La locomotiva imparable | Ecos del Balón

La locomotiva imparable


La sola idea encandiló al universo futbolístico colombiano. Una colosal masa de músculo ébano se prodigaba por los campos de fútbol del país casi que sin caber en ellos. Parecía un gigante jugando en canchas para niños pequeños. Freddy Rincón ocupaba todo el campo con una dinámica singular: un expreso rojo que jugando desde la primera línea de mediocampistas llegaba al área rival con la fuerza de un toro en estampida y, con el mismo entusiasmo y poderío, aterrizaba en el otro lado del campo a batallar en la recuperación del balón. Y tenía gol. No sólo pisaba la zona de aceleración con mucha frecuencia, sino que anotaba goles de todas las facturas. Era un espectáculo.

Rincón causó conmoción en Colombia por su estilo.

Rincón, aunque un adelantado a su tiempo, llegó tarde muchas veces. No sólo aparecía el último en el área para embestir el balón, sino que su carrera fue todo lo contrario a la precocidad. Con veinte años estaba jugando en el Atlético Buenaventura, un equipo de bajo vuelo de su ciudad natal, mientras varios de sus compañeros de generación ya eran nombres sonados en Colombia. Dos años después, llegó al Santa Fe de Jorge Luis Pinto y ahí comenzó el estrellato. Su fútbol era algo innovador, inesperado. Seis años antes de que Desailly aterrorizara el fútbol europeoF. Rincón era un adelantado a su tiempo, en Colombia habían encontrado un mulato que iba de arriba a abajo sin cansarse gracias a su poderosa zancada y que tenía dotes de mediocentro y delantero. Aunque en un primer momento, Maturana no le encontró un cupo claro en su equipo, el ruido de sus galopadas, ya en el América de Cali, alcanzó los decibeles suficientes para convencer al seleccionador. Fue en el último suspiro del partido más difícil del mundial de Italia 90′ que Rincón se ganó para siempre la idolatría de su nación con aquel gol a Alemania; y fue en las postrimerías del verano de 1995, cuando ya la juventud lo iba dejando, que Rincón recibió la que sería la gran oportunidad de su vida y la gran cruz de la misma: el Real Madrid.

Su historia es la de un futbolista impresionante que dejó un buen recuerdo en todos lados donde estuvo, menos en el pedestal más alto en el que fue avistado. Antes del equipo merengue, el ‘Coloso de Buenaventura’, como era llamado, ya tenía una trayectoria consolidada como puntal del fútbol mundial. En la selección Colombia de Valderrama, Rincón encontró el hábitat perfecto. Como aquel equipo era pausado y horizontal, su interminable desmarque de ruptura y movilidad aportaban profundidad sistemática al equipo por cualquiera de los tres carriles. Además, infatigable, corría los kilómetros defensivos que los otros hombres de ataque no corrían, y, fuerte como un roble, chocaba con los rivales e invencible recuperaba el balón. Cuando lo tenía en los pies, era un pasador rápido, amigo de la pared y con una técnica más que afortunada para un tipo de su planta. No era un gran regateador, ni siquiera muy rápido, pero su control de balón, unido a su larguísimo tranco, le permitían superar contrarios en el uno contra uno en carreras largas; mientras que en espacios cortos tenía una colección de amagues y pisadas que le daban tiempo y espacio para sacar a relucir su disparo de látigo.

Con Valderrama se entendía a la perfección.

Lo cierto es que para la época resultaba formidable y casi ciencia ficción. Años después, Patrick Vieira y Yaya Touré, aunque en formas y niveles distintos, dominaron la Premier League con un rol y características suficientemente similares para alimentar el recuerdo. Luego de la Copa América de 1993, fue adquirido por Parmalat y fue ubicado en el Palmeiras, una especie de Dream Team de la época, con la promesa de jugar después del mundial en la Serie A. Lo haría en el Napoli, y no el Parma, jugando bastante bien el difícil fútbol transalpino. El Real Madrid campeón de Jorge Valdano fijó sus ojos en él y lo fichó a mediados de Agosto por 400 millones de pesetas. El equipo blanco se llevaba a uno de los nombres más apetecidos del mercado, petición expresa de su entrenador, acostumbrado a jugar en un sistema de asociación y pases cortos como el de su nuevo equipo y con experiencia en una liga puntera de Europa. Nada podía anticipar que la contratación sería negativa, pero el pasar de los meses sellaron el fracaso de Rincón en España.

