Alemania venía jugando muy bien. Tocaba, dominaba y controlaba. Lo hacía con personalidad, con ritmo y con muchísima seguridad. Sin embargo todo esto no desembocaba en el caudal de ocasiones que se espera de un equipo que tiene en sus filas a Mesut Ozil, Thomas Müller o Draxler y que juega tan bien al fútbol. Más bien sucedía lo opuesto. Quizás podía faltar algo de claridad, velocidad o desborde, pero más bien el problema residía en que ninguno de los movimientos que trazaban los atacantes alemanes estaban destinados a llegar a portería. Gotze no se movía demasiado, Müller estaba muy desasistido en derecha, Ozil parecía más cerca de la creación que de la finalización… Algo estaba fallando en Alemania.
Löw acertó con la entrada de Gómez como «9»Löw diagnóstico con premura este problema y actuó en consecuencia: debía entrar Mario Gómez. Es decir, un hombre de área. Un rematador. Y, por encima de todo, un delantero centro. Porque de Mario no sólo se buscaba que empujara la ocasión que Alemania crease para él, sino que también realizara los movimientos propios de un nueve, de manera que así el resto de sus compañeros se pudieran aprovechar. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Ejerciendo como punto de referencia, pero siempre en constante movimiento, Mario Gómez comenzó a ofrecer apoyos a Draxler y a servir de foco de atracción para que primero Müller y luego Özil asaltaran la casa por la ventana. Ahora sí, Alemania pareció más perfecta. Sus piezas estaban encajando, e incluso la versatilidad de las mismas le permitían a su técnico probar con distintas variantes en forma y fondo. Pero entonces Mario Gómez se lesionó, y ahora todo esto sólo vale como experiencia, y no como posible solución.
Tres jugadores de la plantilla pueden relevar a Gómez.
No sirve como solución porque, básicamente, no hay un futbolista como Mario Gómez en la convocatoria alemana, de manera que el pieza por pieza es absolutamente inviable. A Joachim Löw le toca inventar. Y, además, le toca hacerlo con la sensación de saber que no hay fórmula perfecta. De que la manta ya es irreversiblemente corta y de que, como mucho, podrá elegir qué parte quiere abrigar.
– Mario Gotze. El del Bayern es, con diferencia, la figura que cuenta con más opciones para ser el hombre más adelantado de Alemania. Realmente Mario no había jugado mal en los primeros encuentros. No fue una cuestión de desacierto. Gotze la tocaba bien y con cierto sentido; el problema es que se movió poco. Permaneció muy fijo. No tenía nada de nueve, pero tampoco de falso. Ni caía a las bandas liberando el área, ni tampoco estiraba al equipo. Dicho esto, Gotze puede dar a Alemania lo que ésta necesita. Y no es teoría, pues ya fue práctica: en los partidos previos a la Eurocopa, Mario jugó bastante bien ahí. Pero…
– André Schürrle. No es el jugador de más nombre, tampoco el de más talento ni el de más determinación, pero Schürrle tiene un poco de todo y, además, ofrece la certeza de que actividad no le va a faltar. Aunque sea con menos tacto, el del Wolfsburgo puede agitar el sistema rival cayendo a bandas e intercambiando posiciones. Seguramente su éxito dependa de cuánto se crean sus movimientos los rivales, pero aunque esto no le saliera bien, aunque su actividad resultara inocua, su presencia le permitiría a Joachim Löw no tener que tocar ninguna pieza más. Es la opción de menos riesgo, pero también la de menos posibilidades.
– Thomas Müller. Toda esta cuestión del nueve en Alemania es tan importante porque de él depende que Thomas Müller, su gran goleador, encuentre las posiciones dentro del área que necesita para ser tan determinante como en los dos pasados mundiales. Así de simple. Pero… ¿y si Müller fuera directamente el nueve? Por poder, puede. Lo hemos visto en el Bayern muchas veces. El gran ‘pero’ es que, obviamente, las situaciones que él disfrutaba con Mario Gómez se las llevaría ahora un jugador con menos puntualidad. Fuera Gotze, Schürrle o incluso Sané, sería tratar de solucionar la causa a cambio de hipotecar la consecuencia.
Existe una alternativa de éxito muy reciente…
Puestas las cartas sobre la mesa, como presagiábamos Joachim Löw no tiene una opción que parezca relativamente perfecta. Elija lo que elija pierde cosas por el camino. Sea movilidad, tacto o gol, el alemán no aspira a que el círculo sea perfecto. Y quizás por esto, sumado también a las importantísimas ausencias de Hummels y Khedira, al final se le termine pasando por la cabeza repetir el sistema con el que se enfrentó a Italia. Éste, en sus palabras, estuvo motivado por la doble punta italiana, y precisamente hoy se enfrenta a un equipo que en los últimos partidos ha jugado con un 4-4-2 disfrazado de 4-2-3-1, con lo que el argumento casa muy bien.
Sin un nueve con el que redondear el juego de ataque, el central más grande del equipo y una pieza capital para cerrar los pasillos interiores, Joachim Löw tiene todos los argumentos posibles para apostar, de nuevo, por la opción más controladora. Esa es su esencia como entrenador. Es su sello distintivo. Cuando duda, apuesta por controlar. Y ahora mismo nada evoca más control que un sistema con tres centrales, dos centrocampistas, dos laterales muy sujetos y fijados por fuera, y Draxler, Müller y Ozil arriba.
Foto: Alexander Hassenstein/Getty Images
Vin Diesel 7 julio, 2016
Cómo es que gran ningún equipo ha comprado aún a Draxler, ni se le nombra en la prensa, y apunta a ser un jugador top por el que los grandes se darían de palos(Perdón por el off-topic).