Genial, antipático, irritante, sensible, intratable, arrogante. No parece que todos estos adjetivos puedan aplicarse a la misma persona, pero los veremos a menudo utilizados para referirse a él. Desconcertante, ¿no? Eso también podría decirse del hombre. Larger than life.
Brian Clough es hijo futbolístico de su tiempo. Eso no lo hemos oído demasiado. Es producto de una época que quedará como una bisagra en la historia del fútbol inglés del siglo XX. Clough salta a la fama en la época en que los futbolistas empiezan a distanciarse de los obreros para quienes eran héroes y como los cuales vivían.
Desde el final de la guerra, el aumento del salario máximo para un futbolista fue creciendo de manera lenta pero ininterrumpida. De las doce libras semanales del año 47 hasta las veinte del 58. No eran tantos los jugadores que alcanzaban a cobrar ese sueldo máximo (un 30% de los futbolistas), pero los que lo hacían, al sumarle los diferentes bonus, llegaban a ganar un 50% más que cualquier obrero cualificado. Así pues, este era el objetivo vital de todo futbolista salido de familias de clase obrera baja. La otra alternativa era la fábrica o, peor aún, la mina. A pesar de ello, y de este estatus cada vez más consolidado, los futbolistas seguían siendo tratados con el autoritarismo que recibía cualquier otro trabajador, e incluso tenían menos capacidad de movimiento, pues sus clubes de formación poseían derechos de tanteo y retención. «Tú vas a donde yo te diga que vayas» es la respuesta que el presidente del Barnsley, Joe Richards, le dio a su jugador Harry Hough cuando este pidió un transfer request. Y creemos que resume todo lo que hay que resumir en esta situación.
Jimmy Hill cambió para siempre la historia del Working Class Hero tan propio del fútbol inglésAsí que la primera opción para muchos jugadores era irse al extranjero, donde no había nada parecido al salario máximo. Los casos de Neil Franklin y Charlie Mitten en el «Dorado» colombiano son bien conocidos, así como las figuras que probaron su suerte en Italia a comienzos de los 60, en plena explosión de la lira: Jimmy Greaves, John Charles, Denis Law, Joe Baker o Gerry Hitchens. Los que se quedaban en casa estaban a merced de sus clubes y de una asociación de jugadores y entrenadores que en sus días más lúcidos era simplemente un sindicato desorganizado. Hasta la llegada de Jimmy Hill, un ex jugador del Fulham que se convertirá posteriormente en una de las mayores estrellas de la televisión –será la cara del mítico programa Match of the Day-, no se producirá la revolución que cambiará la vida del futbolista inglés. Hill era un tipo culto, con don de gentes y de palabra –sorprendente, sabiendo que había sido futbolista profesional-, y lo primero que hizo fue cambiar el nombre del sindicato –demasiado obrero- a “Asociación de Futbolistas Profesionales” -PFA, que todavía existe-. Cambiar el «blue collar» por el «white collar» y exigir poco a poco, sin prisa pero sin pausa, cuatro puntos básicos: la abolición del salario máximo, que los futbolistas recibiesen parte del dinero de los traspasos, un nuevo sistema de retención que les diese libertad de movimientos y un nuevo tipo de contrato. Usando a la prensa a su favor, la PFA llegó a los obreros y al público en general, poniéndolos de su parte y planteando una huelga de futbolistas que pararía lo más sagrado para el inglés de a pie: ir al estadio el sábado por la tarde. Usando el caso de George Eastham -internacional del Newcastle-, que básicamente estaba retenido por su club a pesar de haber acabado su contrato, los futbolistas fueron a la huelga: o el pack completo o nada. Y se salieron con la suya. Y los sueldos en la cúspide de la pirámide del balompié inglés se dispararon. Johnny Haynes fue el primero en cobrar cien libras a la semana.
Brian Clough se había hecho un nombre como implacable goleador en esta época.
¿Cuánto podía cobrar un delantero internacional que ya había marcado más de 250 goles en apenas 270 partidos? Uno, concretamente, que no había jugado en Primera por las restricciones contractuales. Nunca lo sabríamos. En el momento en que el dinero explota en el fútbol inglés, Brian Clough está ya en la puerta de salida de su carrera profesional.
