1- MATADORES DE DRAGONES.
“El Terminator jamás se detendría, jamás le abandonaría y jamás le haría daño. Siempre estaría allí, y moriría para protegerle. De todos los posibles padres que vinieron y se fueron año tras año aquella cosa… aquella máquina era el único que daba la talla. En un mundo enloquecido era la opción más sensata”. Sarah Connor, en ‘Terminator 2: El día del Juicio’ (J. Cameron, 1991).
Cantan unos versos medievales que la retaguardia franca se vio sorprendida por el enemigo en una expedición al sur de los Pirineos. Ante la amenaza de verse rodeados en medio del agreste desfiladero el sensato Olivares aconsejó a Roldán, favorito de Carlomagno y capitán de las tropas, hacer sonar el olifante para alertar a la vanguardia franca sobre su precaria situación. Pero Roldán rehusó la propuesta de su compañero de armas y se enfrentó sin ayuda a un enemigo al que no podía vencer. Cuando el impetuoso héroe, al fin, hizo sonar su gran cuerno, el sonido llegó tarde para rescatar a la retaguardia carolingia y su eco rebotó estruendoso entre las paredes de roca. No para reclamar un auxilio ya inútil, sino para llevar a todos el último aliento de los caídos en Roncesvalles.
Los mayores héroes de la épica antigua están cortados por un mismo patrón: individuos excesivos en sus formas y apetitos, que destacan por su fortaleza y arrojo, y evidencian un desprecio considerable por sus propias vidas y las de aquellos que les rodean. Nada que ver con la prudencia y el sentido cívico de Olivares, mera comparsa en la epopeya carolingia. Ni con Héctor, sereno defensor de su gente, cuyo cadáver fue humillado por el brutal Aquiles ante las murallas de Troya. Los grandes héroes épicos son figuras difíciles de encajar en la sociedad porque su ambiente es el conflicto, la guerra y la aventura que encuentran más allá de los muros de la ciudad, en el reino de lo salvaje. Enfrentarse a los monstruos que acechan a la civilización, y no tanto construirla o preservarla, es su verdadero cometido.
Estos héroes fueron cayendo en el olvidoA medida que la sociedad ganaba terreno a los misterios de la naturaleza, no obstante, el sentido de estos héroes destructores cayó en el olvido. Devinieron incómodos, incluso fueron perseguidos por sus excesos. Las nuevas épicas de origen culto, que ya no eran el producto de la tradición popular, sino obras proyectadas por los poderes políticos emergentes, promocionaron un modelo de héroe más prudente y reflexivo. Príncipes y reyes, más que guerreros. Los Eneas y Arturo, constructores de reinos y ciudades, ocuparon el lugar de los Hércules y Beowulf, matadores de dragones, y la historia avanzó hasta nuestros días al amparo de unos referentes más civilizados.
Pero incluso el fastuoso alumbrado de la civilización moderna extiende sombras tras las esquinas y en sus propios callejones. Un buen día, la ciudad descubrió que los viejos monstruos no habían sido destruidos, que se habían adaptado a vivir y crecer en la jungla de asfalto. La sociedad gritó ante esta revelación, presa del miedo y la ansiedad, y su eco rebotó estruendoso entre las paredes de cristal. No para pedir auxilio a los héroes serenos del mundo civilizado, sino para despertar de su letargo a los ejecutores de antaño.
2- CANALIZAR EL DOLOR.
“Yo no había pedido esta mierda. Los problemas habían venido a mí, en grandes y oscuros enjambres. Los buenos y los justos eran como el polvo de oro en esta ciudad. Yo no me hacía ilusiones, no era uno de ellos. No era un héroe. Sólo yo, una pistola y el delincuente. Mis opciones se habían relegado a un solo camino.” Max Payne, en Max Payne (Remedy Entretainment, 2001).
El FC Barcelona necesitaba un matador, capaz de embarrarse al servicio de Leo Messi, para reestructurar un ataque que se había vuelto demasiado previsible. Como si de una película de acción se tratara, el club catalán estaba tan desesperado que acudió a una suerte de pacto con el Diablo. De mantenerse fiel a los clichés habituales del género, algún responsable de la planificación deportiva azulgrana habría afirmado en algún momento: “Luis Suárez es nuestro hombre”. Otros se habrían opuesto escandalizados, temiendo más la fama conflictiva del futbolista -sancionado por morder a Giorgio Chiellini en un lance del Mundial de Brasil- que las dificultades por las que pasaba su propio equipo. La discusión habría terminado de forma tajante: “Da igual lo que haya hecho. Es el mejor y lo necesitamos”.
