“En adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada”. Con este epígrafe perteneciente a la célebre canción colombiana “La Diosa Coronada”, composición de Leandro Díaz, ciego de nacimiento, comienza Gabriel García Márquez su novela de 1985 “El Amor en los Tiempos del Cólera”. En ella, Florentino Ariza, un hombre humilde, romántico empedernido que deviene en sátiro, cae perdidamente enamorado de Fermina Daza, una chica de buena familia cuyo amorío con Ariza es prohibido por sus padres y termina casándose con el reputado Dr. Juvenal Urbino. Cincuenta y un años y nueve meses y cuatro días después, tras la muerte del esposo de Fermina, Florentino reaparece ante la viuda y por fin logran amarse, justo cuando el cuerpo desfallece. Y es que así es el amor: una enfermedad, como el cólera, que se te mete en el cuerpo, te controla y te mata lentamente mientras te pone todo el sentimiento a flor de piel.
El mito de Italia y la victoria tiene contenido futbolístico
Sin grandísimas expectativas, Italia suele dar lo mejor de síUn poco así es la relación de Italia con la victoria. Una nación de las más grandes en el fútbol que se siente más cerca del triunfo cuando menos argumentos tiene para ello. Cuando el cuerpo, o el fútbol, desfallecen, Italia cree más que nunca en ganar. A su modo, es una romántica. Y es que la historia le da la razón. No ganó con Gianni Rivera ni Sandro Mazzola ni Roberto Baggio, pero sí con Paolo Rossi, Marco Materazzi o Fabio Grosso y envuelta en escándalos oscuros que devorarían la fe de cualquier grupo menos la de ellos. El idilio que lo une con el metal es tal que no entiende de razones sino de pasión; y así como un enamorado encuentra chispa en los pequeños detalles, Italia no se enciende con goles ni jugadas de fantasía sino con tipos feos corriendo hasta el último milímetro o con faltas tácticas que dan segundos de vida y metros de calma. Contra Bélgica lo vivió de esa manera y por eso creen más que ningún otro equipo que esta Eurocopa será de ellos.
Bonucci jugó un gran partido ante Bélgica“Este no es un buen lugar para una diosa coronada”. Florentino le susurró eso a Fermina al encontrársela en el comercio para tan mala suerte que, al verlo, la muchacha lo vio tan feo que comprendió que lo que había sentido de niño no era más que una quimera y decidió acabar la correspondencia que mantenía con Ariza y nunca más volver a verlo. A Leonardo Bonucci le debe pasar algo similar cuando mira que por delante de él no hay ningún Andrea Pirlo, Francesco Totti, o Alessandro Del Piero. Que ni siquiera hay un Marco Verratti, un Giuseppe Rossi o un Antonio Cassano. Ese no es lugar para él, central preciosista. Ante esa visión, el desencanto debería ser lo natural. Pero no. Esto es Italia y Leonardo Bonucci, italiano. En el más austero de los escenarios, Leonardo Bonucci ha decidido hacer un torneo de deidad con corona; un torneo de esos que crean leyendas. Su partido debut ante Bélgica fue imponente: lo fue atrás, adelante, en todos lados. Insuperable y creativo; sereno y ganador. Era el encargado de liderar la mítica zaga de tres juventina, que con Gianluigi Buffon ya son historia viva del fútbol italiano, y de lanzar los ataques de la azzurra. Lo hizo con la determinación del crack y se lo creyó tanto que dio un pase de mediocampista dominante que terminó en gol. Hace unos años Leonardo Bonucci era la parte débil que había que proteger, hoy es el que las luminarias buscan. En una Italia sin estrellas, él ha tomado el testigo de la historia.
El partido de Bonucci lo pone en carrera como crack italiano
El final del cuento de hadas italiano no se sabe. El fútbol está lleno de vericuetos. Hoy juegan contra la Suecia de Zlatan Ibrahimovic, el genio de las ligas que en las copas no ha dejado huella. El duelo es entre el gigante de origen bosnio y el central latino. En todas las facetas. Más allá del reto directo de un defensa y un delantero, Zlatan Ibrahimovic y Leonardo Bonucci son los manantiales creativos de los ataques de sus equipos. De ellos emanará la intención ofensiva de los suyos. La literatura se regocijaría con la victoria final de cualquiera de los dos. La victoria del coloso cuando ya nadie se lo espera. El fútbol, el fútbol tiene mucho de estas cosas. Profecías de autocumplimiento. Y la más famosa es la de Italia que, como Leonardo Bonucci o el amor, se hace más grande y noble en la calamidad. Calidad tiene para hacerlo.
Foto: JEFF PACHOUD/AFP/Getty Images
@DavidLeonRon 17 junio, 2016
"No ganó con Gianni Rivera ni Sandro Mazzola ni Roberto Baggio, pero sí con Paolo Rossi, Marco Materazzi o Fabio Grosso"
Yo en ese sentido insisto en que el fútbol actual da mucho menos espacio a según qué cosas. En 2006, Italia no tenía a Baggio pero cuidado, tenía fenómenos en las demás líneas. Buffon, Cannavaro, Pirlo… no cuento a Totti que no hizo gran cosa, pero estaba, o Del Piero. También estaba Luca Toni que era Bota de Oro. Italia en 2006 tenía un equipazo. En 2016 no lo tiene. Que se elogie tanto a Bonucci lo prueba.
Para mí, excesivo el elogio al primer día de Italia. Hoy veremos qué hacen teniendo que proponer.