Fútbol Mulato: Macondo mil novecientos sesenta y dos (XI) | Ecos del Balón

Fútbol Mulato: Macondo mil novecientos sesenta y dos (XI)


“Tengo el privilegio inmenso de vivir en un país donde se producen historias (…) Y estas surgen de la confrontación y la convivencia de diferentes culturas, pueblos, naciones, religiones… que para poder trenzarse en armonía de fronteras tienen que presentarse, construirse en personajes. Y a partir de esos fragmentos, poder producir la gran epopeya nacional”, Mia Couto.

Fabular es inherente al ser humano. Cuando se celebró el Mundial chileno del sesenta y dos aun faltaban años para que García Márquez se ubicase en el epicentro del «realismo mágico» con la publicación de «Cien años de soledad»(1967), sin embargo el cubano Carpentier ya había hablado de lo «real maravilloso» (1949), pretendiendo etiquetar con ese concepto «el aspecto único de Latinoamérica». Los escritores y artistas latinoamericanos habían viajado hasta Europa durante las décadas del ’20 y ’30, curiosos del movimiento surrealista y hambrientos de la «extrañeza» con la que mezclaban los sueños y el inconsciente. Posteriormente el propio Alejo Carpentier y la antropóloga Lydia Cabrera enarbolaron la bandera de lo innecesario de mendigarle a los intelectuales franceses una realidad fabulosa cuando su propia cultura proveía de vetas riquísimas. Posiblemente no solo se referían a las mitologías y creencias propias del afro-Caribe, sino a la sensación de extrañeza producto del choque cultural entre colonizadores y colonizados.

El fútbol siempre ha sido proclive a la creación de mitos.

El recorrido del «realismo mágico» como fenómeno literario y cultural tiene indudables analogías con el trayecto de las principales escuelas de fútbol latinas (rioplatense y brasileña). Ambas manifestaciones se nutren del diálogo intercontinentalEl realismo sí ayudó a formar una identidad entre vanguardias europeas y procesos locales. El fútbol criollo como todo arte popular creció en los suburbios. La universidad de la calle de la que hablaba Di Stefano. La literatura en cambio precisa de intelectuales y academias. Sin embargo su sentido profundo fue similar. El realismo mágico con su dinámico juego en el que lo real es presentado como maravilloso y viceversa se transformó en «una senda hacia la consolidación de una identidad regional» de modo análogo a como la selección brasileña se había convertido desde 1938 en «un elemento simbólico de la brasilidad». Ambos géneros, realismo mágico y fútbol bailado o mulato, reivindicaban elementos locales -y anteriormente denostados- como la cultura de origen africano, pero partiendo de una revisión o fractura respecto a la cultura europea.

A finales del siglo XIX era común entre las élites brasileñas enviar a sus hijos a estudiar al viejo continente para exponerles al «avant-garde», y junto a las competencias de tipo intelectual que habían ido a aprender los jóvenes importaron algunos hábitos ociosos como el fútbol [1]. Luego el deporte del «gentleman» se transformó en el «juego de marginales, obreros y descendientes de inmigrantes» (Antonio Domínguez Vence) e «hijo de la miseria en la Argentina, Brasil y Uruguay» (Dante Panzeri). Una reinterpretación del fútbol de los europeos al que los argentinos bautizaron como «la nuestra» y los brasileños como «jogo bonito», y que se caracterizaba entre otras cosas por la picardía del suburbio y la imaginación latina. Desde la inauguración oficial de lo que podríamos considerar el estilo académico de fútbol brasileño (Mundial de 1938) los elementos de tipo fantástico fueron creciendo exponencialmente, y en el curso de veinte años se pasó de una muralla humana (Domingos da Guia) o un hombre de goma (Leónidas), a cojos poliomielíticos que adelantaban a los sanos (Garrincha), pelotas que caían como hojas de otoño (Didi) y reyes que derribaban en solitario hasta a ocho hombres (Pele).

Los periodistas tuvieron una gran importancia en esto.