Clough, originario de Middlesbrough, se había hecho un nombre a base de goles, primero con el club de su ciudad y luego con sus rivales del Sunderland. Siempre en Segunda. Aún así había llegado a jugar para la selección nacional, algo muy poco común, ya que el decrépito comité de selección no acostumbraba a seleccionar jugadores fuera de la First Division. El joven Brian, rápido en las distancias cortas, no excesivamente técnico, pero con una capacidad para rematar con ambas piernas, raso y a la cepa del poste, es considerado uno de los mejores atacantes jóvenes del país. Debuta con Inglaterra y comparte luces con el nuevo Golden Boy del fútbol británico, Jimmy Greaves, otro goleador de excepción, con el cual hay dudas sobre su compatibilidad. Greaves es mucho más técnico que Clough y parte de la posición de interior, aunque no es el asistente que demanda Brian. Por eso sus dos partidos con el equipo nacional son considerados un fracaso, ya que no marca –pero asiste-. Eso no lo perdona el comité, que además está más que informado de su carácter altivo, exigente y radical. No había sitio ni más oportunidades para él. A Brian sólo le quedaba seguir marcando con su club e intentar llevarlo a la primera categoría del fútbol inglés.
Como futbolista nunca le acompañó la suerteYa por entonces, el joven Clough era un azote para sus compañeros, a quienes masacraba con críticas furibundas si no jugaban como a él le gustaba. Fue especialmente duro con la horrenda defensa del Middlesbrough, que no ayudaba para nada a su portero Peter Taylor, un hombre que se convertirá en amigo e influencia capital para Clough durante toda su vida. Sus compañeros se volvieron en su contra y él, tras diversos transfer request, consiguió irse al Sunderland que era aspirante al ascenso. Y allí tampoco defraudó. Bajo la batuta de un Alan Brown que será la mayor influencia del Clough entrenador, el goleador marca con regularidad suiza en su primera temporada. Aun así, no hay posibilidades para él de volver a vestir la camiseta de los Tres Leones. Y el dolor es mayor aún cuando su ex compañero del Middlesbrough, Alan Peacock, con quien formaba una excelente dupla en Ayresome Park, sí es convocado para el Mundial de Chile. Al año siguiente, las cosas no cambian. Clough sigue machacando redes y el Sunderland vuela hacia el ascenso. Pero en diciembre del 62, en un Roker Park helado, el delantero centro se destroza la rodilla en un choque contra el portero del Bury. Nunca se recuperará y, tras tres años de lucha, el Brian Clough goleador destinado a disfrutar las mieles del fútbol de élite y sus recién adquiridas ventajas económicas, se retira. Sigue siendo el jugador con mejor media de goles de la historia del fútbol profesional inglés.
¿Qué le quedaba ahora a Clough? Él mismo siempre reconoció que los estudios no eran lo suyo, que desistió muy pronto y que nunca consiguió pasar los básicos exámenes técnicos necesarios durante la posguerra para aspirar a un trabajo cualificado. El fútbol, como lo había sido durante toda su vida, era la respuesta. La única.
Volver a empezar. Esta vez sentado en el banquillo.
Durante la recuperación de su lesión, Clough empieza a coquetear con el puesto de entrenador. Alan Brown, que ha visto cosas suyas en Clough, le invita a ir a entrenar y aprender con los reservas y los juveniles del Sunderland. Y allí, tras asumir la retirada, es donde comienza la aventura del Brian entrenador. Un entrenador que no es tan distinto del jugador. Sigue siendo excesivamente crítico y abrasivo, se desespera cuando sus jugadores no son capaces de hacer cosas que para él eran normales y, en general, vive los problemas del paso de jugador a entrenador.
