Los últimos días de un Mundial. Está todavía por llegar la gran final y ya se siente la nostalgia de lo que ocurrió y terminó. En los cuartos de baño de los hoteles quedan tiradas en el suelo las toallas de los que se marcharon ya. En los estadios, unas pancartas atadas a las barandillas recuerdan a los equipos que vinieron a ganar y perdieron. Unos pocos jugadores mantienen la llama del fútbol.
A Brasil se le siente de muchas maneras en la distancia, casi todas tienen ritmo de samba o de bossa y remiten a jugadas de fútbol mágico que uno se imagina inoculadas por osmosis a los jugadores desde el alma de cada brasileño anónimo. «Aquì e o pais de futebol», cantaba Milton Nascimento en 1970. “A lo largo de los bulevares/En los campos de la tierra y la hierba/ Brasil es sólo fútbol/En estos noventa minutos/ La emoción y la alegría / Olvídese de la casa y el trabajo”, cantaba a ritmo de samba. Hay, efectivamente, esa alegría de vivir que a los europeos nos llega con las imágenes de chavales morenos dando patadas a un balón en la playa, casi de noche. Pero también crítica y una denuncia del deporte como anestesia de un pueblo eternamente roto por las desigualdades sociales.
En Brasil, fútbol y música siempre fueron ciertamente unidos.
Resulta curioso cómo la música y el fútbol, ámbitos que fueron motivo de orgullo y, por qué no, cierta felicidad en el Brasil de finales de los 50 y la década siguiente, no se hayan tocado demasiado. Trayectorias paralelas que tienen en 1958 dos fechas emblemáticas: Mientras la canarinha ganaba el Mundial de Suecia a lomos de Pelé, Garrincha, Didi, Zagallo y compañía, en los estudios Odeon de Río de Janeiro se gestaba la semilla de una revolución que se llamaría bossa nova y que cambiaría la música del gigante sudamericano para siempre. Una canción de apenas dos minutos llamada Chega de Saudade que hablaba de amor con una mezcla de nostalgia y tristeza fue el inicio de todo.
Joao Gilberto era el nombre de aquel muchacho que golpeaba las cuerdas de la guitarra y que gestó junto a Jobim la Chega de Saudade mientras su selección goleaba a Francia y Suecia en las semifinales y final de aquel campeonato del mundo. “Bossa nova es el canto puro y solitario de Joao, eternamente encerrado en su departamento, buscando una armonía cada vez más extremada y simple en las cuerdas de su guitarra y una emisión cada vez más perfecta para los sonidos y las palabras de su canción”. Así define Vinicius de Moraes (!) la música de Gilberto. Jobim, Gilberto y Moraes, la delantera de oro de la bossa.
Por todo el país, jóvenes inquietos y ávidos de novedades escuchaban la música limpia, bella, dulce y sedosa de sus mayores y se proponían hacer su propia versión de ese sonido, añadiéndole su pasión por el pop anglosajón de la época. Brasil ganaba Mundiales hasta con Pelé lesionado y en la convulsa política brasileña se respiraba un pequeño paréntesis de optimismo que se terminó bruscamente con el golpe militar de 1954, que se presumía efímero y que desembocó en una dictadura represora y resguardada en el milagro económico brasileño. La Seleção era, claro, el estandarte nacional.
La música fue evolucionando. Con las victorias todo era posible.
Fue el caldo de cultivo para que decenas de músicos de talento desbordante (Caetano Veloso, Gilberto Gil, Tom Zé, Jorge Ben, Gal Costa, Maria Bethânia, Os Mutantes, Rogério Duprat…) añadieran rock’n’roll, psicodelia y experimentación a esa bossa nova fundacional. En 1970, llegó el acabose con la inolvidable y mítica Brasil del 70, que quizá convirtió en fútbol-arte aquella explosión de creatividad que sacudía la escena musical. O puede que fuera al revés, que el fútbol convenciera a los jovenzuelos de que todo era posible.
Vuelta a 2014. Se acaba el Mundial, se apagan los gritos desde la grada (¡Quién le iba a decir a Jack White que su «Seven Nation Army» se terminaría por convertir en un himno futbolero!) y aparece la saudade de un torneo que pasó demasiado rápido. Queda la memoria, que tiene banda sonora de bossa, samba y tropicalismo. Aparecerá el recuerdo del fútbol y de la música. Es decir, Brasil.
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Escrito por Nacho Ruiz.
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