Háblame, Musa, de aquél varón de frondosa melena al que Fernando Santos, capitán entre los hombres, encomendó la punta de lanza de un ejército golpeado por la furia del infortunio hasta el mismo borde del abismo. De como los aqueos alzaron la rodilla postrada para arremeter contra fieros titanes de tez oscura como una noche sin el paso de Selene para luego, cuando la Victoria sonreía al fin al espigado cretense y a sus compañeros de hermosas grebas, recibir otro revés del destino que no doblegaría su inquebrantable espíritu. ¡Oh, diosa, hija de Zeus, cuéntanos aunque sólo sea una pequeña parte de estas cosas!
Grecia afrontaba el partido con ausencias muy importantes.
Ya en vísperas de la batalla Fernando Santos, capitán entre los hombres, encomendó al gran Samaras, de frondosa melena, tomar las armas del caído Mitroglou,Sin Mitroglou hubo que hacer varios cambios tan esperado entre los suyos, en la misma cabeza de la formación aquea. Expresóle entonces el espigado cretense la visión que Atenea le mostró en sueños, y lo hizo con estas palabras: “Como deseéis. Iré delante pero no el primero, pues así lo manda la virgen Atenea. Muchas noches ha que el búho de la diosa de ojos brillantes inspira mi sueño para mostrarme el destino que me aguarda. ¿Cómo ignorar a la hija de Zeus, la que impera en la batalla, si me ofrece sabio consejo? ¡Que mi lanza será más certera siempre que no sea la primera!”.
Así habló Samaras, de frondosa melena, y hubo gran regocijo entre las filas aqueas pues todos daban por hecho, cómo iba a ser si no, que los dioses bendecían su empresa. ¡Insensatos! Siempre lo es el hombre que afirma comprender los designios de aquellos que habitan los parajes imperecederos del Olimpo, pues por más que puedan incumbirle tales intenciones jamás le serán reveladas hasta cumplirse el camino trazado por los inmortales.
¿Cómo imaginar las trabas que los dioses pondrían en el camino de los aqueos de hermosas grebas al día siguiente? “¡Sea!”, gritó el padre de los dioses desde los parajes imperecederos del Olimpo, y cernióse entonces la desdicha sobre aquellos orgullosos varones llegados a un reino tan distante desde Micenas la grande y los puertos del laertíada, desde las altas llanuras de Tesalia, el muelle de Argos y los muros del Rey Minos en luengos barcos de velas blancas y azules como el piélago. Y cayeron los primeros el valiente Kone y también el ático Karnezis, que vive en la cal, como alcanzados por los dardos de un enemigo sin nombre que no podían ver ni tocar. Y sonrieron los adversarios en el campo de batalla figurando un triunfo rápido que arrebataría pocos hijos a sus madres.
Los griegos se sobrepusieron a muchos obstáculos.
“¡Oh, dioses, de qué modo os burláis de la fragilidad de los mortales!”, exclamó tras tantas heridas el espigado cretense de frondosa melena con la vista fija en los cielos. Y tranquilizóle entonces Samaris, el de la franca sonrisa,Samaras obró el milagro en el último minuto de tal modo que serenó el alma de su compañero aún cuando los titanes de tez oscura asestaron un duro golpe a la retaguardia aquea en el mismo momento en el que los vientos de la batalla arreciaban en favor de los hijos del Egeo. Y habló de esta manera el gentil hijo de Micenas: “Fíjate, oh gran Samaras, de frondosa melena, en cuán alto sostiene su cabeza el audaz Manolas, tan presto a la segada. Él guardará tu espalda como lo ha hecho hasta ahora si nosotros avanzamos sobre los pasos que te marcó la diosa de los ojos brillantes”. Y fueron muchas las voces que se alzaron como una sola ante las sabias palabras de Samaris. “¡Cumplamos los designios de Atena, la que impera en la batalla!”, gritó a su espalda el divino Karagounis, que en buena hora ciñó una espada. “Asi se hará!”, dijeron el raudo Holebas y el viejo Gekas, fecundo en ardides. “¡Sea!”, rugió Salpingidis, el de los pies ligeros, enarbolando ante los demás una lanza de afiladas fauces.
¡Bravos hijos del Egeo! Fue con tal ánimo que los orgullosos aqueos de hermosas grebas, llegados a un reino tan distante en luengos barcos de velas blancas y azules como el piélago, arremetieron contra los titanes de tez oscura bajo el auspicio de la virgen Atenea. Y el espigado Samaras iba en medio de todos ellos con su frondosa melena y la lanza certera que ganó la batalla sin llegar la primera.
Y todo esto ocurrió en Fortaleza, cuna de grandes gestas.
meitnerio 25 junio, 2014
Estás loco. Me ha encantado :p
Ya se vio en el report que había alguien muy emocionado. Salté y disfruté con el partido. El larguerazo desde lejos, los dos tiros que pasan rozando, el empate cuando mejor estaba jugando Grecia y el penalty final, con un Samaras que parecía que iba a salir corriendo en vez de chutar y la enchufa así de bien.
Ahora Costa Rica, quien sabe, igual Grecia se planta en el top8!