El estilo de Clough será siempre el mismo en toda su trayectoriaNo durará mucho su experiencia con los jóvenes, ya que pronto, a inicios de la temporada de 1966 –año mágico para el fútbol inglés-, le llega la primera oferta para entrenar a los profesionales. Claro que dicho así suena mucho mejor de lo que era. Le tienta el Hartlepools United, uno de los peores equipos profesionales de Inglaterra. Era un equipo que vivía en la cola de la Fouth Division, el último escalón de la pirámide inglesa, y que constantemente tenía que depender de su readmisión en la Football League ya que llevaba más de un lustro en la cola. No se podía bajar más. Bueno sí, se podía ser rechazado por la liga y degradado al amateurismo, una posibilidad que no estaba tan lejos. Con este panorama, el altivo Clough, se vio obligado a aprender rápido, a bajar sus expectativas y sus humos, y a construir desde una base casi inexistente. Hartlepools también servirá para definir el tipo de juego y de actitud que Clough querrá en sus equipos, y que no cambiará en más de 30 años de carrera. Y servirá también para reunir a Clough con Peter Taylor. Su primera experiencia como entrenador le servirá ya para vivir momentos que luego serán muy comunes en su carrera, enfrentamientos abiertos con la directiva incluída. Por primera vez, Clough es cesado y, tras protestas populares, readmitido como entrenador –¡llevándose por delante al presidente que lo había echado!-. Al final de su tercer año en el club, el Hartlepools abandona la cola y se coloca en una respetable octava posición, sentando las bases de un equipo para luchar por el ascenso. Como hemos dicho anteriormente, esta primera experiencia nos permite ir viendo elementos que serán perennes en la trayectoria del técnico inglés, desde su gusto por el juego de combinación alejado del kick and rush clásico del fútbol británico hasta la elección de unos roles en el campo que irá buscando en cada parada de su carrera. El primero de ellos, el del centrocampista central con capacidad para dirigir al equipo y no exento de pulmones. Ya fuese en el 4-4-2 que se empezaba a imponer en Inglaterra siguiendo la estela de Alf Ramsey o en el 4-3-3 que no tardará en volverse común en el fútbol europeo, los equipos de Clough tienen un elemento en común que se llama John McGovern. El escocés ficha a los 16 años por el Hartlepools y se convertirá, por decirlo así, en el jugador de cabecera del técnico de Middlesbrough.
Al final de esta temporada, Clough y Taylor firman por el Derby County, histórico en horas bajísimas que languidece en el fondo de la Second Division. La base asentada en el Hartlepools se revela muy buena cuando el club asciende a la Third Division al año siguiente, ya sin ambos entrenadores.
El panorama al llegar al Baseball Ground no era ni mucho menos alentador. Un club histórico, ligado por siempre al nombre del gran goleador Steve Bloomer, pero sin dinero y sin apenas aspiraciones. Clough sabe que tiene trabajo y debe sentar unas bases sólidas sobre las que construir. Peter Taylor, un hombre con un ojo experto a la hora de encontrar talento, peina las divisiones inferiores del fútbol inglés buscando material bueno, bonito y barato. Ese año el equipo termina incluso peor en la clasificación que el anterior, pero es el primero para algunos integrantes de un grupo histórico. Llega Roy McFarland, que será capitán del club y uno de los mejores centrales de Inglaterra durante más de una década. Buscando un extremo izquierdo, Taylor atrae a Alan Hinton, del Nottingham Forest, que había sido internacional en los primeros meses de Alf Ramsey, cuando todavía el seleccionador inglés buscaba a sus extremos ideales, a los que nunca encontraría. Alan Hinton, ambidiestro, es uno de los jugadores menos convencionales de su época. Un extremo izquierdo que lo mismo centraba que se venía hacia adentro para sacar el disparo con la derecha. Poco dado al trabajo sacrificado y con una rizada melena rubia, el apodo de «Gladys» refleja a las claras lo que el gran público pensaba de él. Demasiado blando para triunfar, una actitud que definirá uno de los grandes problemas evolutivos del fútbol inglés. Con McFarland y Hinton llegan del Hartlepools el inevitable McGovern y el portero Les Green. Se unirán a los pocos jugadores que Clough mantendrá tras ese primer año: Kevin Hector, un versátil extremo derecho que también podía jugar de delantero y que llegaría a la selección, Alan Durban, creativo centrocampista central con mucha llegada a gol y ya internacional galés, Ron Webster y el portero Colin Boulton. Estos son los nombres de los apóstoles de Clough en Derby. Falta una pieza clave, y llegará empezado el campeonato de 1968: el entrenador en el campo, el líder experimentado y jugador tácticamente brillante. Este no es otro que el veterano escocés Dave MacKay, leyenda del Tottenham al que todo el mundo da por acabado. MacKay, durante su carrera de una década con los Spurs, había sido una fuerza imparable del equipo de Billy Nicholson. Con una capacidad física sin igual, visión de juego y garra, el escocés era el mejor centrocampista de las Islas junto a su compatriota Jim Baxter. Pero se rompió la pierna dos veces y la edad y los kilos ya no perdonaban.
