Y Cruyff, Dios, dijo: “Serás tú, número 4, el que mueva la máquina que yo crearé para ti. El círculo central será tu hogar, y nadie entrará en él sin tu permiso. A cambio, te pediré que nunca lo abandones. Todos los demás se moverán pero tú, número 4, tú habrás de custodiarlo”.
Poco le importó a Johan que Luis Milla, por entonces su mediocentro, abandonase el Camp Nou para fichar por el Real Madrid. Para ejercer el nuevo mandamiento, La Masía estaba a punto de regalarle a un niño flaquito llamado Josep Guardiola. De la unión del Flaco y Pep quedó una Copa de Europa y, por encima de ello, una posición que más que posición ya era dogma. “El Barcelona elaboraría el juego a través de su pivote, también llamado número 4”. Durante una década, Guardiola representó el papel de una manera tan mágica y personal que su estilo quedó asociado al del puesto: pase largo, primer toque y nula llegada a portería. Cualquiera que viniera tras Pep debería ajustarse a estas características, pues así era el “cuatro del Barça”. Y resultó que no. El siguiente, el más grande, el sucesor, se iba a basar en el movimiento.
Xavi Hernández tendría muy poco que ver con su ídolo y predecesor, Pep Guardiola. Casi antagónicos
Agosto de 1998 fue la fecha. El Barcelona, vigente campeón de Liga, iba a disputar en Mallorca el partido ida de la Supercopa de España. Como durante casi toda la temporada anterior, Van Gaal no podría contar por lesión con Guardiola, obligado a renunciar meses antes a la Copa del Mundo de ese mismo año. En su lugar debutaba un canterano de nombre Xavi, titular aquella tarde en el 4-3-3 de Louis. El de Terrassa actuaría de mediocentro, obviamente, con Giovanni y Cocu como interiores. El Barça perdió pero Xavi gustó y hasta marcó. En realidad, el gol hay que dejarlo en anécdota al lado de todo lo que sucedió esa noche en el Lluís Sitjar. Aquel crío de cara aniñada mostró un repertorio técnico casi fuera de contexto para un debutante: controles orientados, primeros y segundos toques perfectamente elegidos, cambios de orientación, calma para dejar correr la pelota… Y la cabeza levantada. Siempre levantada.
Miren el resumen del encuentro y piensen qué sentirían si hoy vieran debutar a un centrocampista así.
Por desgracia para todos, el Barça no supo arropar a su joven promesa. La entidad catalana entró en el periodo más negro de su historia reciente. Una deriva deportiva que hizo de Xavi un futbolista incluso cuestionado. Un talento innegable al que, sin embargo, no parecía alcanzarle para pilotar la nave culé. Tácticamente, aquellas dudas tenían sus explicaciones. Entre 2001 y 2004, a Xavi se le solía situar en el doble pivote, justo al lado de Philip Cocu. El holandés había destacado como interior goleador, llegando a jugar en ocasiones hasta de delantero centro con Holanda. Lo que se dice un mediocentro puro desde luego no era. La otra pieza troncal del proyecto, Rivaldo, era en esencia una máquina individual gana-partidos que nada quería saber de sus compañeros. Así pues, solo Kluivert y Saviola hablaban el mismo idioma asociativo que Xavi, al que seguían usando como pivote y que sufría la comparación diaria con Guardiola. “No da los pases largos como el Pep”, decían. Y era cierto, sin reparar que Xavi era una cosa distinta. Xavi no quería dirigir el juego sentado en una silla como su maestro. Xavi necesitaba volar libre.