Las razones detrás del revés son fáciles de identificar. En primer lugar, el volante colombiano nunca estuvo cómodo en la capital, atacado desde el primer día por facciones racistas del club e incluso teniendo problemas con la dieta ibérica. Asimismo, llegó a una semana del primer partido oficial, en el que fue titular, sin ritmo alguno de competición. Su adecuación al equipo fue traumática no sólo por eso, sino también por lo que demandó Valdano de él. En el R. Madrid jugaba fuera de posiciónEl argentino lo enfrentó a Laudrup por un puesto como corona superior del rombo, posición desde la que Rincón podía explotar su ruptura y su llegada al gol, pero que lo obligaba a tener una cuota de balón y funciones creativas que nunca le habían sido exigidas, en adición a jugar de espaldas y sin un compañero cerca con el que tirar paredes. El rol que Valdano le dio en el Madrid expuso su cada vez más decreciente agilidad, las pocas imperfecciones técnicas y su ritmo demasiado lento. La otra opción que le quedaba al colombiano era la de jugar en una de las bandas, pero con su velocidad perdida, nunca compitió por el puesto.

Después de un año oscuro en el Bernabeú, Rincón se fue por donde vino y recaló en el Palmeiras. En Brasil, y con treinta años, comenzó el proceso que lo convertiría en uno de los mejores mediocentros del Brasileirao en los últimos veinticinco años. En Madrid había quedado claro que el poderoso tractor que le anotó dos goles a Argentina en el Monumental ya tenía engranajes oxidados, pero como se trataba de un mediocampista que no sólo sabía correr sino que también jugaba, centralizó su posición, dejó de recorrer metros y se asentó como ‘segundo volante’, la posición histórica de Falcão y Socrãtes. Desde allí, su facilidad para pasar rápido, fortaleza en la marca y lectura del juego le dieron relevancia a su fútbol, jugando cada vez más alejado del área, aunque manteniendo aventuras esporádicas.

En Brasil, Rincón supo reinventarse.

Poco tiempo antes del retiro, Rincón tendría su momento de redención en el mundial de clubes del año 2000, marcando el gol que eliminaría al Real Madrid de la competición. Llegando de último al área, en los minutos finales del encuentro, una de sus clásicas rupturas desembocó en un remate seco que venció la resistencia del portero del Al Nasr. El Corinthians en el que militaba ganaría aquel campeonato. Freddy Rincón llegó al fútbol como una promesa goleadora y se fue de él como mediocentro de escuela. Entre medias, una ‘locomotiva’ imparable.


7 comentarios

  • Abel Rojas 11 agosto, 2014

    Ya que nadie lo dice, me animo yo:

    Me encantaba Freddy Rincón ^^

    Reconozco que no lo viví en directo, era bastante pequeño cuando llegó a España, pero descubriendo a la Colombia de Valderrama… para mí, jugador de culto. Me encantaba. Sin más.

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  • Kundera 11 agosto, 2014

    @ Abel Rojas

    Es que era muy bueno. Vujadin Boskov dijo que era el mejor centrocampista del Calcio y uno de los mejores tres de Europa. Exagerado o no, habla de su latente calidad. Yo creo que se la pega en el Real Madrid, entre otras cosas, porque llega tarde y la crisis de ese año. Donde hubiera sido un año calmado, Rincón podría haber hecho carrera de tres años en el Madrid. De hecho, como siempre pasa con las estrellas ofensivas que terminan de mediocentros, Rincón tenía mucho fútbol, más allá de su físico imponente.

    Esa ruptura interminable… ^^

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  • Abel Rojas 11 agosto, 2014

    Kun, exagerado sí. Exagerado sí ^^ Que menudos centrocampistas había por ahí ^^

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  • Scabrerac 11 agosto, 2014

    ¿Ecos es colombiano?

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  • Kundera 11 agosto, 2014

    @ Abel Rojas

    Claro, es que si lo hubiese sido, hubiera logrado imponerse a lo que pasó en Madrid. Ayer estuve revisando ese primer partido contra el Depor y lo cierto es que se le veía la calidad, pero también lo incómodo que estaba. Quería hacer cosas que el equipo no y no encontraba a nadie que jugara a lo que él quería. Además, tener que reemplazar creativamente a Laudrup le quedaba muy lejos – a él y a casi cualquiera, vaya -. Yo creo que en 4-4-2 wengeriano la hubiera roto.

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  • Abel Rojas 11 agosto, 2014

    @ Scabrerac

    Una parte del equipo sí, pero la mayoría somos españoles.

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  • @Culpable_ 11 agosto, 2014

    Nunca le vi jugar pero por los comentarios en tardes de diálogo de los que le vieron sobre el campo concluyo que era un jugador, además de simple, fenomenal. Su capacidad técnica era admirable por su poderío físico. Lo dejas claro, Eduardo, una especie de box-to-box al que se le penalizó en Madrid por pedirle funciones que su perfil no cumplía en su totalidad. Agilizar el juego, jugando a 1-2 toques, era su especialidad. Capaz de aparecer en cualquier zona del campo era una solución inagotable para sus compañeros. Sin duda alguna, uno de los mejores volantes en aquellos tiempos. Gracias por el texto, Kun. Para los que no le vimos es material precioso.

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