Cuando Gareth Bale parte desde el centro o la banda derecha, colecciona un amplio abanico de soluciones que pueden ganar un partido de fútbol. Además, adquiere el don de la autosuficiencia, en el sentido de que puede resolverlo él solo sin más apoyo que el balón. Ocurre relativamente pocas veces, porque el fútbol es un deporte de equipo, pero la opción de que suceda siempre está latente y condiciona comportamientos, propios y ajenos, de por sí. Del mismo modo, su tendencia a irse hacia el medio y a cambiar de orientación da tiempo a compañeros como Modric, Marcelo o Kroos para que se sumen al ataque y se junten arriba, lo cual, valorando las virtudes ofensivas y defensivas del Madrid 2015/16, potencia el rendimiento del grupo.
En la banda izquierda, en cambio, Bale es un jugador cuyo repertorio se reduce a una única aportación: desbordar a su adversario y lanzar un centro al área. No obstante, existe una particularidad que la bendice, y radica en que dicha acción parece casi imparable. Quizá, por ello, Zidane lo empleó de “11” en la ida de la eliminatoria contra el VfL Wolfsburgo de la semana pasada. Y, de ser así, cabe la posibilidad de que reincida en su apuesta. En caso de hacerlo, eso sí, habrá de corregir muchas rutinas, porque, aunque Bale cumpla con su parte del plan, si no le acompañan un buen cúmulo de circunstancias adyacentes, su éxito individual no tendrá peso a favor ni en el resultado ni en el juego del colectivo. El famoso y justo 2-0 así lo demostró.
Para que el Bale que se vio en Wolfsburgo sea beneficioso, el Madrid deberá corregir cuatro aspectos.
Huelga decir que este texto no se dedicará a proponer correcciones en el sistema del Real, semejante labor corresponde a los entrenadores y le queda grande a quienes escriben sobre fútbol, así que nos limitaremos a exponer lo que ya se ha visto, que son los problemas concretos a lo que Zidane deberá atender si insiste con Bale en la izquierda:
1. Acompañar en el área a Cristiano Ronaldo. En el encuentro de ida, el portugués era el único que iba al remate cuando Bale enviaba sus roscas. Conectó alguno a causa de la precisión del centro y de su extraordinario poderío aéreo, pero, ni uniendo ambas calidades, concretó ninguna ocasión. Si Ronaldo es la única referencia rematadora, para Naldo, Dante y Benaglio se vuelve muy sencillo ajustar sobre él y minimizar su influencia. Además, si bien el crack posee un salto vertical casi incomparable, la situación en la que sus cabezazos cobran un valor especial es aquella en la que entra desde la segunda línea o por el segundo palo; es así como anula la opción del marcaje al hombre y como, gracias a su velocidad, se adelanta a quienes defienden en zona.
2. Competir la segunda jugada. En el siglo XXI, pocos son los goles que no se encuadran en una de las tres siguientes categorías: balón parado, contragolpe y segundas jugadas. Un ejemplo de lo último puede ser el actual Bayern Múnich de Guardiola, que basa su ataque en los centros a la olla pero ejerce un dominio sobre los despejes que produce tantos o más goles que los testarazos directos de Müller y Lewandowski. En la ida de Wolfsburgo, donde el Madrid actuó con Jesé de extremo derecho y Kroos y Modric como interiores, no opuso resistencia a que entre Ricardo Rodríguez, Luiz Gustavo, Guilavogui y Arnold acaparasen todos los despejes de Dante, Naldo y Benaglio.
3. Diversificar el ataque. En el fútbol no hay nada más sencillo de defender que aquello que se repite sin parar. Existen más goles procedentes de un error ajeno que de un acierto propio, y si a una defensa se le pide constantemente que se proteja de la misma acción, mecaniza su comportamiento, acrecienta su confianza y tiende a fallar menos. El pasado miércoles, siempre que la pelota acababa en Gareth Bale en la banda izquierda, se sabía de antemano que la acción continuaría con un desborde y finalizaría con un centro lateral. No había asociación con Marcelo, ni pase atrás al pico del área… nada que hiciera dudar al Wolfsburgo y le incitase a la metedura de pata.
4. Mejorar la transición ataque-defensa. Las jugadas Bale en Alemania, a pesar de implicar en un gran número de ocasiones un éxito personal, partían al Madrid en dos bloques. La circulación de los blancos era espesa y poco profunda, lo que limitaba a un par las variantes factibles en las que el británico podía recibir el balón: o ganaba la espalda a Vierinha en uno de los múltiples pelotazos que le tiraron sus compañeros –acción de éxito ínfimo– o bajaba a recibir hasta la línea divisoria. Esta segunda opción fue, con diferencia, la más habitual. Y, en virtud de la misma, Bale arrancaba su carrera y, al ser el merengue más rápido, separaba las líneas de su equipo. Perdiera la pelota o colgase el centro el área, una vez el Wolfsburgo recuperaba la posesión, gozaba de tiempo y metros de sobra para iniciar un contragolpe con aspiraciones de peligro.
Contar con un Benzema a pleno rendimiento potenciaría la productividad del extremo galés.
En definitiva, casi todos los males del Real provinieron de su impaciencia ofensiva. Bale y sus compañeros descubrieron una superioridad individual muy pronunciada -la suya sobre Vierinha– e intentaron abusar de ella porque era lo que, a la vista, funcionaba con mayor facilidad. Pero el plan se percibió tan incompleto que pareció formado sobre la marcha. No hubo una estrategia, sino la primera parte de una a la que le faltaron demasiadas cosas.
Repasando las declaraciones de Zidane, Modric o Kroos en la previa de la vuelta de esta noche, se atisba un deseo muy arraigado de masticar los ataques durante más tiempo y con más inteligencia. De aplicarse en la práctica, paliaría en un enorme grado el efecto negativo de los cuatro puntos expuestos. A su vez, la mera recuperación de Benzema acarrea una modificación inmediata y refrescante en la mayoría de los mismos. Pero, para remontar un 2-0, un marcador durísimo al que solo se le ha dado la vuelta dos veces en la UEFA Champions League, no bastará con inercias automáticas, sino que hará falta una claridad de ideas absoluta. La manera de aderezar los centros de Bale es una cuestión de preparación ineludible. Incluso si parte desde la derecha. Al fin y al cabo, aunque la acción pierda algo de precisión cuando la ejecuta a pie cambiado, su productividad sigue siendo relevante, y la tendencia del Madrid a utilizarla, muy considerable.
CarlosViloria10 12 abril, 2016
"Huelga decir que este texto no se dedicará a proponer correcciones en el sistema del Real, semejante labor corresponde a los entrenadores y le queda grande a quienes escriben sobre fútbol"
Esta es una de las razones por las que me encanta Ecos, el respeto a los profesionales es máximo sea cual sea la decisión tomada por X o Y entrenador. Aunque seguro que más de uno tomaría notas muy positivas para preparar algún partido leyéndolos, eh 😉