La crisis del club y la comparación con Guardiola nos ocultaron por un tiempo lo que de verdad era Xavi
La historia coloca el curioso nombre de Davids como causa del hallazgo. Contamos un poco cómo fue. Barcelona vivía días de ilusión. Joan Laporta había sido elegido presidente y traía consigo aires de cambio. Ronaldinho,Con Rijkaard llegó la libertad que necesitaba la nueva estrella, contagiaba sonrisas a toda Cataluña mientras Frank Rijkaard, el nuevo técnico, generaba expectativas positivas pese a su escaso bagaje como entrenador. A pesar de ello, la cosa no tardó en fastidiarse. El Barça perdía y perdía, con Xavi sumido en la dinámica de los años anteriores. Como Antic, Serra Ferrer o Rexach, el estratega holandés colocaba a Xavi en una formación 4-2-3-1, pegadito a un Cocu cada vez más veterano y mermado físicamente. Frank, de corazón italiano, demandaba músculo, alguien que robase los balones que Xavi y el propio Philip no robaban. De la Juventus llegó Edgar Davids, apodado el Pitbull por motivos evidentes. Aquel fichaje trajo una serie de modificaciones en cadena: el equipo empezó a usar el 4-3-3, Ronaldinho pasó a la banda y Xavi avanzó unos metros sobre el campo. Tres modificaciones que a punto estuvieron de significar una remontada histórica, y que dejaron todo listo para la siguiente campaña.
El viraje táctico de Xavi a menudo se ha resumido con la frase “adelantó su posición sobre el campo”. Siendo cierta, la sentencia es imprecisa. Para Xavi, ese cambio supuso principalmente un motivo de libertad. Libertad de movimientos y libertad intelectual. Xavi seguía dando pases en la zona del mediocentro, pero ahora2004 trajo la primera de sus tres explosiones podría elegir cuándo bajar a darlos y cuándo irse arriba al ataque. Con el fichaje del creativo Deco y la eclosión de Márquez como pivote, Xavi descubría por primera vez lo que era la felicidad con la camiseta del Barça. Era aquel un centro del campo de movilidad permanente, un triángulo en el que los vértices podían intercambiar su ubicación en cualquier instante. Ver a Xavi sacar la pelota con Márquez situado entre líneas era algo común. La figura del cerebro catalán vivía la primera de sus tres explosiones como futbolista; llegaron los primeros pases de gol en noches grandes (ojo a este ante el Milan) y las buenas palabras del entorno. Dicho esto, ese Barça de Rijkaard tampoco era absolutamente perfecto para él, y era fácil entender por qué. Por un lado, el Barcelona atacaba casi siempre por el sector izquierdo, el de Ronaldinho y Deco. Eso dejaba a Xavi con una cuota de protagonismo algo inferior, obligado en muchas ocasiones a pedirla muy adelantado. Por otro lado, el equipo usaba el balón largo en no pocas ocasiones. Del Márquez central a Ronaldinho, de Ronaldinho a Giuly o Samuel Eto’o. Xavi las veía volar por el aire. Detalles relevantes, pero que en ese momento distaban de entristecerle. Su juego se parecía por fin al de una estrella.
(8 de marzo de 2005. Stamford Bridge. Vuelta de los octavos de final de la Champions League. Con 0-0 en el marcador y el Barcelona virtualmente clasificado, Xavi pierde una pelota en zona de máximo riesgo. El Chelsea anota el 1-0. Los de José Mourinho lograrán la clasificación para la siguiente ronda. A Xavi Hernández ese error le marcará para siempre).
Fue entonces, tras alcanzar la gloria en París, cuando aquel conjunto brillante dejó de correr. Lo que antaño era una orgía de movimientos colectivos dio paso a la decadencia. Ronaldinho dejó de encarar, Eto’o cayó lesionado y la medular se volvió estática, algo que hirió de muerte a Xavi, pues a diferencia de otros como el joven Iniesta, él no podía realizar grandes jugadas individuales. Así, entre 2006 y 2008, Xavi perdió gran parte de su prestigio. Para todos menos para un hombre: Luis Aragonés.
No fue una exhibición desde el primer día. España cargaba una mochila llena de fracasos, resumidos todos en la famosa barrera de los Cuartos de final. Pero cuando dicha barrera cayó ante Italia, ya solo hubo motivo para el disfrute.La Eurocopa 2008 fue su segundo salto de nivel España alternó en aquella Eurocopa entre dos sistemas: el 4-4-2 y el 4-5-1, dependiendo de si jugaba Villa o de si lo hacía Cesc. Eso significaba que Xavi regresaba al doble pivote que tanto había limitado su juego en el pasado. ¿Cuáles eran las diferencias? Básicamente, todas. Por un lado, a su lado surgió un Senna convertido en divinidad, una mezcla pocas veces vista de rigor defensivo, colocación y toque fácil. El hispano-brasileño nunca molestaba a Xavi, al contrario; le daba exactamente lo que necesitaba en cada fase del juego. Y luego estaban los de delante. Una batería de jugadores de similar ADN futbolístico que destacaban por la facilidad para moverse: Silva, Iniesta, Cesc, Torres… En aquel ecosistema, Xavi podía flotar por mil sitios, no tenía limitación táctica ni de talento. Su segunda mitad ante Rusia es una oda a la circulación y al pase, una actuación histórica dentro de este deporte. Todo quedó aglutinado en su gol: Xavi inicia la jugada en el círculo central. Abre a banda y se mueve. Espera entre líneas y recibe. Toca y rompe al área. Y gol. Cincuenta metros de campo, abajo y arriba. ¡Movimiento!
