La Roma esperaba la visita del Bayern de Munich de Pep Guardiola envuelta en un justificado aroma de optimismo. El conjunto capitalino era segundo en la tabla de la Serie A, a un punto de una Juventus que había conseguido superarles dos semanas antes por un ajustado 3-2 en Turín, aunque de aquel partido y a pesar del resultado se sacaron conclusiones más positivas alrededor de los giallorossi que de los bianconeri. En Italia se coincidía: el segundo año de Rudi García podía traer consigo, por fin, a un rival que le discutiría el Scudetto a una Juve que había perdido ese mismo verano a Antonio Conte, y que en aquel mes de octubre aún estaba dando los primeros pasos de un nuevo camino de la mano del recién llegado Massimiliano Allegri. El regreso al Olimpico de un gigante del fútbol europeo y las sensaciones que el equipo estaba dejando en torno a su juego dispararon la ilusión. La sociedad batió su récord de recaudación por venta de entradas, y en la ciudad todo aquel que no era hincha de la Lazio tenía claro que la visita del Bayern se saldaría con victoria. Para los romanos, no hace tanto dueños de Europa, creer en gestas locales resulta más sencillo que para cualquier otro, en cualquier otro lugar del mundo.
La temporada se torció tras la visita del Bayern y su dolorosa goleadaQuizá por eso el 1-7 acabó siendo un golpe del que la Roma 14/15 nunca pudo recuperarse del todo. Rudi le jugó al Bayern a pecho descubierto, con los centrales abiertos, su habitual salida por raso y con la confianza ciega de tener entre manos un equipo que de verdad podía competir frente a cualquiera. Pero cada gol bávaro cayó como un mazo sobre el escudo de la loba, como el rapapolvo al pequeño que mete la mano donde no debe, y que durante los meses posteriores se acabó convirtiendo en un eco que atronaría las cabezas de los futbolistas romanos, mermando su confianza en un modelo de juego que en el primer mes y medio de competición había parecido demostrar ser un sólido sostén sobre el que edificar las bases para la consecución de los objetivos del club. Siete victorias en 10 partidos -incluyendo un meritorio empate en el Etihad frente al Manchester City- fue el balance de la Roma en el arranque de curso. Nueve triunfos en 26 duelos, el registro tras la visita del Bayern, hasta acabar tocando fondo cuando la Fiorentina, en la vuelta de los octavos de la Europa League, también arrasó la capital tras un contundente 0-3. De estar a un punto de la Juventus, a estar a 14. La Roma acabó salvando los muebles sobre la bocina, y la victoria por 1-2 en el derbi frente a la Lazio de la penúltima jornada acabó otorgando a los de Rudi García billete directo a la fase de grupos de la Liga de Campeones. Una circunstancia que le ha permitido tener una planificación sólida en el mercado estival.
El verano de la Roma ha sido muy movido y, a priori, bastante positivo para sus intereses.
La Roma ha vendido caro (Romagnoli, Bertolacci, Yanga-Mbiwa o Mattia Destro) y ha comprado futbolistas más hechos a precio de saldo. Principalmente, en los casos de Edin Dzeko y Mohamed Salah, aunque el fondo de armario que tiene Rudi García con nombres como Rüdiger, Iago Falque, Digne o Vainqueur eleva la competitividad del grupo. Son los dos primeros mencionados, no obstante, los que podrían llegar a modificar de manera significativa el sistema de juego de la Roma. Y hay que hablar en condicional, porque a pesar de que hay que detenerse en el buen hacer de Walter Sabatini y compañía en la dirección deportiva, las sensaciones sobre el terreno de juego son aún de fruta poco madura. Los partidos contra Hellas Verona y Frosinone, dos escenarios de dominio territorial y ataque posicional constante, demostraron que la estructura aún debe de evolucionar bastante, mientras que la gran victoria -frente a la Juventus en la segunda jornada- estuvo cimentada en un planteamiento de presión altísima, más efectivo por incapacidad de los de Allegri, quienes con un Padoin en el puesto de Pirlo o una dupla de ataque con muy poca profundidad como Mandzukic y Dybala apenas ofrecieron respuesta, que por solidez de argumentos giallorossi. Dicho de otro modo, con pies de seda y con sangre fría como los que tienen clubes élite, caso de Real Madrid, Barcelona o Bayern, podrían saltarse un planteamiento de este tipo con relativa facilidad, y descoser al conjunto romano.