A Clough-y-Taylor, ya casi podemos nombrarlos como una sola persona, esto les dio igual. No le querían para correr, sino para mandar. Pagaron cinco mil libras a los Spurs –una minucia- y consiguieron al hombre escoba que buscaban para proteger a McFarland y dejarle que volase. Y el experimento salió a las mil maravillas. Los Carneros ganaron la liga y ascendieron ese mismo año. Y Dave MacKay, el que se suponía acabado, es elegido futbolista del año junto al capitán del Manchester City –campeón en título de la First Division-, Tony Book. Clough era entrenador de Primera División antes de los 35 años.
1969 es el año en que los focos apuntan a Clough por primera vez. Nunca más lo abandonarían.
Aunque en Inglaterra el seguimiento de las categorías menores es mucho mayor que en otros muchos países, lo cierto es que la personalidad y el estilo de Clough no llegaron al gran público hasta su ascenso a la First Division. Con su plantilla forjada el año anterior, a la que solo añade al internacional galés Terry Hennessey, el Derby County sorprende a los grandes de Inglaterra. El equipo de Mr. Clough no juega sucio, no protesta y no contesta preguntas de la prensa. Y ¡ay de ellos si lo hacen!, pues la ira del manager recaerá sobre el pecador. John O’Hare es el atacante más destacado del equipo, aunque lejos de los números de Peter Osgood en el Chelsea o Jeff Astle en el West Brom. Ambos serán, merecidamente, miembros de la selección inglesa que defenderá el título mundial en México.
Poco a poco, Clough va construyendo su equipoCon su prometedor debut en la máxima categoría Clough se crece. Piensa que es el momento de aspirar a lo máximo, y del Nottingham Forest se trae al tenaz centrocampista Archie Gemmill, habitual con su país, y que se convertirá en otro de los jugadores de cabecera de Clough. Pero el equipo decepciona y gana tantos partidos como pierde -dieciseis-. Será una temporada en la que los Carneros se verán cerca del descenso y en que la novena plaza final sacará suspiros de alivio, pero también de resignación en la afición. Será un año recordado por un trepidante 4-4 en el Baseball Ground ante un Manchester United que, en aquel diciembre, andaba tan mal como el propio Derby. Se notaban los signos de decadencia en los Diablos Rojos que hacía apenas dos años se habían proclamado campeones europeos. Especialmente preocupante era el caso de un George Best que enfilaba su camino a la destrucción.
Ese verano del 71 Clough tiene uno de sus mayores enfrentamientos con el presidente del club, Sam Longson, un veterano empresario del transporte que había dedicado buenos años de su vida al Derby County y sobre cuya autoridad se preocupará cada vez menos su joven entrenador. Ya el año anterior, para fichar a Gemmill y Hennessey, Clough había desobedecido las órdenes de Longson. Este verano, cegado por su necesidad de un central que pudiese jugar el balón desde atrás, Clough meterá al club en números rojos. El mismo día de julio en que el propio Clough negaba algún interés en Colin Todd, el Derby County rompía el récord británico y pagaba 175 mil libras por… Colin Todd. Este, con su capacidad para jugar en corto y en largo, se convertirá en el iniciador del juego desde la defensa y se compenetrará a las mil maravillas con Roy McFarland formando la mejor pareja de centrales de Inglaterra. Gemmill y McGovern son los amos del medio campo, Hector y Hinton son dos puñales en las bandas que además marcan un buen número de goles y, como resultado de este fantástico cocktail los Carneros ganan la primera liga de su historia. No fue fácil, ya que el campeonato de 1972 es una carrera a cuatro entre Derby, Leeds, Liverpool y Manchester City, que llegan a la última jornada con posibilidades de ser campeones. Como el calendario inglés no contemplaba el jugar todos los partidos al mismo tiempo, los jugadores se enteraron de su victoria mientras estaban en Mallorca junto a Peter Taylor, disfrutando del sol tras haber completado sus 42 encuentros.