El cine de acción moderno fue tomando forma a lo largo de los años setenta para consolidarse en plenos ochenta. Fue una vuelta de tuerca visceral a los principios establecidos por el cine negro, que en la edad dorada de Hollywood se encargaba de mostrar al público los recovecos criminales de las ciudades de la primera mitad del s. XX, cuyo provenir ya no era observado -tras el crack del 29- con la inocencia y el optimismo de los felices años veinte. El progresivo desarrollo de una sociedad más desigual y conflictiva fue determinante en el desencanto sobre el brillante futuro postindustrial que algunos habían pronosticado. Según se acercaban los años ochenta y sus duras circunstancias socio-económicas los viejos relatos de robos y gángsters, acotados a espacios y protagonistas muy concretos, entregaron el testigo a una violencia transversal que se adueñaría de la ciudad en pleno para escenificar la ansiedad de sus habitantes.
Aquellos eran los años de Harry el sucioHabían llegado los tiempos de «Harry el sucio» (1971), un duro policía enfrentado a un psicópata que elige sus víctimas al azar. Este componente tangencial iría un paso más allá en «El justiciero de la ciudad» (1974), otro film clave en los orígenes del género, en el cual un ciudadano cualquiera se entrega a la persecución de todo tipo de delincuentes para vengar la terrible agresión de su esposa y su hija en manos de unos atracadores. La creación de vengadores urbanos siniestros y expeditivos no fue privilegio del cine en esos tiempos convulsos, sino una tendencia generalizada en todos los espacios de la misma cultura popular que muchos siglos atrás había dado forma a los héroes matadores de monstruos. Mack Bolan, el justiciero protagonista de una exitosa serie de novelas ligeras, sirvió de inspiración al guionista Gerry Conway para crear, en las páginas del risueño Spider-Man, uno de los personajes más oscuros de la historia del cómic de superhéroes.
Tras la trágica muerte de su familia en manos de unos criminales Frank Castle se convirtió en The Punisher (“El Castigador”), azote de cualquier delincuente que se cruzara en su letal cacería: “si eres culpable, estás muerto”, sería su lema. Esta violenta pulsión ha sido argumentada como la vía de escape para el dolor que constriñe el alma del personaje, del mismo modo que los familiares y conocidos de Luis Suárez, apodado “el depredador”, no dudan en señalar una infancia traumática como la raíz de los extraños arranques de agresividad que han llevado a este implacable finalizador a morder a tres compañeros de profesión a lo largo de su carrera.
3- EL ALMA DEL GUERRERO.
“¡No tengo tiempo para sangrar!” Sargento Blain Cooper, en Depredador (J. McTiernan, 1987).
El padre de Luis Suárez abandonó a su familia cuando el muchacho contaba nueve años. En el hogar quedaron una madre, siete hijos y unos míseros ingresos. El futuro futbolista del FC Barcelona hizo de todo para salir adelante y las calles de Montevideo le descubrieron demasiado pronto la bebida y todo tipo de conflictos. Su incipiente carrera futbolística parecía condenada al fracaso hasta que se cruzó en su camino la salvación de todo héroe de acción que se precie de serlo: un amor de película.
Frank Castle adoraba a su esposa y a sus hijos y habría hecho cualquier cosa por salvarlos. Como John Mclane («La jungla de cristal», 1988), que encuentra a las grandes mujeres de su vida en medio de todos los entuertos que debe resolver, y Willam Munny («Sin perdón», 1992), que transmutó de villano a justiciero por amor a su querida Claudia. De una forma u otra, el dolor y el sacrificio marcan la relación de los héroes de acción con sus seres más queridos, que ejercen a su vez de terapia y remanso de paz para unos individuos cuya predisposición al conflicto hace muy difícil, de otra forma, su encaje en la sociedad. El asesinato de su prometido y de la vida que crecía en su propio vientre desataron la cólera de la Mamba Negra («Kill Bill», 2003) del mismo modo que la muerte de su amado Patroclo enfureció al poderoso Aquiles en los versos de la Ilíada.
Suárez tuvo en Sofía la motivación para crecer en todos los sentidosLuis Suárez asegura haber recorrido 21 kilómetros a pie para visitar a la que hoy es su esposa. Tenía quince años y muy pocos medios. También viajó sin blanca a Barcelona cuando la joven Sofía se mudó allí con su familia. Según se prolongaba la estancia de su amada en el viejo continente el futbolista comprendió que sólo había una forma de poder estar con ella: ser lo bastante bueno como para despertar el interés de algún club europeo. A falta de la compañía de su pareja el otrora disperso y problemático Luis Suárez se entregó en cuerpo y alma al fútbol y pronto pudo recoger los frutos de tanta dedicación. Cuando el FC Groningen lo trajo a Europa la mujer que le había enseñado que él “no era burro, solo que no tenía ganas de hacer las cosas” se reunió con él en Holanda.
