«¿Quién es este hombre? Toma la pelota del guardameta; le dice a los zagueros qué tienen que hacer; donde quiera que esté en el campo está en condiciones de recibir el balón; se puede ver su influencia en todo lo que sucede… Nunca había visto un futbolista tan completo. Era como si hubiese establecido su propio centro de mando en el corazón del juego. Él es tan fuerte como sutil. La combinación de cualidades resulta hipnotizante». Bobby Charlton, semifinal de Copa de Europa 1957.
Del ubicuo Di Stefano se decía como de Dios en el Testamento, que estaba en todas partes, cuando en realidad lo que se pretendía explicar es que nunca paraba. Quizás fue porque intuyendo la frase de Teresa de Calcuta de que «solo se tiene lo que se da», Di Stefano se empeñó en darlo todo. Impenitente patrón de las causas perdidas, no consintió jamas que un partido cayese sin haber obligado a su equipo a regarlo hasta con la ultima gota de su sangre [1]. Un maestro de la épica donde su archienemigo, Helenio Herrera, lo fue de la intriga y, como buen americano, fue el western (western pampa) su género de redacción preferido para el tono que mejor conjugaba: la epopeya. Los jugadores del Real, como el Grupo Salvaje de Peckinpah, fueron forajidos de leyenda conscientes de que algún conjunto más joven acabaría baleándolos, pero dispuestos a obligar a cualquiera que lo pretendiese a que menos que a tener que convertirse en mitología. Décadas después, las disputas entre los bandido madridistas supervivientes en relación a sus dos finales europeas perdidas seguían siendo particularmente cruentas.
«Ese partido a nosotros no se nos podía escapar», vociferaba Alfredo Di Stefano, perpetuamente enfurruñado y sin descontarles nada a sus compañeros por la talla de sus dos rivales, los históricos Benfica e Inter, que fueron campeones europeos en fila (1961-62 y 1964-65), algo que en nuestra época sería una conquista legendaria. A cuenta de la final de Amsterdam (1962), le enfurecía la ventaja dilapidada (2-0), incluso jugando con un hombre de menos, debido a «nuestra experiencia» [2]. Sin embargo lo que realmente le amargaba era la final de Viena (1964), en donde no había impuesto su criterio técnico sobre el de Muñoz, según había sido siempre su costumbre hasta esa fecha.
Y es que en aquella banda Alfredo fue el cerebro, Ferenc Puskas el ejecutor y Paco Gento el caballo [3]. Centauros del campo que bien pudieran haber hecho suponer a más de uno que también disponían de cuatro piernas, como zooantropos mitológicos a caballo entre lo humano y lo divino. Los jugadores de aquella etapa fueron mayoritariamente mortales corrientes, pero Alfredo actuaba para ellos como una comunión y el espíritu del Río de la Plata descendía entre aquellos hombres de una España más cercana al tercer mundo que al primero.
Alfredo Di Stefano demostraba de dónde había venido y qué había aprendido antes de llegar a Madrid.
Considerado el emperador de los centrodelanteros retrasados, aquellos jugadores (Viviam Woodward, José Piendibene, Matthias Sindelar, Gilbert Oswald Smith, Nándor Hidegkuti, Peter Palotás…) con marchamo de interior que colonizaron los altares europeos y americanos -conviviendo junto a losEn River hacía una labor de delantero que, en realidad, era interior «nueves» a la inglesa (WM)-, fue sin embargo un goleador puro en su etapa inicial. Sucedió nominalmente a Pedernera dos veces. En la primera (River) se ganó el título, pero se malogró el «fútbol máquina», puesto que con Adolfo era rotación de cinco y rematador incógnita y con Alfredo -como anteriormente había sucedido con Roberto D’Alessandro- cuatro jugaban para que uno rematara, lo que vulgarizaba aquel fútbol de orfebrería, haciéndolo más previsible y menos preciso, aunque no menos efectivo [4]. En Colombia fue distinto. Entró Di Stefano haciendo en realidad la función de Labruna en River, con Pedernera coordinando en el eje del juego, y se produjo el «ballet azul». Alfredo hacía un trabajo de centrodelantero que, en realidad, enmascaraba a un interior o puntero (falso extremo) de función volante (rotativa) y lateral (interior-exterior) [5]. Fue junto a él que Alfredo aprendió el imposible arte de dar juego a todos desde el puesto de delantero. Función para la que se requería dominar todos los puestos para así poder actuar como eje del movimiento sincronizado de todos.