Una vez conquistada la Liga, se centró en la Copa de Europa de 1973Apenas 5 años después de llegar a un club del fondo de la tabla en Second Division, Brian Clough y Peter Taylor afrontaban el desafío de la Copa de Europa. El dúo era intocable en la ciudad y, el ego de Clough está por las nubes. Esta temporada 72-73 marca el momento en que el Clough-personaje televisivo explota. No hay día en que el entrenador no hable con la prensa, cargue contra un rival –siendo el Leeds United su favorito, por su juego sucio y alejado de los estándares de Clough- o haga alguna declaración estrambótica, como aquella en que llamó payaso al portero polaco Tomaszewski. Esa andanada le salió cara, ya que el guardameta fue un titán en la visita de Polonia a Wembley y que costó a la selección de los Tres Leones la clasificación para el Mundial de 1974. La liga no arroja grandes resultados, con el equipo terminando séptimo, y con Clough atacando a sus aficionados por animar solamente al final de los partidos, cuando el equipo gana. En todo caso, la gran aventura es la de la Copa de Europa. Y como preparación, Clough se vuelve a saltar a su directiva para fichar al lateral izquierdo David Nish por 225 mil libras- de nuevo récord británico-. Clough sabe que para extender su fama a todo el continente debe destacar en el mayor escaparate. Y sus pretorianos McFarland, Gemmill, Hinton y O’Hare despachan al técnico campeón yugoslavo, el Zeljeznicar. Diez minutos gloriosos en el Baseball Ground pusieron un 2-0 esclarecedor contra el Benfica, completado por un tercer gol de McGovern. Los lusos, con Eusébio todavía al frente, no fueron tampoco el obstáculo capaz de parar al campeón inglés.
Los cuartos de final exigieron una remontada en casa, en la vuelta contra el Spartak Trnava, uno de los equipos más físicos de Europa. El Derby había resuelto tres eliminatorias complicadas contra buenos equipos, pero faltaba el enfrentamiento contra una gran Juventus, que aglutinaba gran parte del talento italiano, tanto joven –Savoldi, Rossi, Tardelli, Causio, Bettega- como veterano –Altafini, Furino, Zoff, Cuccureddu-. Un equipazo que, además, se movía como nadie en los despachos, como bien comprobarían los Carneros de Clough. Un arbitraje más que dudoso en Turín propició la famosa negativa de Clough a hablar con periodistas italianos. «No hablo con bastardos tramposos», afirmó.
La relación con el presidente Longson se fue deteriorando hasta suponer su marcha.
El verano del 73 será decisivo en su futuro en el club. El presidente Longson y la junta directiva empiezan a cansarse de las salidas de tono de Clough y él no hace nada por arreglarlo. Primero lanza una terrible andanada contra Don Revie y el Leeds United en un artículo para el Sunday Express. Les acusa de juego sucio, de ser malos campeones y una desgracia para el fútbol británico. E incluso pide que se les descienda a Segunda División. Aunque sus acusaciones tienen base en el juego duro de jugadores como Billy Bremner o Norman Hunter, lo cierto es que el Leeds tenía una de las mejores plantillas de la historia del fútbol británico. Con jugadores muy técnicos como Eddie Gray o Johnny Giles, el tremendo disparo de Peter Lorimer o el oportunismo de Allan Clarke y la polivalencia de Paul Madeley. Un equipo capaz de jugar un futbol ofensivo y técnico, pero también de reducir a sus rivales a un juego bronco y físico en el que se movían como pez en el agua.
No contento con esto, Clough, sigue con su tradición de asaltar el mercado a espaldas de su junta directiva. En un viaje a Londres, hace una oferta por Bobby Moore y Trevor Brooking, la leyenda y el mejor jugador del West Ham. La cosa no prospera, pero cuando Longson se entera de la jugada es meses más tarde, con Clough ya fuera del club. Porque ese curso 73-74 es el del fin del Derby County de Mr. Clough. Longson insiste en que el entrenador debe dejar de hacer apariciones en los medios y él, obviamente, se niega. Los irregulares resultados llevan a que la junta directiva se plantee varias veces su destitución, algo que finalmente ocurre en Octubre, cuando Clough y Taylor lanzan un pulso a la directiva ofreciendo su renuncia. Esta es aceptada y, a pesar de las protestas de toda la afición, ambos están fuera del club. Dave MacKay asume la dirección del equipo y lo llevará al título de liga en 1975. Para Brian Clough y Peter Taylor llegaba el momento de buscar nuevos horizontes…
Continuará.
SrX 24 diciembre, 2015
Muy interesante, esperando la segunda parte.
Recomiendo la película The Damned United basada en la novela homónima que relata la trayectoria de Brian Clough entre el 68 y el 74. Un muy buen film sobre una personalidad increíble.