Incapaz de asumir la pérdida de su familia, Frank Castle ya era todo un veterano de guerra cuando asumió la identidad de Punisher. Privado del equilibrio emocional que le aportaba su difunta esposa, el ex-marine canalizó su furia en el combate, una disciplina que le sirvió para declarar una guerra de un solo hombre contra el crimen al tiempo que concentrarse en una actividad tan exigente, como en el caso de Luis Suárez, mantenía su tormentoso espíritu en los ambiguos límites de la cordura. Clint Eastwood, Charles Bronson o Lee Marvin («A quemarropa», 1967) protagonizaron los primeros pasos del cine de acción moderno: todos eran veteranos del western y el cine bélico, los géneros clásicos que inspiraron los montajes de las nuevas películas de tiros. En parte pistolero solitario, en parte disciplinado soldado, el héroe de acción es un guerrero al que se le niega un campo de batalla convencional.
4- TRAS LAS LÍNEAS ENEMIGAS.
“Están enfrentándose a un hombre que es un experto en la lucha de guerrillas; ese hombre es excepcional con armas de fuego, con el cuchillo, con sus propias manos. Es un hombre que está entrenado para ignorar el dolor y las condiciones climatológicas, vivir de lo que da la tierra, comer cosas que harían vomitar a una cabra; en Vietnam la misión de mis hombres era eliminar a ciertos enemigos. ¡Matar! ¡Y punto! Matar o morir. Y Rambo era el mejor”. Coronel Samuel Trautman, en Acorralado (T. Kotcheff, 1982).
La aparición de Punisher supuso tal impacto contracultural que Marvel le reservó, en primera instancia, un rol de villano. Pocos meses antes, la muerte de Gwen Stacy en las mismas páginas de Spider-Man había marcado lo que el crítico Julián M. Clemente ha definido como un “momento de ruptura definitivo” en el cómic de superhéroes. Los tiempos estaban cambiando, pero en febrero de 1974 la industria de las viñetas todavía no había asimilado las nuevas tendencias de la violencia cinematográfica. Regidos por la estricta corrección política del Comics Code, un sello de autocensura que las editoriales estadounidenses incluían en sus publicaciones, los superhéroes no mataban a la gente.
Fue muy criticado en su paso por InglaterraEl paso de Luis Suárez por el fútbol inglés no fue menos controvertido. La Premier League también trató al futbolista uruguayo como un villano y no fueron pocos los comentaristas que se alegraron de despedirlo tras su última temporada en las islas. El motivo es evidente: como Punisher, objeto perenne del desprecio del resto de la comunidad superheroica, el delantero trajo su propia justicia a un contexto que se regía por otras reglas. Luis Suárez reclama para sí mismo el mito de la garra charrúa como argumento competitivo. Nacido a raíz del triunfo de una Uruguay magullada sobre una lustrosa Argentina en el Campeonato Sudamericano de 1935, el concepto se inspiró en el viejo espíritu combativo de los nativos charrúas para definir, en palabras del antropólogo Daniel Vidart, una “fuerza sacada de la flaqueza, un poder masculino que brota de la «pierna fuerte»”. Es decir, hacer todo lo que sea necesario para ganar.
Las broncas, tretas y agresiones de Luis Suárez, cuestionadas también en el ámbito internacional, fueron juzgadas con particular rigor en la cuna del deporte rey, tan celosa de la pureza ética en el juego. A su manera, el delantero cometió verdaderos crímenes contra el fútbol inglés de la misma forma que los actos de Punisher vulneran los principios clásicos de los superhéroes y su concepción idealizada de la lucha contra el mal. Juez y verdugo en la mejor tradición del «Juez Dredd» (1995), Frank Castle ejecuta criminales a diestro y siniestro y su actividad en los barrios bajos muestra situaciones muy similares a las problemáticas del mundo real así como el fútbol de Luis Suárez traslada al césped de la élite los recursos más indecorosos de una improvisada cancha callejera. “Es malísimo jugando al parchís”, afirma Javier Mascherano sobre su compañero uruguayo, porque “no puede hacer nada; no se puede tirar, pegar patadas…”. Unos métodos poco ortodoxos que le han valido algunas sanciones ejemplares por parte de las autoridades competentes.