La fantasía en el fútbol no estaba pues supeditada solo a lo que sucedía en el campo, sino también a la interpretación que se hacía desde fuera. Así que cuando llegó el Mundial de Chile (1962) no soloLas anécdotas de Brasil 1962 son dudosas aterrizaron los futbolistas, si no también los artificieros de la palabra en la forma de una nube de periodistas que cubría a la selección. Uno de ellos era Sandro Moreyra, cronista y cuentista de éxito (1946-1987), y sobretodo gran aficionado al Botafogo. Este aspecto no era intrascendente en aquel contexto dado que los jugadores botafoguenses eran la base humana de la seleçao e incluso técnica, dado que se estaba utilizando el mismo 4-3-3 que el equipo disponía desde que se firmó a Mário Zagallo como falso extremo izquierdo. De mismo modo que Borges escribía «comentarios exhaustivos, por ejemplo, de libros que no existen», Moreyra recopilaba anécdotas que no fueron para divertirse a costa de sus colegas. Amparándose en sus buenas relaciones con los jugadores botafoguenses, Sandro procedió a inventarse «sueños proféticos de Garrincha, premoniciones de Didi y corazonadas de Nilton Santos».

El resto de periodistas estaban muy atentos a cualquier tipo de información o chisme sobre el seleccionado, puesto que pretendían escribir libros sobre el torneo, así que a Armando Nogueira, compañero suyo en «Jornal do Brasil», se le llevaban los demonios cada vez que descubría una nueva triquiñuela de Moreyra. Lejos de amilanarse o de perder el buen humor, Sandro le «amenazaba» jocosamente diciéndole: «Al final, Armando, usted acabará poniendo una de mis mentiras en su libro». Dicho y hecho. Cuando se publicó «Drama e glória dos bicampeões» (1962) de Armando Nogueira, un exultante Sandro Moreyra le reveló cual de sus embustes se había conseguido colar en el manuscrito final. El capítulo dedicado a Garrincha aludía a un intento de entrevista al astro por parte de una radio chilena. «Mané» había rehusado concederla, pese a la insistencia del reportero, por lo que finalmente el chileno le habría solicitado que al menos se despidiese del público, presentándole para ello el micrófono, a lo que Garrincha había respondido con un lacónico: «Adiós, Micrófono». Esta anécdota nunca sucedió y, sin embargo, incluso hoy en día aparece referenciada en libros, periódicos y páginas web de todo el mundo.
 

[1] Río de Janeiro y São Paulo reunían a los mejores jugadores del país, pero mantenían un contencioso a vueltas con el profesionalismo, que terminaba siempre con una de las partes boicoteando el acceso a la selección de sus jugadores.

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4 comentarios

  • @migquintana 12 junio, 2014

    Vaya serie de Fútbol Mulato te has marcado, Don David Mata.

    Interesantísimo de principio a fin. Desde los problemas en sus orígenes hasta los complejos posteriores. Los cambios tácticos, las pruebas psicológicas, la evolución del periodismo… En serio, magnífico. No había mejor forma de preparar un Mundial en un país tan relevante como Brasil.

    Ah. Y lo de acabar con esa no anécdota de Garrincha me parece una genialidad. xD

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  • Uruguayoafull 12 junio, 2014

    EXELENTE David como siempre.
    Se vienen las salvajadas de patadas sacando a pele del 66 y los 5 diez atacando en México… Puede ser que ese gran futbol de fantasía llego desgastado al 74? Mas alla que revivió en el 82 pero ya el futbol era otro.

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  • calameño 12 junio, 2014

    Que mejor que leer esto mientras veo a los jugadores entrando al estadio, la mejor forma de empezar el mundial con la historia de uno pasado tan bello y magico, salud

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  • @David_Mata_Ecos 13 junio, 2014

    Estoy con un teclado no hispano asi que me vais a tener que perdonar la ortografia.

    @Uruguayoafull

    Bajo mi punto de vista el Brasil 82 le debe tanto a Holanda 74 como a Brasil 70. Muchas gracias por tus comentarios durante toda la serie. Uno de ellos me dio una pista que espero convertir algun dia en otro articulo.

    @calameño

    Opino similar. No puedes abstraerte de los otros Mundiales si quieres tener una experiencia total del futbol como fenomeno mas alla del evento puntual.

    Aprovecho este ultimo texto para despedirme de los lectores y de todos los amigos de Ecos que han participado o comentado. Agradecer especialmente la ingrata tarea de Javier Alberdi, Miguel Quintana y David Leon. Los dos primeros han actuado de filtro creativo y los dos ultimos han maquetado. Ninguno de estos trabajos queda nunca debidamente acreditado. A Javier y a su entusiasmo hay que agradecerle la existencia del concepto porque me ha animado a continuar incluso en los dias mas duros -con Malandros hubo momentos en que me tiraba de los pelos-. El fue el que provoco que un articulo puntual acabase siendo una serie de 11. Finalmente, mis respetos a Abel y Fernando por su confianza y brindarme acceso al sello Ecos y a una comunidad tan amplia como culta. Me ha encantado interactuar durante estos meses con vosotros.

    Abrazos

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