No contar con Totti significa jugar con un centrocampista menosHay dos nombres en los que detenerse de cara a analizar la posible evolución del juego romanista: sus leyendas Francesco Totti y Daniele de Rossi. De Rossi ha dejado este arranque de curso su mejor actuación como defensa central contra la Juventus, con una labor de anticipación frente a la mencionada doble punta juventina. Agradeció, además, el hecho de ser menos presionado al jugar en una línea anterior, pero sus partidos en escenarios de más exigencia con relación al pase (Verona y Frosinone, donde fue medio) han sido negativos. La explicación puede ser sencilla: ahora la Roma juega con un centrocampista menos, porque Totti está en el banquillo. El sistema romano en el que «il capitano» parte como 9 cuenta con un puente más en la medular, y este queda eliminado con la figura de Dzeko. El bosnio condiciona dos circunstancias del juego decisivas. Por un lado, la salida de balón, porque el medio campo rival tiene una marca menos que atender, y por otro, la forma en que el equipo ha de encontrar profundidad. Totti, en los últimos años, ha llevado a la banda a futbolistas estrechamente relacionados con el carril central: Bojan, Osvaldo o recientemente Destro se veían obligados a partir de un costado. El motivo es que el sistema no necesitaba un extremo, sino a un punta que desde la banda atacase la zona del 9. Por eso Gervinho se adaptó tan bien al equipo: si había espacio machacaba con su rutpura diagonal, pero si no existía, regateaba en posición de extremo.
Rudi García, por lo tanto, se está encontrando con esta dificultad. Es cierto que Dzeko, a pesar de ser un 9 referencia, sale del área para disputar pelotas aéreas o dar apoyos de espaldas, pero esa jugada en la que el punta romano se balanceaba para meter de primeras un pase profundo -marca Totti- ha desaparecido. El técnico francés está buscando soluciones, y la primera de ellas está surgiendo de la sociedad Digne – Iago Falque, una pareja que está resultando una de las noticias positivas para la Roma en estos primeros partidos. El extremo español tiene una ventaja con respecto al sistema en el que Dzeko es el 9: a diferencia de Salah o Gervinho, a él no le importa esperar pegado a la banda izquierda, la de su pie natural. Los dos africanos son más felices si su volumen de participación crece, pero el español comprende la necesidad colectiva y abre su posición. Esto aporta dos cosas: una, que si la pelota se ha movido bien pueda recibir con espacio y centrar a Dzeko, y otra, que Digne saque un pase hacia la cal y corte por dentro para recibir la pared y acabar siendo él quien mande la pelota al área. El centro lateral, con Dzeko en el campo, debe de ser un recurso relativamente constante, y más teniendo en cuenta que habrá muchos partidos de Serie A en los que el rival fije su defensa a pocos metros de su propia área. Reconocer que Totti ya no puede ser el centro del sistema será complicado, aunque para eso ha llegado la segunda pieza clave: Mohamed Salah.
El impacto de Mohamed Salah en la Fiorentina de Montella fue espectacular.
Salah soluciona ciertos problemas desde yaEl fichaje del egipcio puede ir paliando, en forma de resultados, las dificultades de hacer cambios tan drásticos en el sistema romano. Salah puede mantener directrices básicas del juego de Gervinho -rupturas al espacio o conducciones vertiginosas en acciones de transición- pero además, mejorará en algunas situaciones al costamarfileño. El ex del Chelsea tiene más tacto para abrir líneas de pase en zonas interiores, y además se aprovechará mejor del juego de espaldas de Dzeko, porque es más preciso. Salah, a diferencia de Gervinho, sabe a qué parte de la portería quiere mandar la pelota en el momento del golpeo. Los dos juntos serán devastadores en acciones de contragolpe -sin olvidar que Rudi guarda en el banquillo un arma para estas situaciones que está, como mínimo, al mismo nivel, como es Iturbe-, pero además, con Salah los escenarios de ataque organizado crecerán cualitativamente.
Hay incertidumbre porque las piezas no han hecho más que posarse sobre el tablero, pero al menos sí hemos podido vislumbrar ciertos mecanismos; cosa que no ha sucedido aún si queremos valorar la calidad competitiva de esta Roma en un planteamiento de repliegue, defensa posicional y contragolpe. En estos tres partidos, obviamente, se han dado situaciones para correr, pero fruto de circunstancias puntuales más que a consecuencia de un contexto global de partido. Ahí será momento para ver el comportamiento de Salah y Gervinho -si se retrasan ambos, si alguno queda descolgado-, o las relaciones entre Szczesny, Manolas, Rüdiger y Leandro Castan. A medida que lleguen los rivales de más entidad, y el Fútbol Club Barcelona será uno de los mejores ejemplos, se podrá seguir valorando la profundidad del juego romanista. De momento, parece que van madurando: están aceptando el adiós de Totti, y esta semana nadie habla de que, con certeza, vencerán a Leo Messi.
@Javi15195 16 septiembre, 2015
La baja sensible es la de Pjanic. Si Totti ya no cuenta con tanto protagonismo, se pierde lo que comenta David, pero es que sin Pjanic pierdes un 5-10 % de tiempo con el balón porque es el verdadero especialista de posesión en la medular de la Roma y un lanzador de contras debido a su golpeo de balón. Veremos qué prepara Rudi.