Giorgio Chiellini, Leonardo Bonucci y Andrea Barzagli. Uno de Pisa, otro de Fiesole y el tercero de Viterbo. Cada uno de su madre y de su padre, pero juntos, en la Juventus y en la azzurra, laten ya como uno solo. Son distintos pero piensan igual. A la manera del fútbol italiano, de la forma que ha pensado siempre o que piensa desde hace tanto que ya parece siempre. Barzagli, Chiellini y Bonucci son la cara que presenta Italia para que se la partan. La que aguanta y no se cae, y la que desde esa resistencia y guerrera dignidad, convence a un equipo y a todo lo que a él va sujeto de que no se fije tanto en los pies como en el escudo. Que son Italia e Italia gana. A su manera, pero gana. En realidad no quieren otra. En que a menudo gana más cuando menos se la espera, y en que como esta vez se la espera más bien poco poco, vale la pena esperarla. Bonucci, Barzagli y Chiellini son la I mayúscula. Los que van primero anunciando que lo que viene a continuación no es cualquier cosa. Aunque lo parezca.
La Italia de Antonio Conte crece a partir de ellos y desde la pareja de tres centrales que forman en el corazón de la zaga transalpina. Barzagli, la serena experiencia, a la derecha, la marca y el arrojo de Chiellini a la izquierda, y en el centro Bonucci, la pieza clave y también la más brillante. Su zona de máximo dominio es el área, es donde junto al inmortal Gianluigi Buffon mandan por arriba y por abajo, juntándose en el centro sin que les pese conceder la banda. Habitualmente no es complicado para sus adversarios dar con ventajas exteriores. El esquema italiano sólo presenta a un hombre abierto por costado y la mayoría de fuerzas las enfoca hacia el carril central. Además, Barzagli es poco amigo de exponer su físico a espacios muy abiertos y Chiellini, si enfrente hay rematador, suele ser el encargado de la vigilancia más estrecha. Jordi Alba, Juanfran, Nolito, Lucas Vázquez o la carta que Vicente del Bosque quiera emplear de forma más externa a lo largo del encuentro, puede encontrarse un camino sin demasiada oposición. Mientras tanto, Barzagli, Bonucci y Chiellini aceptan, esperan y se preparan para cuando la jugada regrese al centro. Su zona es la más cercana al cero y esa no la regalan.
La gran fortaleza italiana no suele estar cerca de la de España, pero Conte tiene la opción de acercarlas.
De cara al partido de hoy, sin embargo, el plan italiano enfrenta dos dificultades. A la primera la trae consigo desde que comenzara la Eurocopa y tiene que ver con su débil contraataque cuando la recuperación se ha producido demasiado atrás. Apenas hay lanzadores, ni conductores y no tiene delantero autosuficiente, de modo que es frecuente verle mezclar el repliegue con un bloque más intermedio que permita a la presión extenderse por la entera mitad del campo. Es probable que ante la selección española no sea esta la motivación principal, pero sí que debido a que la fortaleza de La Roja es su mediocampo, en determinadas fases del encuentro veamos a la defensa italiana ganar altura. Cuando esto sucede es habitual ver a Giorgio, Leonardo y Andrea gobernar sobre los envíos directos del adversario forzándolo a salir en corto, a Bonucci especialmente atento para cubrir un eventual desmarque del delantero a la espalda de uno de sus dos compañeros de triciclo, y a cualquiera de los tres salir en la anticipación más allá de la línea para, protegido por los dos centrales que quedan por detrás, intervenir defensivamente a uno de los lados del mediocentro. Ante esta posibilidad, especialmente seductora ante la España de Iniesta, Silva, Cesc o incluso Nolito, el partido se presenta como la perfecta llamada al Morata más capaz de movilizar atenciones en el frente del ataque desde su repertorio de desmarques a lo largo de los tres carriles. Si el madrileño consigue que los centrales italianos no le quiten el ojo de encima, la selección de Del Bosque tendrá mucho camino recorrido.
Morata puede ser el antídoto para la BBC de Italia y quien abra la puerta al mediocampo español.
En cuanto al juego con balón, el impacto tanto directo como indirecto de la tríada de centrales de Italia vuelve a ser muy grande. La actual selección azzurra no tiene a un Roberto Baggio, a un Alessandro Del Piero, a un Francesco Totti o a un Andrea Pirlo. En campo rival, Candreva es quien más aroma a distinto tiene, y no sólo chirría junto a la lista ahora enunciada sino que, además, todo parece indicar no estará ante España por culpa de una lesión. Ante semejante panorama, el peso que asumen los centrales en el inicio y manejo del esférico, con Bonucci a la cabeza, es capital por su eficiencia, por lo que transmite y por lo que provoca. Son la limpieza, la primera ventaja y en ocasiones la última. La superioridad numérica en la salida, la diagonal de derecha a izquierda de Bonucci y de izquierda a derecha de Chiellini, o las gotas de más genialidad en las botas de Bonnie, exhibidas sin rubor en el estreno ante Bélgica.
También el impulso. Sobre la plataforma que dibujan y la tranquilidad típicamente juventina que trasladan a sus actuaciones con la selección, tanto De Rossi como los carrileros pueden adelantar metros. El primero con tal de acercar a los delanteros sus posibilidades en el pase, y los segundos como vía de acceso más o menos transitable al corazón del área contraria. Con Barzagli y Chiellini escorados, las opciones de hacer avanzar el balón por el lateral quedan abiertas, y el retorno para los hombres de banda rivales es casi obligado. Nolito lo tiene y David Silva deberá encontrarlo. O Del Bosque una forma de hallarlo en otro lugar. Claro que aunque no dé con ella, siempre podrá contar en el área con el seguro que se espera de Gerard Piqué y Sergio Ramos. En esto se parecen Italia y España. Será por centrales.
Foto: Claudio Villa/Getty Images
iltuliponero 27 junio, 2016
Los Baresi, Gentile, Bergomi, Scirea, Maldini y Nesta pueden sentirse orgullosos.