El balón y su posesión vienen caracterizando el primer punto de arranque de cara a observar cómo se comportan dos equipos en cada partido de fútbol. Generalmente por cuestiones de estilo, superioridad de uno sobre otro, quién juega de local o enfrentamientos anteriores entre ambos la pelota queda entregada de antemano con un porcentaje alto de acierto. En esta Eurocopa, sólo Alemania la ha tenido por gusto y con capacidad para someter de verdad a cada uno de sus rivales. En una gran mayoría de los encuentros el balón se ha repartido o se ha tenido sin demasiado argumentario. Así, llegados a esta final, y mirando a cada uno de sus protagonistas, la pelota no es el termómetro. No disponen de un centrocampista que se caracterice por pasar y elaborar, por lo que la atención estará en otro lugar.
Francia y Portugal llegan a Saint-Denis en los polos opuestos de otro concepto: el ritmo. Quien logre mantener el ritmo de juego y de partido que más les ha convenido en fechas previas, competirá mejor. Por una parte, Portugal podría cuestionar eso si Fernando Santos tuviera la osadía de rememorar el inicio del campeonato. Osadía porque carecería de sentido. Aquella Portugal de Gomes y Joao Mario en bandas, con laterales largos, Moutinho en la base y dos puntas móviles ya no parece posible. El técnico portugués hace tiempo que resituó sus ideas, activando el plan del granito con Pepe de capataz. Y eso es lo que les ha llevado hasta aquí. Para muestra un botón. Ironía o discurso, Fernando Santos comentó en la rueda de prensa previa: «Sueño con que la prensa titule tras el partido ‘Portugal es campeona de Europa tras ganar por 0-0′».
El ritmo sera una señal. Ambos buscan uno muy diferente
Porque Portugal se siente comodísima en marcadores estrechísimos. Su mentalidad es su mayor aval, capaz de mantener altos niveles de concentración y no sufrir por no sentirse bien con la pelota ni frustrarse por cada error o precipitación. Santos prefiere ritmos bajosRecupera posición y mantiene la primera línea de sus tropas con plenas garantías competitivas. Cuenta con dos fenómenos en las áreas, propia y ajena, que sirven de comodines para hacer válida semejante propuesta por la ausencia de acción. Ya no hay marcha atrás: Portugal saldrá a jugar la final mentalizada para que el partido no se precipite. Su intención es que las gradas no se enciendan ni el espectador goce de muchas ocasiones que disfrutar. Por contra, algo más diferente desea la Francia de Paul Pogba, Blaise Matuidi, Moussa Sissoko, Dmitri Payet y Antoine Griezmann.
Todos ellos son futbolistas de acción o reacción. Desde la presión, la arrancada, el choque, el sprint, el disparo o el regate, Francia maneja un ritmo distinto. Muy alto en su versión más dominante y no necesariamente enfocado a la iniciativa. Al igual que los portugueses, Didier Deschamps llega a la finalísima consciente de que ya no puede integrar ideas de pausa y dominio que a comienzos de proyecto pudiera tener pensadas. No dispone de laterales para crear superioridades ni centrocampistas sólidos en el pase para desplazar a Pogba o Matuidi de esa medular que debe recitarse con ánimo de indiscutible. Se define por las constantes puntadas de hilo de su segundo punta Griezmann y mucho físico y despliegue, en ambos sentidos, de su mediocampo.
Francia es acción, disputa, reto. Ritmo alto y físico
Francia quiere mucha acciónFrancia puede jugar balón directo y segunda jugada, balones rápidos a banda con llegada desde segunda línea, robo en campo contrario o recuperación imponente tras pérdida (Islandia). Su razón de ser nace desde la energía y si bien tratará de mantener un equilibro que no precipite ni comprometa su balance, sus futbolistas se caracterizan por cambiar de ritmo arriba y corregir abajo por músculo y envergadura. En definitiva, a Deschamps le interesa un partido de más espacios y marcador más amplio. Si lo consigue, tiene la capacidad de ponerse 2-0. La gran duda es saber qué equipo logrará imponer su ritmo. Si relacionamos el ritmo alto con la posesión y la iniciativa, y el ritmo bajo y el marcador ajustado con un porcentaje de posesión menor, Francia deberá proponer algo más y durante más tiempo.
La otra opción, muy a tener en cuenta, que matizaría esta suposición es que Francia presione muy arriba y de manera agresiva, tratando de separar a Portugal tras un balón largo de portero o centrales, intentando separar las líneas lusas en la disputa de la posterior jugada al salto y tener pequeños espacios que aprovechar para arrancar y atacar por insistencia y dominio físico de cada acción, forzando saques de esquina, faltas o peligro cerca del área. Es un escenario que encajaría bien con sus virtudes y conectaría con la grada. Ahí entraría el factor Pepe, el líder emocional de esta Portugal. Uno de los responsables de que el ritmo no gane esta batalla.
Foto: VALERY HACHE/AFP/Getty Images
bota 10 julio, 2016
Francia empezará al ataque durante los primeros 15 minutos achuchando al rival, de la virtud de Portugal para sobrevivir a esa avalancha dependerán sus opciones en la final.
Yo creo que va a ganar Portugal porque la final le va a pesar mucho a Francia mucho…