, a pesar de esto, el club seguía sin reforzarse en verano. Fichaba laterales, centrales, medios, extremos y delanteros, pero no porteros. Ni a uno solo.
Sergio Rico ha mejorado, pero no lo suficienteExplicación futbolística no había. El Sevilla de Emery era un equipo que solía vivir muy cómodo en un repliegue bajo, pero ninguno de estos dos porteros, ni tampoco D. Soria, parecía capaz de gestionar su área sin que el número de taquicardías en el Pizjuán se disparara. Al final, la mejor opción parecía no tomar ninguna decisión, pues al menos así la portería no quedaba desocupada. Dicho esto, una cosa era Beto (1982) y otra Rico (1993). El portero español compartía defectos con el luso, también algunas de sus virtudes, pero tenía diez años de margen para exprimir un físico muy superior al de su otrora compañero. De ahí que la confianza reiterada en Sergio mostrara sus frutos una vez se asentó como titular. Poco a poco se tranquilizó, lo cual no es baladí, pues en sus primeros partidos su mayor enemigo fueron los nervios. Además, comenzó a mejorar en todo lo relacionado con la táctica y la técnica, perfeccionando su posición y sus rechaces, para a su vez lucir su gran virtud: su gran achique en situaciones muy cercanas.
Rico estaba mejorando. Pero aún no era suficiente. Seguía estando por debajo de la exigencia competitiva del Sevilla. Se notaba en cada envite importante. En cada momento en el que un portero puede -y debe- marcar la diferencia. Ahí el Pizjuán no encontraba a un Krychowiak, un Vitolo o un Gameiro, porque básicamente no lo tenía. Y esto, si ya era un problema para Emery, lo es todavía más para Jorge Sampaoli. La llegada del argentino a Sevilla supone un replanteamiento completo de los conceptos que movían al conjunto andaluz. Ahora tener 20 ocasiones en ataque y sufrir 10 en defensa puede llegar a ser lo normal, con lo que el protagonismo de ambas áreas se vuelve trascendental. A mayor riesgo, más exigencia. Algo que no parece casar bien con un Sergio Rico que sufre bajo presión.
Salvatore Sirigu ofrecerá más seguridad que Sergio Rico.
Quizás por esto, quizás también por el tema de la salida de balón, el Sevilla se ha movido por fin en el mercado de porteros al hacerse con los servicios de Salvatore Sirigu. El italiano, que ya no tenía hueco en París, representa prácticamente todo lo opuesto al joven Rico. Tiene experiencia, es completo, no tiene grandes lagunas, destaca por su solidez y, además, su ratio de errores es muy bajo.
Confesaba Monchi que la petición de la llegada de un nuevo portero había sido consensuada con Sampaoli tras la disputa de las dos Supercopas. En ambas, más allá del contexto, se comprobó como Rico podía cumplir, pero no iba a ser un extra salvo en días muy contados -lo fue más tarde vs Villarreal-. Y si a esto se le sumaba sus problemas con el pie, que eran demasiado graves como para ser compatibles con la idea de su nuevo técnico, se entiende la decisión. En la cuestión del juego de pies no es que Sirigu vaya a ofrecer una gran mejora, pero se mueve mejor. Está más preparado y viene de practicar algo parecido con Blanc. En lo otro, lo relacionado con las manos, el Sevilla ha ganado lo que espera que pueda ser Rico en unos años: un portero a la altura del proyecto.
Foto: CRISTINA QUICLER/AFP/Getty Images
Hugo 7 septiembre, 2016
Sirigu en mi opinión llega como suplente de S.Rico. Eso de portero fiable no lo veo muy claro y viendo lo del otro dia vs Villareal tengo claro quién debe ser el portero titular.