«La luna de Basilea», como la denominó Chema R. Bravo, nunca brilló con más intensidad de lo que lo hizo en Old Trafford, White Hart Lane, Stamford Bridge o en la visitadel Bayern a St. Jakob Park. En aquellas noches europeas, en las cuales no sólo debió hacer frente a la calidad del rival, sino también a su experiencia e historia, el FC Basel se hizo un hueco en la élite del fútbol europeo, en los medios de comunicación y, sobre todo, en los corazones de muchos aficionados con ganas de empatizar con el underdog de turno. El equipo suizo lo tenía absolutamente todo para enamorarse de él. Era un club centenario de una liga menor, manejaba una política de fichajes atractiva, practicaba un juego bastante vistoso y, sobre el terreno de juego, mostraba una capacidad de sufrimiento pocas veces vista. Ante los asedios de un Chelsea de Mourinho que cayó por partida doble (1-2 & 1-0), de un Tottenham de Gareth Bale eliminado en la tanda de penaltis (2-2 & 2-2), de un Manchester United de Alex Ferguson que llegó a realizar 21 remates (3-3 & 2-1) y de un Bayern Munich de Robbery sorprendido en toda una ida de los octavos de final (1-0), los suizos abandonaron la neutralidad para defender sus ventajas tras una corajuda muralla defensiva con muchos protagonistas y un único héroe: Yann Sommer (1988). El portero de Morges, llegado a la cantera del Basel con 15 años y titular en el primer equipo desde los 20, se alzó en cada una de estas grandes citas de forma contundente sobre el resto de futbolistas, compañeros o rivales, para mantener a salvo lo que Salah, Xhaka, Shaqiri, Streller o Frei habían conquistado. Y lo hizo chocando, saltando, mandando y liderando con la determinación que sólo un guardameta de apenas 183 centímetros de altura podría mostrar.
Este verano abandonó Basilea rumbo a Mönchengladbach por 8 millones de euros.
Su fichaje por el Borussia Mönchengladbach no sorprendió a nadie. El lugar dejado por el talentoso Marc-André ter Stegen pasaba a estar cubierto por un guardameta que, curiosa o no tan curiosamente, compartía con el alemán varias de sus virtudes y uno de sus grandes defectos. Algo lógico, por otra parte, ya que Sommer iba a afrontar un reto similar al que había servido de trampolín al ahora portero culé. Sobre esto y su importancia en la salida de balón, un aspecto clave en el conjunto del también suizo Lucien Favre, hablaremos más tarde, pero centrándonos en su respuesta a las necesidades de su nuevo equipo en transición y defensa posicional también hay que repetir lo que ya hace unos meses comentamos con Ter Stegen: el Gladbach es un conjunto que sabe tener el balón (53%) y que, cuando toca, también sabe presionar bien arriba (vs Bayern), dejando así la defensa bastante adelantada, pero por ello no sufre demasiados contragolpes ni tampoco ve penalizados los metros que deja a su espalda (foto). Esto se debe a que, además de cerrar siempre con tres hombres, el sólido doble pivote formado por Xhaka y Kramer desvía cualquier ataque del rival hacia la banda, minimizando así su impacto y reduciendo, por ende, la necesidad de intervención de su arquero (foto de abajo a la izquierda).
Dicho esto, a lo que hay que añadir que en Basilea tampoco era demasiado exigido en esta faceta, sobre todo en Europa, Sommer muestra todas las condiciones para sumar fuera del área: su posición siempre es activa, tiene una buena lectura de juego, está siempre concentrado, muestra una gran confianza en cada acción y, además, es muy rápido reaccionando. De hecho, cuando el Gladbach ya dibuja su 4-4-2 típico en defensa posicional (foto de arriba a la derecha), su posición sigue bastante adelantada. Así nunca queda fuera de la jugada por estar sobre la línea de gol, sino que permaneciendo en la frontal de su área pequeña está disponible para intervenir si, como se muestra en la siguiente secuencia, su equipo lo requiriese: Lampard filtra un balón a la espalda de una defensa mal alineada (foto1) y Sommer responde adelantándose con firmeza al desmarque de Eto’o (foto2). Resumiendo: sus equipos le han venido necesitando poco lejos de su marco, pero cuando lo han hecho allí ha estado.
Sommer compensa sus 183 centímetros de altura con concentración, colocación y agilidad.