Muy por encima de la táctica o el modelo, el primer año de Guardiola como entrenador se basó en el aspecto mental. Su revolución conceptual llegaría más tarde. Antes de nada, había que recuperar la alegría en un vestuario entristecido desde hacía un par de años. Para ello, Guardiola usó todas las triquiñuelas mentales que pudo; se aprovechó de un Eto’o picado, se agenció rápidamente la confianza de Leo Messi… y tiró de Xavi, en su cima de prestigio tras ser nombrado MVP de la Eurocopa. Muy pocos lo recuerdan ya, pero el Barça del Sextete era sobre todo un equipo vertical, de ritmo infernal. Un conjunto que liquidaba los partidos en media hora a base de aplastar al rival. Alves, Eto’o, Messi o Iniesta iban a mil por hora… y Xavi también. Un Xavi que regateaba y metía pases punzantes sin parar. Miren y recuerden.
Tras la locura de 2009 llegó la evolución. La última transformación de Xavi Hernández. La treintena y la madurez del proyecto Guardiola nos trajeron al Xavi más grande, al que finalmente ha trascendido como uno de los mejores medios de todos los tiempos. Hablamos de ese interior ultra-pasador, de presencia2010: el último escalón. El modo leyenda masiva en la creación, capaz de realizar más de 130 combinaciones en 90 minutos gracias a su ya famosa movilidad sobre el campo. El auge informático nos revelaba lo que llevaba diez años sucediendo: que Xavi no paraba quieto jamás, recorriendo una media de más de 11 kilómetros por encuentro. Y todo sin perder nunca la pelota. Nunca. Como manifestaría más tarde en una entrevista, aquel balón perdido en Stamford Bridge en 2005 había supuesto un martirio para su conciencia. Perderla era fallar al equipo y eso no estaba dispuesto a repetirlo. Entre 2010 y 2011 nos sobrarían ejemplos para ilustrar el dominio de Xavi Hernández sobre un terreno de juego, pero quizás la cima la vivimos precisamente en otro campo de Londres. Durante 60 minutos, el Barça coqueteó con la perfección estética y colectiva. Xavi directamente la alcanzó. Ya era una leyenda.
2015 ha significado un nuevo triplete para el Fútbol Club Barcelona. Los de Luis Enrique lo ganaron con el estilo inherente a la casa culé, pero alejados de los rasgos más reconocibles del ciclo Guardiola. A sus 35 años, Xavi acabó adoptando el papel de revulsivo, ese hombre que sale con 2-1 ante la Juventus o el Real Madrid y tiene un efecto positivo. Un rol modesto pero valioso, relacionado con su inteligencia superior para con el juego. Aun así, Xavi no quiso irse sin dejar un epitafio para el recuerdo. Fue en San Mamés, en una de las exhibiciones ofensivas más potentes del tricampeón. Aquella noche Xavi jugó de interior izquierdo, una zona que jamás había ocupado en su carrera por razones lógicas: era el lugar del campo menos propicio para sus características. Para deleite de todos, Xavi completó un partido espectacular, pleno de ritmo, primeros toques, juego de espalda y llegada. El genio, más que adaptarse a la velocidad colectiva, la mejoró. Sin pases, solo con movimiento. Como siempre.
“Sin mis compañeros no soy nadie. Necesito que ellos se muevan. Si no se mueven estoy muerto” (Xavi Hernández).
Friedrich Nietzsche 11 agosto, 2015
Felicidades David León,…chapéu!