Vive Costa Rica en un estado de fibrilación ante las gestas de su selección nacional en Brasil. Encuadrada en el llamado «Grupo de la Muerte», ni los más optimistas daban un céntimo por los costarricenses en la gran cita mundialista. Pero los ticos, sorprendiendo a propios y extraños, se convirtieron en el matagigantes del torneo y confirmaron que, si el grupo era verdaderamente de la muerte, no lo era para ellos. La barrera, el listón «imposible» de Italia 90, había sido superado.
La primera aparición mundialista de los Ticos fue hace 24 años.
Los paralelismos con la actualidad son muchos si nos referimos a la actuación de los costarricenses en aquel Mundial italiano. La clasificación había sido lograda en una CONCACAFEn 1990 también cayeron en un grupo difícil en la que México no pasaba por su mejor momento –habían sido expulsados por presentar jugadores mayores a un Mundial juvenil-, y el grupo que les había tocado en suerte no parecía sencillo: Brasil, Escocia y Suecia. Para un conjunto formado con jugadores de la liga local y sin ningún futbolista de renombre, parecía un claro punto y final. El debut fue contra una veterana selección escocesa en el nuevo Luigi Ferraris de Génova. El plan del seleccionador Bora Milutinovic se basó en intentar contener a los de Andy Roxburgh y tratar de matar en rápidas contras. Claudio Jara era el hombre que debía liderar el ataque costarricense. Pero Costa Rica rompió todos los pronósticos y aguantó firmemente el 1-0 conseguido por Cayasso, a poco de comenzar el segundo tiempo, tras una combinación entre Chaves, Ramírez y Marchena, culminada por un taconazo de Jara que permitió a Cayasso elevar la pelota ante la salida de Leighton. Esto debía poner sobre aviso a todos en el Mundial.
El segundo reto era aún mayor. Tocaba enfrentarse a Brasil en un Delle Alpi copado por aficionados brasileños. Milutinovic, viejo zorro, decidió utilizar la segunda equipación, en homenaje al decano Club Sport Libertad. Una equipación a rayas blancas y negras. La Juventus saltaba al césped ese día. No fue un elemento decisivo, pero sí pasó a la historia del Mundial. La derrota, mínima, permitía aún albergar esperanzas. Había que hacer la machada ante la Suecia de Ravelli, Brolin, Thern o Ekström. Los suecos eran un equipo rocoso y cuadriculado bajo la dirección de Olle Nordin.
Se volvía a Génova y sería el día de la consagración de la gran figura de Costa Rica en ese Mundial y por los siguientes años. Luis Gabelo Conejo, el excéntrico guardameta de CS CartaginésGabelo Conejo se consagró en este Mundial, se dio a conocer al Mundo. A pesar de que, tras hacer una excelente intervención ante un tiro de falta, Ekström anotaba en el rechace, ir por detrás en el marcador fue sinónimo de derrota en el Mundial italiano. Sólo se remontaron dos partidos, el más célebre el de cuartos entre Inglaterra y Camerún. El otro fue este. Con Conejo salvando los muebles en varias ocasiones, Costa Rica llegó viva al tramo final del partido. En los últimos 15 minutos, los ticos apretaron el acelerador y un cabezazo de Roger Flores igualaba la contienda. A falta de dos minutos, una carrera de Hernán Medford daba la victoria a Costa Rica que, increíblemente, se clasificaba para octavos. Conejo y Medford se convertirían en símbolos del fútbol costarricense. El portero se ganaría un contrato en España, con el Albacete, donde se convirtió en un ídolo, y el atacante llegaría incluso a disputar el Mundial de 2002.
Los octavos de final presentaban una durísima prueba.
Ni más ni menos que la potente selección checoslovaca se interponía entre los hombres de Bora Milutinovic y los cuartos de final. Los checos habían pasado segundosSkuhravy fue demasiado para esta Costa Rica en el grupo de Italia y contaban con varias de las sensaciones del torneo. Ninguna más grande que el gigantón delantero centro Tomas Skuhravy. El grupo conjuntado por Jozef Venglos conjugaba una excelente generación, en lo técnico, lo táctico y, especialmente, en lo físico. Líbero, en la figura de Miroslav Kadlec, Ivan Hasek –uno de los mejores mediocentros del torneo- patrullando el medio campo, el abrumador despliegue de Jozef Chovanec, la calidad de Moravcik y el incisivo Lubos Kubik apoyando a Skyhravy en ataque. Muchos elementos a respetar, pero nunca temer.
Milutinovic tenía otras cosas de las que preocuparse. Primero, el desplazamiento desde el norte de Italia, donde Costa Rica había estado instalada durante la primera fase del Mundial, hasta Bari, al sur, donde se disputaría el encuentro de cuartos. Italia 90 fue un Mundial de calor asfixiante, de bochorno agobiante, pero en Bari era todavía más exagerado. Segundo, y más importante, la baja de Gabelo Conejo. El héroe costarricense se había lesionado en el hombro contra Suecia y no iba a ser de la partida. Hermidio Barrantes sería su sustituto.
Decir que Milutinovic salió temeroso sin su gran baluarte es quedarse corto. Hasta seis defensas nominales iniciaron el partido, dejando a Jara y Cayasso como elementos más ofensivos. Aún así, poco pudo hacer ante la avalancha centroeuropea. Apenas transcurridos diez minutos, Moravcik ya había asistido a Skuhravy para abrir el marcador. Los ticos resistieron así hasta el comienzo de la segunda parte cuando, ante la sorpresa de todos, un cabezazo de Ronald González batía a Stejskal y ponía el 1-1 en el marcador. ¿Se venía una nueva gesta? Apenas duró siete minutos la ilusión. Otro pase de Moravcik a Skuhravy restablecía la ventaja de los de Venglos, refrendada por un gol de falta de Lubos Kubik. Una asistencia de Chovanec permitó a Skuhravy, el ariete del Sparta Praga que luego haría fortuna en la Serie A, completar su hattrick. Costa Rica se iba a casa, pero con la cabeza alta, bien seguros de que serían recibidos como los héroes que eran. Junto con Camerún, habían sido la gran revelación del Mundial y Conejo fue elegido entre los mejores jugadores. Hoy, supervisa personalmente el trabajo de su digno sucesor, Keylor Navas.
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