En parte porque Yann Sommer es un auténtico líder. Le gusta mandar, le gusta dirigir y le gusta imponerse. Todo el rato, sin escatimar en gestos ni en gritos. Un tipo de portero con el que todos os habréis topado en alguna ocasión, al que habréis odiado durante el partido por «pesado» y al que después, tras el pitido final, ya en el vestuario, le habréis agradecido su ayuda y constancia. Este detalle se observa perfectamente y de forma muy gráfica en muchas de las acciones defensivas del Borussia M’Gladbach (foto de la izquierda), sobre todo cuando el rival gana línea de fondo y puede buscar el centro lateral, momento en el que Sommer indica y avisa de los hombres que entran (en especial al que tapa el lado débil), pero su capacidad de liderazgo impregna cada acción que realiza.
Lo impactante de este hecho es que Sommer lo consiga con su corta altura. Porque, antes de seguir con el análisis futbolístico, hay que remarcar de nuevo sus escasos 183 centímetros. Ni uno más, ni uno menos. Una cifra que también rondaban dos porteros que han marcado una época, como Iker Casillas y Víctor Valdés, pero a la que en esta ocasión no le acompaña un tren inferior tan potente. El suizo es ágil, eléctrico y sabe volar, pero no llega a todos los ángulos. En cambio, como consecuencia de la poca portería que ocupa y de que sus muelles no sean élite, su colocación y trabajo pre-parada es muy, muy bueno. Lo hace combinando dos facetas. La primera, más académica, consiste en achicar espacios hacia delante, reduciendo así el tamaño de la portería para el rival (foto de abajo a la izquierda). La segunda, mucho menos ortodoxa, es difícilmente clasificable pero muy fácil de describir: cuando el disparo es inminente, Yann Sommer adopta «la posición de la rana» (foto de abajo a la derecha). Flexiona mucho las rodillas, baja el culo, abre ligeramente los brazos y se prepara para actuar. Así, tras ganar impulso, le cuesta menos llegar a los sitios imposibles de una portería que antes ya achicó.
En base a este trabajo pre-parada, Sommer ejecuta todo lo demás. Es muy rápido en espacios cortos, muy ágil gestualmente hablando y bastante intuitivo a la hora de presentir la dirección de los disparos. Con estas condiciones, unido a lo particularmente bajo de su centro de gravedad, no es de extrañar que el portero del Borussia sea un especialista en los mano a mano. Sin llegar nunca a vencerse, los defiende como si de un defensa se tratara (tapando la dirección frontal a portería y orientando el desborde hacia fuera) hasta que ve posible meter la mano sin riesgo o el rival se ha quedado sin ángulo. Cualquier highlight sobre sus años en Basilea o sus meses en Alemania están repletos de manos a mano frustrados, como también de penaltis parados. Porque, en este arte nada azaroso, Sommer es un gran especialista. Ha salido victorioso en eliminatorias coperas, eliminatorias europeas y, por supuesto, en partidos de liga (siete en los últimos cuatro años). Resulta llamativo por no ser uno de esos porteros largos (Van der Sar) que llegan fácilmente de palo a palo, pero su velocidad de reacción es magnífica.
En lo que, desde luego, no destaca tanto, es en su técnica de parada. Bloca lo justo, orienta regular y deja mucha segunda opción. Si este problema no es tan penalizado como debería, porque realmente es muy acentuado y se repite con asiduidad, se debe de nuevo a su rapidez de movimientos y reflejos, que le permite recuperar la vertical con premura y rehacerse ante la presión del rival. Sea como fuere, esto no puede esconder lo que es su defecto más relevante como portero. En corregir y perfeccionar su técnica, ya sea blocando más u orientando mejor, está su gran margen de mejora bajo los palos.
Sin ser un privilegiado, el portero suizo es un notable activo en salida de balón. Sobre todo en corto.
Una vez mencionadas sus nociones tácticas, sus condiciones físicas y sus aptitudes técnicas, es el momento de hablar de su notable juego de pies. El equipo de Favre venía de disfrutar del talento, el desparpajo y la habilidad de Ter Stegen, lo que lógicamente había condicionado su salida de balón. El portero alemán era el protagonismo absoluto de la misma, orientado su sentido o acelerándola si fuera necesario. El primer pase era suyo y de nadie más, formando así una especie de lavolpiana como si de un mediocentro se tratara. Sin llegar a estos extremos, a los cuales sólo se acerca Neuer, Yann Sommer ha dado continuidad a este formato. El Gladbach suele abrir a los laterales e intenta iniciar con los centrales (foto). En el momento que no es posible, cosa que sucede casi siempre, los centrales dejan paso para que, según la altura, se incruste entre medias el propio Sommer o uno de los mediocentros (Xhaka o Kramer), que van rotándose. En el primer caso, que es el que nos atañe, el portero suizo muestra mucho aplomo. Se ofrece, pide el balón, lo para, levanta la cabeza y da el pase. Muchas veces, incluso, batiendo línea y saltándose a sus centrales. El mejor ejemplo lo encontramos en una jugada ante el Schalke que se divide en tres pasos. Primero: Sommer expulsa a Xhaka, que había venido para superar a los dos puntas (foto1). Segundo: los centrales se abren, aparece Sommer y los dos mediocentros tratan de generar líneas de pase (foto2). Tercero: Sommer, con un pase tenso y raso que no da ni un bote, asiste a Kramer, quien ya puede abrir al lateral para cruzar la medular (foto3).