Cuando llegó a España con Millonarios de Bogotá ya era el centro de ataque, pero no dirigía, si no que el equipo explotaba su velocidad y sentido del gol. Ya lo había hecho en River el Charro Moreno, quien pese a haber acaudillado al equipo enseña de la posesión durante la primera mitad del siglo XX («La Máquina»), diseñó para él una jugada en tres toques que finalizaba con tiro de Alfredo apenas diez segundos después del saque inicial. Su prestigio entonces ya era enorme pero inferior al de Adolfo. El diario ABC le presentaba en 1952 como «el mejor centro delantero argentino» pero al Frentudo Pedernera lo catalogaba como «el más grande jugador argentino de todos los tiempos».
Existen numerosas anécdotas, muchas apócrifas, sobre los prolegómenos al fichaje de la Saeta. Se ha extendido que Bernabéu al que estaba interesado en reclutar era al Maestro Pedernera. Lo habría empezado a valorar durante el Real Madrid vs Millonarios de Bogotá correspondiente a las Bodas de Oro del club (30 de marzo de 1952), partido que finalizó con resultadoSobre su fichaje por el Madrid hay muchas y muy variadas historias favorable a los colombianos por cuatro goles a dos. Durante el mes de julio de ese año ambos conjuntos se enfrentarían en cuatro ocasiones más. Las dos últimas con ocasión de la primera edición de la Pequeña Copa del Mundo de Caracas (15 y 27 de julio de 1952). Ambos encuentros finalizaron con empate a uno y el conjunto español se adjudicó el torneo. A don Santiago Bernabéu le acompañaba en Venezuela el arquitecto y antiguo secretario del club (1926-27) José Lino Vaamonde que se sugiere fue quien le insistió en que fichase a la Saeta rubia en lugar de a Pedernera. También el diario Clarín publicó en 2010 una hermosa nota titulada «El goleador que fumaba dólares» donde se recuperaba a un ilustre olvidado del Dorado colombiano y del campeonato argentino, Valeriano López «El Tanque de Casma», asegurando que fue la primera opción que barajó don Santiago Bernabéu como nueve y que el rechazó del peruano le obligó a plantearse el fichaje del argentino.
La anécdota es imposible dado que López regresó al Perú en 1951 y la visita del Madrid a Colombia se produjo el año siguiente. Sin embargo nadie debería atreverse a asegurar que el patriarca blanco no pronunció las palabras del artículo dado que pese a su aspecto aparentemente malhumorado disfrutaba tomándole el pelo a los plumillas inventando datos falsos que hoy en día aun inundan sus biografías. Los antecedentes nos llevan a pensar que los argentinos fueron su principal opción. La secretaría técnica (Pepe Echaniz y Héctor Scarone) había firmado a los también argentinos Imbelloni y Olsen la temporada anterior, fue Bernabéu quien sugirió décadas antes (1927) el fichaje del genial extremo de Racing Natalio Perinetti y el fútbol rioplatense gozaba de gran prestigio en España por aquellas fechas. Parece sólido suponer que hubo interés en trasplantar un mayor número de engranajes de Millonarios dado que estaba considerado el mejor equipo americano del momento.
En Madrid se convirtió en todo lo imaginable, tanto dentro como fuera de la cancha.
Luego en Madrid, más maduro y sin Adolfo, la «Saeta rubia» se convirtió en «todacancha», paso previo a finalizar -como diría él en 1966- en la «carreta rubia». El recorrido fue similar al de su maestro. La marcación al hombre de Ignacio Díaz (San Lorenzo) llevó a Pedernera a alejarse del áreaEn el club blanco fue retrasando su posición cada temporada, moviéndose hacia los laterales, generando así el espacio libre y la rotación de puestos para aprovecharlo. Después las lesiones de meñisco le restaron velocidad y se «acomodó» a jugar lejos del área. Alfredo recibió en Valencia un marcaje severísimo pero muy limpio de Mangrinán. No le dejaba recibir y la saeta se fue al medio campo indicándole a Muñoz que debía subir puesto que iba a producirse un desfase al seguirle a él un jugador. El futuro seleccionador se negó a ello aduciendo que el técnico no le había dado ninguna indicación ese ese aspecto ¡…!. Jugando contra el Niza, durante las eliminatorias por la segunda Copa de Europa (1957), fue cuando empezó a jugar más retrasado contraviniendo las ordenes del técnico Villalonga. Aburrido por no tocar balón comenzó a retrasarse formando una línea media con Muñoz, Zárraga y Rial. Dado que se ganó el partido y el entrenador le felicitó, nació una forma de jugar en la que se primaba el dominio la posesión del balón con 4 o 5 jugadores y Alfredo de superintendente con derecho a gritarle a todo el mundo.
