Primavera de 2003, Milán. Giorgio, rossonero, corría por una calle empredada en calzoncillos y con una bandera roja y negra amarrada en el cuerpo a modo de capa. Pietro, neroazzurro, reposaba estupefacto. No era la llamativa carrera de su vecino lo que lo desconcertaba sino la razón detrás de ella. El Milan acababa de ganar la Copa de Europa, pero la desazón interista no terminaba allí. Para asombro de los tifosi de la ‘bienamada’, dos de los estandartes del triunfo de su máximo rival eran un muchacho flaco y tímido que hasta entonces había vívido de expectativas nunca cumplidas, y un mulato portentoso que en Italia era más famoso por escándalos que por lo que hacía con la pelota. Andrea Pirlo y Clarence Seedorf habían fracasado con estrépito vistiendo la camiseta del Inter de Milán y allí estaban, celebrando una Champions más para su archirival. ¿Que cómo habían llegado de un punto al otro? Seguramente las razones mitológicas detrás de lo que Enric González llamó ‘Glorias del Inter’ y el sino tragicómico de la institución son fuente suficiente para resolver el acertijo; sin embargo, también existieron motivos tácticos que pueden resolver el enigma.
Pirlo y Seedorf, leyenda del Milan; fracasos en el Inter
Andrea Pirlo, de mediapunta a mediocentroLa historia más conocida es la de Andrea Pirlo. El hoy barbudo mediocampista juventino era uno de los jóvenes más prometedores de Italia cuando en 1998 lo fichó el Inter. Se trataba de un fantasista de escuela, un prodigio esquelético de técnica sublime y obsesión por el pase maravilloso. Jugaba de mediapunta, posición que en el Inter ocupaba su ídolo Roberto Baggio. Incapaz de tener minutos con tal competencia, Pirlo fue cedido al Reggina y al Brescia sucesivamente, club este en el que viviría un punto de inflexión en su carrera: fue pasado a la posición de Regista. Pasó que en Brescia Pirlo se había vuelto a encontrar con Baggio como compañero y Carlo Mazzone, entrenador del equipo, para poder contar con ambos talentos en el once inicial había decidido retrasar a Andrea. El experimento no funcionó muy bien y de hecho el seleccionador italiano del momento criticó el mismo diciendo que era como poner a Zico justo delante de la defensa. Aun así, alguien en Milanello tomó nota y decidieron apostar por el futbolista por quien el Inter ya no daba un céntimo. El motor de Demetrio Albertini se estaba acabando y nadie tenía idea de como volvería Redondo de la lesión. Necesitaban un mediocentro y vaya si lo encontraron. Tras un año en el que fue suplente de un Milan que navegaba entre el 5-3-2 y el 4-4-2 con rombo asimétrico, y que aprovechó para ganar un poco de músculo y fuerza, Pirlo asumió la 2002-2003 como el cerebro del equipo para convertirse en el mejor mediocampista italiano de su generación.
Seedorf quería ser cerebroEl caso de Seedorf fue parecido. Llegó a Milan despachado de Madrid y en franca pelea con el entrenador blanco que no lo ponía y si lo hacía era pegado a la banda derecha. Seedorf era centrocampista. Y no uno cualquiera, sino un centrocampista mandón. O ese quería ser. Criado en un Ajax donde era el interior de control de juego, acompañando por Davids como perro de presa, se encontró en Madrid con dos problemas para cumplir su deseo: Fernando Redondo, el mediocentro más protagonista con balón, y Fabio Capello, quien vio en él su nuevo Marcel Desailly. Se adaptó con facilidad, pues poderío físico siempre le sobró, y rindió decentemente hasta que se le dio por tener una crisis identitaria y se fue en busca de su verdadero yo. En Meazza, empero, tampoco lo encontró. En la temporada y media que jugó en el equipo de Moratti fue lanzado nuevamente a la banda y, para colmo de males, no tenía a quien pasarle la pelota en un mediocampo que completaban Zanetti (Cristiano), Di Biagio y Recoba. El Milan volvió a detectar la oportunidad, Ancelotti lo ubicó como interior izquierdo y creó a uno de los mediocampistas más dominantes de su era.
En suma, Pirlo y Seedorf no triunfaron en el Inter porque jugaban fuera de foco. El fútbol es un deporte tan diverso y vive de ecosistemas volátiles conformados por seres humanos maleables. Cambios pequeños pueden afectar drásticamente el rendimiento de los jugadores. Un cambio de enfoque puede convertir un fracasado en estrella o un buen jugador en crack histórico. No deja de ser curioso que en el Inter casi siempre se equivoquen.
@Alex_Fuentes98 20 abril, 2015
¡Qué gran artículo compañero!
Ese Milán ha sido uno de los mejores equipos que he visto, vaya maquina de competir y qué lástima para ellos la final de Estambul.
Pocos equipos recuerdo con un once tan plagado de leyendas del fútbol. Mínimo había 5-6 cracks de la historia, ojo.