Desde que Leo Messi es Leo Messi, ha habido muy pocos partidos en los que el Barcelona haya sido realmente barrido por su rival, en los que la inercia del juego haya sido de posible goleada. Y ayer fue uno de ellos. El dato de 9 disparos a 1 en el espacio temporal comprendido entre el minuto 2 y el 40 de La Rosaleda detalló con suma sinceridad el aplastamiento de fútbol al que le condenó el Málaga CF de Javi Gracia.
La presión del Málaga, claveDesde la reintegración de Camacho en el equipo, el Málaga sobresale por ser el bloque capaz de defender más arriba con más firmeza. O sea, por ser una máquina de robar balones en campo contrario. Y esto sorprendió a Luis Enrique. El asturiano esperaba un repliegue cercano a Kameni y, para compensar las bajas de Alba y Neymar, tomó algunas medidas que buscaban desmarques al espacio en pos de ser profundos (Aleix por Alves en el lateral derecho, Arda -que se abre- por Rakitic en el interior y Munir por Arda en la ala izquierda), pero no pudieron constar porque, básicamente, el primer tiempo transcurrió, casi en su totalidad, en la mitad de campo de Claudio Bravo. El Barça no se podía escapar.
Las bajas en defensa del Barça se notaron mucho con y sin bola.
El gran trabajo malaguista se mezcló con la interinidad de la zaga culé. Esta contaba con hasta tres suplentes claros (Aleix Vidal, Vermaelen y Adriano), y se notó que carecen del orden y de la calma que poseen los titulares para tocar la pelota abajo. Además, la tensión de piezas claves como Bravo o Busquets no pareció la ideal, en lugar de ayudarles, cometían errores incluso no forzados, y también se unió el tema de Arda como interior, por el hecho de ser un centrocampista con quizá pocas condiciones de centrocampista tradicional -desde luego, ninguna relacionada con la salida de balón-. Con dicho panorama, se alternaban dos consecuencias. La menos positiva para Javi Gracia consistía en forzar un pelotazo ajeno que recogían sin esfuerzo Recio o Camacho. La más interesante, en forzar un robo directo de Charles, Cop o uno de los extremos sobre uno de los defensas de Luis Enrique.
El juego directo sobre Charles y Cop fue un filón para el Málaga.
Juanpi jugó su partido soñadoPero el Málaga no terminaba cuando robaba. Con el balón en los pies también tenía cosas que decir. Las actuaciones de sus extremos, Chory Castro y Juanpi Añor, fueron muy buena y brillante respectivamente. El uruguayo cargó el área de centros hasta que se desfondó y perdió la precisión -antes incluso mandó un chut al poste-, mientras que el venezolano hizo de típico mediapunta que se aprovecha de la falta de quite del Barcelona cuando a Busquets le acompañan dos artistas en el medio: pausó y desordenó. Pero más allá de esto, el arma ofensiva que llevó a los locales a merecer el encuentro fue el juego directo. Charles fue, por momentos, indefendible. Sobre todo, para Vermaelen. La falta de confianza de Cop en la finalización explicó por qué tanta producción había deparado en un solo tanto. Y la extraña decisión de Gracia de alinear a Angeleri en detrimento de Albentosa, por qué tan escaso fútbol azulgrana había servido para lo mismo. 1-1 al descanso.
Luis Enrique estabilizó -no más- al Barcelona tras el descanso.
El segundo tiempo fue diferente. Luis Enrique metió mano al sistema: subió a los laterales, abrió a los centrales, bajó a Busquets y creó un tres contra dos en la primera línea que rebajó el efecto de la presión que coronaban Charles y Cop. Además, hubo cambios de hombre por hombre que fueron importantes: Mathieu suplió al nervioso Vermaelen, mejorando la defensa del juego directo, y Rakitic entró por Munir, desplazando a Arda a la delantera y mejorando tanto la activación de Messi y Suárez como la capacidad de esfuerzo sin balón. Gracias a esto, el Barça dejó de cometer pérdidas en salida, se instaló en terreno malacitano y puso más caro crearle peligro. Pero tampoco hay que excederse de esta especie de estabilidad porque no logró nada más. El Málaga no era desbordado, los culés apenas crearon ocasiones fruto de su fútbol, lo que encorajinó a los de Javi Gracia y les animó a intentar igualar el 1-2 de Messi. Con el ingreso de Pablo Fornals al campo, adquirió opciones reales de hacerlo, pero la frescura del Chory Castro, Charles y Cop no era la del primer tiempo, y desperdiciaron las no pocas llegadas sugerentes de las que pudieron disfrutar. Perdieron.
El Málaga ha encadenado dos exhibiciones seguidas y 0 puntos.
El Málaga ha sufrido dos derrotas en sus dos últimos encuentros, aunque los haya saldado con dos victorias morales. Si lo intangible pesa más que lo tangible, volverá a sumar muy pronto, porque en estos momentos es un serio candidato a equipo más en forma de la Liga. En cuanto al Barcelona, su buena noticia no fue el segundo periodo, que en realidad fue muy discreto y sólo pareció aceptable porque vino precedido del primero. Lo que queda, que no es poco sino mucho, es que en su peor partido del año, en inferioridad táctica, sin la concentración apropiada durante 45 minutos, con bajas capitales y en casa de un rival como pocos volverá a encontrarse, sumó tres puntos.
@migquintana 24 enero, 2016
Lo escribía ayer por Twitter. Recuerdo leer mucho sobre cómo Arrigo Sacchi hacía entrenar a sus futbolistas con unas cuerdas que les unía de forma que, evidentemente, acortara el espacio que había entre ellos e impidiera que hubiera fallos de posicionamiento. O más bien, que la posición y la presión no fuera perfecta. Algo parecido a lo que parece que hace el Málaga en los partidos, porque vaya hacia adelante o tenga que retroceder, el rival es incapaz de encontrar una grieta en su sistema. Desde luego que el fútbol es un juego de errores, como decía otra leyenda, pero Gracia logró ayer que estos fueron los mínimos -y le costaron caro-.
Dicho esto, me gustó bastante la reacción de Luis Enrique. Es verdad que el Barcelona sólo igualó el encuentro, pero es que eso ya me pareció un éxito. Era el camino de la victoria. En especial, la entrada de Rakitic me gustó. Fue muy útil. Interpretó muy bien el nuevo rol de Busquets y puso pegamento a todo el equipo.