De carácter agrio. Sonreía lo estrictamente necesario, acaso emulando a su idolatrados «vaqueros». Su predilección por el género quizás viniese de su infancia, puesto que viviendo en el campo era factible que hiciesen acto de presencia un grupo de hombres armados y te birlasen el ganado «como en las películas de cuatreros» (sic). Más adelante él mismo interpretaría a un sheriff en aquella película que fue su fichaje. En lugar de reforzar al más fuerte (F.C Barcelona) salvó al débil (Real Madrid). Su ejemplo modeló a Cruyff, patrón del «fútbol total», como el de Facchetti hizo con Beckenbauer, cuarto trasero del mismo fútbol. ¿Convierte esto a Di Stefano en el padre del fútbol moderno? Quizá en el padrino. En todo caso en un eslabón muy bello. Hijo, hermano, sobrino [6] y maestro de futbolistas, casualmente no alumbró a ninguno, como si la reserva de talento disponible se hubiese atorado en su sangre, permitiéndole ser decisivo a la edad en que otros hubiesen empezado a olvidar sus partidos. Él en cambio disponía de una memoria soberbia en relación a los encuentros que había disputado. Recordaba escrupulosamente minutos, jugadas y golpes recibidos con la precisión de un reloj suizo. Luego como técnico jamás abjuró de lo que sabía ni insultó nuestra inteligencia ni su honradez: «¿Lo han visto bien? Pues hagan lo contrario, pero ganen», les decía a sus futbolistas mientras señalaba las indicaciones que él mismo había dibujado en la pizarra. El juego es de los jugadores y sus éxitos como entrenador pasaron por localizarlos.
El último partido que vio del Real Madrid fue la final de Lisboa. La ansiada Décima.
Hoy muere el dios blanco cuando su equipo ha conseguido sumar sin él otro pentacampeonato. Si bien ha necesitado -más de- cincuenta temporadas (1964-2014) en lugar de cinco. Es un buen promedio de la distancia entre su conjunto y los posteriores equipos madridistas. Apenas sombras en el mito de la caverna, figuras proyectadas por la llama de la leyenda original que reflecta la forma, razón y dirección del madridismo. Durante una conversación de la Saeta con el maestro de periodistas Gianni Brera, justo después de acabar su etapa como entrenador en Boca Juniors, el bardo italiano le espetó en su desprólijo español: «Lei, señor Alfredo, que ha arruinado al Real». «¿Por qué?», protestó el divo. «Porque usted es Piero della Francesca, no hace escuela, está demasiado arriba». Y así acabó con el Real Madrid. Un conjunto que puede soportarlo todo salvo no ser el Real Madrid de Alfredo Di Stefano.
[1] Alusión a la frase de Paco Peña: «Alfredo no suda los campos de fútbol, los riega con su sangre»
[2] Nunca perdonó a Araquistáin por haber encajado 5 goles. La temporada siguiente jugó Vicente.
[3] Paco fue para el Madrid lo que Loustau para River. El ventilador del equipo.
[4] Tampoco Adolfo repitió su éxito en Atlanta debido a lo que Panzeri calificó de cortocircuito de jugadores análogos a él (constructores de juego). De hecho descendieron.
[5] Las anotaciones tácticas pertenecen al periodistas Dante Panzeri y son producto de su relación con observadores tan cualificados como, por ejemplo, Carlos Peucelle y Adolfo Pedernera.
[6] Alfredo Di Stefano senior había sido amateur con River (1910-12) aunque una lesión de rodilla le decantó por la agricultura, en cambio su tío Dante Pertini si hizo carrera en Boca y tuvo un paso testimonial por River. El hermano menor de Alfredo, Tulio, jugó y brilló junto a la Saeta en el Club Progresista de Los Cardales, en campeonatos regionales, y luego en las inferiores de River, pero se fracturó los ligamentos de la rodilla.
danityla 8 julio, 2014
Gracias por hablar tan bien de él. Gracias.