Probablemente el fichaje de Antoine Griezmann por el Atlético de Madrid se planeó hace varios meses, quien sabe si con bastante anterioridad al final de la temporada. La impenetrable estructura colectiva era de tal grado que a punto estuvo de firmar doblete sin apenas equilibrio en su ofensiva. Meses de exigua producción atacante -dejando a un lado los extraños y brillantes tramos técnicos ante Barça o Chelsea-, personalizada por un heroico y magullado Diego Costa, de lesión en lesión a causa de una soledad responsable de gestionar 50 metros de campo, y un balón parado tan valioso que ganó una Liga semana a semana. Como el esfuerzo no se negoció nunca, Villa, (una noche de) Adrián y Raúl García vaciaron sus reservas, pero todo era diesel para un nivel de exigencia que suplicaba un turbo añadido al delantero de Lagarto. Segundo punta. Fichar.
Problema y/o característica, el Atlético de Madrid le pide a sus delanteros una considerable autonomía o velocidad -gestual o en carrera-, pues en banda carece de la misma y regate, y en la medular, sus centrocampistas apenas intervienen en crear jugadas o aportar fluidez, con lo que sus segundos puntas, mayormente Villa y Raúl García, dependían de la altura del robo de su equipo en caso del primero y del balón largo y parado en el caso del segundo para definir sus roles en el equipo. Problema y/o característica de nuevo, se puede decir que gran parte del volumen ofensivo rojiblanco proviene de la desactivación rival y no de la exclusiva creación propia. En todo esto entra el francés Antoine Griezmann, con casi total seguridad el atacante clave del cuarto año del proyecto de Diego Pablo Simeone en el Vicente Calderón.
La apuesta por Griezmann es total. El principal movimiento de cara a igualar fuerzas con sus rivales
Griezmann o el intento de agilizar la exigente transición rojiblancaDefinir al rubio de Borgoña es hacerlo a través de una evolución enormemente repetida en el fútbol moderno: la de un jovencito rápido y con cierto desborde que, empezando su trayectoria profesional desde la banda, se transforma en un atacante de rango amplio debido a que sus movimientos y sobre todo, su determinación, acaban por superar a su uno contra uno. Un día tira una diagonal, al otro un apoyo y al tercer día la cal es alergia para su progresión, casos parecidos más o menos recientes como el de Daniel Sturridge o el más significativo y paradigmático, el de Cristiano Ronaldo. A sus 23 años, Antoine Griezmann está ante la temporada de su definitiva consagración como delantero, el cual suma cifras a su íntegra manera de desarrollar el último tercio del campo.
Dicho esto, técnica y futbolísticamente, Griezmann está aún por concluir. Puede hacer muchas cosas, entre ellas un control de balón finísimo, casi congénito, y un dominio de las transiciones fantástico, pero su regularidad y la posibilidad de crecer en otros registros manejan aún margen de mejora. Incluso su buen remate y golpeo de balón, más allá de haber obrado impactos asombrosos, presentan capacidad de progresión. También su carácter, con el cual respondió en los días más grises de la Real, donde Griezmann demostró una notable madurez y compromiso para dar la cara y arremangarse ante momentos de corriente adversa.
Antoine dejó hace tiempo de ser hombre de banda. Sus movimientos son los de un delantero
La bota en los picos del área; la flecha cuando su equipo repliegueHombre de banda que recibía abierto o buscaba la diagonal a la espalda de la zaga en el 4-1-4-1 de Phillippe Montanier, el francés terminó siendo punta en el finalmente asentado 4-3-1-2 de Jagoba Arrasate, influyendo por el centro-izquierda a lo ancho y siempre sobre la defensa rival a lo largo. Su naturaleza está más relacionada con el espacio; los ataca, los amenaza y los gestiona con agilidad y una constante dinámica de trazos, los cuales, en su actual escuadra, quedaban casi en total propiedad del actual ‘9’ del Chelsea. Su progresión goleadora y rematadora es la que ha concretado una cifra de traspaso elevada y seguramente merecida. Antoine viene de marcar 16 goles sin ser una referencia.
Esto anula, en el 90% de los encuentros, que el francés sea hombre de banda, pues los costados colchoneros tienen un marcado carácter guardián, de mucho posicionamiento y basculación. En el Atlético de Simeone no hay extremos, sino volantes de enorme implicación e intensidad defensiva, adquiridas con tiempo y talento por sus dos titulares, Koke y Arda Turan. Información recientemente subrayada por el propio entrenador argentino, quien ve en Saúl Ñíguez, mediocampista de formación y central de adopción, nuevo relevo de ambos. Las bandas son apoyo y contención primero, y Griezmann llega para aportar otras cosas bien distintas.
En transición, su zurda y su movilidad han de ser el plus con respecto a 2014. El agua de mayo
En clave táctica, el Atlético maneja dos planes principales dependiendo de la entidad del oponente, siempre manteniendo la esencia de concederse espacios ajenos que atacar y propios que tapar. Si el rival es inferior, las probabilidades de que el robo sea en campo rival y el baricentro del partido esté lejos de su marco ganan enteros. Sube la intensidad y vence por aplastamiento. Ahí entra la bota de Griezmann. El ex-txuriurdin es un zurdo, como decíamos, orientado al remate, la conducción y la asociación rápida antes que hacia el pase, por lo que su mapa de calor toma forma en la izquierda, y no a pierna cambiada, la zona por la que el Atlético conforma su ofensiva, la que volverá a tener gran importancia desde la que crear superioridad con Siqueira, Arda, Koke, Griezmann y Tiago como apoyo central. Su plenitud física en agilidad parece idílica para crear rápidas combinaciones, sacar a su marca y generar ventajas con asiduidad.
Cuando el rival es de enorme entidad, el Atlético toma la trinchera, cede balón y terreno y no rompe nunca ninguna línea o posición, con lo que la distancia con el portero rival se alarga y necesita de sus atacantes recursos individuales y físicos puntuales y casi sobresalientes. Bastaron pocos minutos del final de la ida de la Supercopa ante el Real Madrid para observar que el francés sabe conectar con toques aseados, previstos y gráciles, dando continuidad y otorgando espacios para que los laterales tengan tiempo de incorporarse. Dado que Mandzukic no es Diego Costa, es labor de Griezmann tirar de talentos y velocidad para esos 10-15 metros donde se cuece el embrague hacia la ocasión de gol a campo abierto. Nadie podrá sustituir a Costa, quien consumía carreras de 30 metros, pero sí otorgar continuidad y agilidad a las transiciones para dar fluidez y tiempo a que los demás jueguen de cara y los más retrasados sumen numéricamente cerca del balón. El líquido que faltó, especialmente, en los tres últimos meses de la temporada más exitosa de la historia de su equipo, se llama Antoine Griezmann.
@migquintana 22 agosto, 2014
A mí el fichaje de Griezmann por el Atlético de Madrid me parece estupendo y espectacular.
Desde el plano deportivo hasta el plano institucional. Y en lo futbolístico desde lo macrotáctico a lo microtécnico, por decirlo de alguna manera. Y es que para mí no sólo encaja en el plan general de Simeone por sus características más obvias (intensidad, verticalidad y determinación), sino que otros detalles como su habilidad para interceptar la pelota en pases laterales, su gran capacidad cabeceadora apareciendo en el segundo palo (ojo Koke si cae a la derecha) o su versatilidad táctica (más que probada) van a hacerle sumar mucho al contexto colchonero. Además, diría que Mandzukic va a ayudar mucho en esto. Son una pareja, ficticia o real, súper complementaria.