No es raro que los héroes de acción sean perseguidos por la ley y su conflicto con todo principio de autoridad está a la orden del día. El ex-Fuerzas Especiales Snake Plissken (1997: rescate en Nueva York, 1981) cruzó una línea prohibida e iba a ser encerrado por ello en la misma prisión en la que le encomendarían una última misión redentora. Su aspecto icónico, marcado por un parche en el ojo, la barba descuidada y media melena, fue homenajeado por el personaje de videojuego Solid Snake (Metal Gear), un agente que vela por la seguridad mundial desarrollando operaciones encubiertas al margen de la ley convencional. En 2011 Greg Rucka y Marco Chechetto escogieron el mismo estilismo para Punisher cuando se les encargó reinventar las polémicas actividades del Castigador.
5- DE ARMAS TOMAR.
“¡Tenemos misiles tácticos inteligentes, armas de plasma, rifles de pulsos, RPGs, tenemos rompepelotas sónico-electrónicos! Tenemos armas nucleares, cuchillos, palos afilados…”. Soldado Hudson, en Aliens: el regreso (J. Cameron, 1986).
Punisher no lleva máscara y viste un oscuro equipamiento militar en el que sólo destaca una calavera blanca de prominentes incisivos, amenazantes como la dentadura de Luis Suárez, que en su diseño original se alargaban hasta el cinturón para convertirse en cartucheras. Porque Punisher necesita muchas balas. El héroe de acción no tiene poderes, su virtud es llevar al extremo las habilidades que cualquier individuo puede desarrollar, y en esa tesitura las técnicas de combate adquieren una relevancia extraordinaria. A veces el propio cuerpo es su mejor arma, como en las películas de artes marciales, pero en la mayoría de los casos lo mejor es seguir el ejemplo de Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone y armarse hasta los dientes.
Suárez y el Castigador no pretenden ser un símbolo, sino cumplirLas gestas de “el pistolero” Luis Suárez también se glosan en términos balísticos. Como buen artillero, se sirve de disparos, obuses, misiles y cañonazos para rematar la faena, fusilar la portería enemiga y matar el partido con sus goles. Es un finalizador entregado a un credo competitivo en el que la derrota del adversario equivale a la ejecución del malechor en la cruzada de Frank Castle. Sendos objetivos requieren métodos expeditivos y un gran sacrificio personal. Los verdaderos hombres de acción no son antihéroes teatrales que esconden firmes escrúpulos tras una máscara amenazante, ni capitanes idealistas como sus tan admirados Steven Gerrard y Steve Rogers, cuyos sacrificios nunca empañan su dignidad. El uruguayo y el Castigador no pretenden ser un símbolo: se sumergen en la oscuridad, terminan el trabajo y emergen embarrados hasta las cejas.
El concepto de trabajo sucio tiene mucho que ver con el oficio del nueve. El delantero centro actúa en territorio rival y sostiene peleas desiguales en el corazón del área adversaria. Intenso y útil a su equipo en todo momento, Luis Suárez no es uno de los mejores del mundo por exhibir capacidades extraordinarias, sino por ser muy bueno en todos los aspectos de su trabajo: el uruguayo es un manual con piernas infatigables y su calidad se adapta como ninguna a los contextos más embarullados. En «Punisher: War zone» (2013) Frank Castle mantiene en jaque a los mismísimos Vengadores, los “héroes más poderosos de la Tierra”, cuando intentan poner fin a sus sangrientas actividades. La trepidante persecución, como el dominio que Luis Suárez ejerce sobre todos los rebotes que lo circundan, ilustra la tremenda eficacia de estos ejecutores al enfrentar todo tipo de adversarios, algunos muy poderosos, sin más recursos que su cuerpo magullado, el oficio guerrillero y un pequeño arsenal al servicio de su férrea resolución.
“Hay delanteros a los que nos gusta dar un gol, ayudar al equipo en todo lo que se pueda”, afirma un astro sin ansia de protagonismo, dispuesto en todo momento a ejercer el rol que más convenga a sus compañeros. Frank Castle y Luis Suárez no son héroes en el sentido más estricto del término, pero su capacidad de sacrificio por una causa mayor no tiene límites, y a veces esto es lo único que importa. “¿Qué crees que voy a hacer?”, pregunta el rudo Cameron Poe al agente Larkin del FBI, que lo observa entre fascinado y temeroso en la recta final de «Con Air» (1997). El ex-marine, encarcelado a causa de un trágico arranque de agresividad, ha saboteado el intento de fuga de unos peligrosos convictos y ahora se dispone a enfrentarse a ellos para terminar el trabajo: “Voy a salvar este maldito día”, sigue resuelto. Alguien tiene que hacerlo.
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@miguelalarconfd 6 junio, 2015
Madrugar y encontrarse con esto. Increíble, trabajo digno de la final de Champions. Que comience el día más largo del año, que así da gusto!