El brillante partido celebrado en El Madrigal fue uno de esos habituales cuyo resultado no revela nada de lo acontecido, porque el fútbol es así. Quedó 0-1 pero vimos cinco palos y contamos muchos kilómetros en ambos onces; lo esperable en un encuentro tácticamente abierto y repleto de jugadores de calidad como el disputado entre el Villarreal de Marcelino, que jugó bien, y el Barça de Luis Enrique, que jugó mejor. El Barça está ilusionadísimo.
El Barça juega con energíaEs importante partir de ahí porque es lo crucial. En lo táctico se perciben ajustes prometedores y algún otro que genera más escepticismo, pero eso forma parte del segundo plano. Los culés saltan al campo con una expresión diferente en su rostro y con ganas de divertirse; una sensación muy, muy alejada de la sufrida profesionalidad que transmitieron los primeros choques con Tito o Tata Martino. Juegue horizontal como ante el Elche o a abrirse como ayer, los jugadores del Barça expresan paz. Luis Enrique lo ha logrado. Y era lo primero.
Marcelino permitió a Alves que centrase toda cuanto quisiera.
Yendo a las pizarras de anoche, el movimiento de apertura fue cosa de Marcelino: cambió su 4-2-2-2 habitual por un 4-3-1-2. O sea, por un rombo en el centro del campo. Se intuye que pretendió armarse con tres medios atrás para defender esa especie de triple falso 9 de Luis Enrique y, mientras tanto, mantener la amenaza contra Piqué y Mathieu con dos balas arriba. A efectos prácticos, la consecuencia más clara fue que Dani Alves se convirtió en el gran protagonista de la fiesta. Nadie lo defendía, recibía mucho el balón y conseguía profundidad cada vez que la buscaba. ¿Problema? Que un maestro de la defensa como Marcelino no regala nunca nada y si lo hace es porque tiene truco. Cada centro o pase de la muerte de Alves fue interceptado desde la lógica por la zaga amarilla. Sus hombres estaban súper atentos y tenían superioridad numérica de dos a uno.
El ataque azulgrana era un no parar durante los noventa minutos.
Si Alves abusaba del centro no era por gusto o por plan como en el pasado abril, sino porque en el resto de zonas no se creaba peligro. Ni en la izquierda ni en el centro. Y no fue producto de la labor local, pues el triángulo Bruno-Pina-Trigueros no funcionó tan bien como su técnico hubiera querido. Busquets y Rakitic colaban pases entre líneas y los atacantes recibían. Simplemente, ni Rafinha, ni Pedro ni Munir anduvieron finos. Les faltó chispa. Solo Leo generaba ruido, y aunque fuera Leo, estando solo, reajustar sobre él era relativamente fácil para un equipo que tenía tres piezas muy cerca y muy juntas. En cualquier caso, estando tan barato recibir en la frontal y con un 75% de posesión, el gol del Barça parecía fijo. Los cortes amarillos eran lógicos por la abundancia de jugadores pero más lógico todavía parecía que, tarde o temprano, uno de los chuts no fuese bloqueado.
Neymar pluralizó la creación de peligro azulgrana y resultó clave.
¿Y la contra del Villarreal? Bonita pero incompleta. Al contrario que contra el Elche, Luis Enrique liberó a sus interiores y no los fijó tan abajo. Rafinha, de hecho, ejerció casi de mediapunta, y a Rakitic le se vio en la banda como si fuera el Jarni diestro. Es decir, Busquets estuvo mucho más desprotegido y lo notó. Sin embargo, el Villarreal creó menos ocasiones de las que parecieron posibles visto el funcionamiento azulgrana porque le fallaron dos piezas: Cani y Gio. A Cani se le da mejor la banda que el centro y a Gio ser segunda punta que ser la referencia. Con Cheryshev haciendo del mexicano y el mexicano haciendo de Uche, los de Marcelino perdieron riqueza en su transición y mucha presencia en la definición. De todos modos, haciendo balance hay que dejar constancia de que el Barça no fue, ni mucho menos, tan sólido como contra el Elche en el Camp Nou.
Sí lo suficiente para llegar bastantes más veces de las que le llegaron y hacer tiempo hasta que salió Neymar, que cambió el choque. Formó parte del triple falso 9 con Messi y Pedro (luego Sandro) y empezó a producir. Diversificar la atención liberó más a Leo y en realidad fue el propio argentino quien firmó las ocasiones, y debe apuntarse que se le vio extrañamente lento en la ejecución del chut o el pase final, no se sabe bien por qué. Los pesimistas pueden esgrimir que aumentar su campo de acción le cansa y le resta frescura para definir, pero parece más prudente considerar que hoy es uno de setiembre y la temporada apenas comienza. Además, Leo es muy de coger la forma decidiendo partidos. Ya ha puesto al Barça líder en solitario. Es una de sus tradiciones veraniegas. Y falla poco.
Rafa 1 septiembre, 2014
Que bien le compite este equipo a los grandes, el año pasado en el Madrigal creó numerosas ocasiones contra el Madrid, y contra el Barça (aunque acabó perdiendo con dos goles en propia). Magnifico entrenador y magnifico equipo..
Su futbol merece más del resultado que obtiene en algunos partidos