Así explicado parece una jugada más. Incluso, una jugada fácil y sencilla. Pero en ella interviene la tranquilidad del portero, la confianza en él de sus compañeros y, sobre todo, ese pase tenso que por su riesgo necesita ser perfecto y que, en un porcentaje altísimo de las ocasiones, así termina siéndolo. Lo tiene completamente automatizado. Es parte de su repertorio. Sin embargo, Yann Sommer no es perfecto con los pies. Aunque la pega tanto con la buena (diestra) como con la mala (zurda), su envío a media y larga distancia no es tan preciso como debería. De hecho, ni siquiera termina de leer bien las situaciones. Usando términos golfistas, podríamos decir que el suizo tiene un gran juego corto, pero cuando debe usar la madera o el drive no logra generar tantas ventajas e, incluso, llega a salirse de la calle en más de una ocasión. Esto le impide ser todo lo completo que podría ser con los pies, pero en su favor hay que decir que cumple -y con nota alta- con lo que le pide/exige su actual conjunto.
Valiente y decidido, el guardameta del M’Gladbach cierra su área pequeña e influye más allá.
Para el final del análisis, como postre, hemos dejado el aspecto que convirtió a Yann Sommer en un héroe durante aquellas noches imborrables en las que el Basel rompió con la jerarquía establecida en Europa: su sorprendente juego aéreo. Pese a su físico lígero y los 183 centímetros de altura que le contemplan, los cuales convenía recordar por tercera vez, el portero suizo sabe imponer su ley en el área pequeña e, incluso, prolongar su dominio a la grande. Aun con todo, hay que decir que el suizo ofrece dos versiones: con y sin presión. En partidos y situaciones normales se mantiene en la media (alta), lo que no deja de ser un logro. El Gladbach, como hacía el Basel, defiende con un hombre en el segundo palo, un hombre con marca y el resto en zona (foto), a lo que Sommer responde dominando su espacio sin casi fallos. Desde 2013, ha ganado mucha fiabilidad y es cada vez más seguro. En jugadas con el balón corrido, más de lo mismo. Aparece cuando debe, como en esta acción ante el Chelsea en la que, en primer lugar, gana ventaja con su posición adelantada (foto de abajo a la izquierda) y, más tarde, reacciona sin dudar para imponerse con claridad por alto (foto de abajo a la derecha).
Pero cuando el marcador está apretado, el partido es clave y el cronómetro quema, su epicidad ya se dispara por las nubes. En este contexto los rivales acumulan mucho hombre en el área, sobre todo si son ingleses, con los consiguientes problemas para un portero. Sea grande o menudo, da igual, son 12 tipos en un espacio reducido cuando el balón está jugado y 18-19 si está detenido. Pero, para sorpresa de todos, sin que ya sea casualidad porque son varios los ejemplos a los que atenernos, Yann Sommer se impone guardando su marco con la ferocidad, el valor y la convicción de un líder. Lo hace por instinto y carácter, pero lo consigue también por habilidad. Su respuesta en estos escenarios recuerda a la que ha convertido a Felipe Reyes en el máximo reboteador de la historia de la Euroliga. No es el más alto, no salta más que nadie y no siempre está mejor colocado, pero cuando el balón sobrevuela el aro sabe chocar, hacerse su espacio y capturar el rebote. Lo mismo sucede con el arquero nacido en Morges. Es capaz de desplazarse entre tanto rival, aguantar los contactos sin caer y aun así ganar el suficiente espacio para, haciendo valer su condición de portero, evitar multitud de posibles remates en situaciones límite. Para ello, intentando no correr riesgos innecesarios, utiliza sobre todo su puño derecho. Un gesto que domina por completo y que, además, está cargado de un gran simbolismo. Con su puño, Sommer no sólo marca el camino y aleja el sufrimiento, sino que también celebra las victorias.
trocko79 19 febrero, 2015
Porterazo, como bien menciona el articulo en los momentos decisivos deja de ser un buen portero para transformarse en un muro infranqueable. Desde que lo vi hace unas 3 temporadas en varios partidos de competicion europea me llamo mucho la atencion y cada vez me gusta mas, siempre esta donde debe estar y transmite mucha seguridad. Uno de esos porteros que apetece vez y mas en eliminatorias exigidas.