El Grande Torino en Maracaná | Ecos del Balón

El Grande Torino en Maracaná


«Dai diamanti non nasce niente, dal letame nascono i fiori». (De los diamantes no nace nada, pero del estiércol nacen las flores.) Fabrizio De André.

Nos fascinan los viajes en el tiempo y los mundos paralelos. Es nostálgico, es paradójico y en sus variantes más patológicas, melancólico. Sin embargo, ofrece golosas soluciones en el campo de la narrativa. A nivel de discusión futbolística existe un subgénero que alguna vez fue llamado «fútbol ficción» dedicado a debatir sobre utopías o distopías basadas en algún cambio de acontecimientos sugerente y con cierto grado de verosimilitud. Fichajes malogrados, balones que no entraron y -en las disertaciones más emotivas- tragedias evitadas. El Grande Torino con su amargo destino alienta la interpretación romántica y al estar tan cercano al que quizás sea el evento más recordado en un Mundial, el celebre «maracanazo», dispara la fabulación. Existen numerosas elegías sobre el tema. El extraordinario Enric González le dedicó un cuatro de mayo de hace un lustro un precioso artículo en El País al suceso, opalescentemente titulado «El día que cambió la historia», reflectando el accidente en un arco iris de posibilidades. Vivo el Grande Torino, el escritor dudaba del maracanazo, de la futura hegemonía brasileña y juventina, de la cultura defensivista y del catenaccio. Otro fútbol, otro mundo.

¿Hasta qué punto cambió la historia con el desgraciado accidente del Torino?

Sin embargo, si nos embarcásemos en el mismo viaje, quizás acabaríamos encontrándonos en el mismo mundo que dejamos. Porque, ¿hubiese escapado el Grande Torino a las razones que hundieron a sus contemporáneos europeos en Brasil? ¿Podía alguno que no fuese Uruguay acometer la final oficiosa con chance de vencerla? En su interesante libro «La Espiral del silencio», la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann proponía que la opinión pública actúa como la piel de la sociedad, esto es, sondeamos continuamente el clima de opinión para conocer la opinión dominante, lo que ha venido facilitando la cohesión social. ¿Habían convencido los mass media, opinión pública y ambiente a casi todo el mundo de que los brasileños eran invencibles?

Julio Pérez, integrante de aquel seleccionado uruguayo del ’50 recordaba: «Los cronistas se dejaban impresionar por las goleadas de Brasil, pero no se daban cuenta que los rivales se achicaban. Y no era para menos.Uruguay no tenía el temor del resto a la atmósfera brasileña La tribuna, la multitud, y todas esas cosas que pesaron en el ánimo de los españoles y los suecos, permitieron las goleadas. Pero eso con nosotros no camina. El equipo nuestro jugaba bien y estaba integrado por hombres». Oscar Omar Míguez, integrante del mismo conjunto, rememoraba: «¿Por qué nos iban a ganar?, ¿quiénes eran?. Nosotros nos teníamos confianza. Si usted entra sugestionado es peor… Ese campeonato no se perdía… Estaba escrito que ese día ganaríamos. No temíamos ni a Dios ni al Diablo. Si Máspoli hubiese jugado de delantero, hacía dos goles, y si yo hubiera ido al arco, atajaba dos penales». Ambos jugadores apuntan un tema común. «Lo más peligroso que hay en el fútbol es el miedo», afirmaba sabiamente Carlo Ancelotti. ¿De que tenían miedo los europeos? No solo del fútbol mulato pese a que un periódico romano publicaba durante el torneo un escueto «¿Cómo resistir?», ante la demoledora algarabía de su juego. También del ambiente supeditado al contexto. El entusiasmo brasileño por el certamen había trocado su optimismo en fanatismo.

Skoglund, jugador sueco, comentó sobre su partido contra Brasil: “Cada vez que tocaba el balón, explotaban petardos a mi alrededor: era como un campo minado”. El final de la Segunda Guerra MundialLa cercanía de la IIGM pudo ser clave en esto estaba muy cercano, así como el de la Guerra Civil española, y los jugadores habían vivido aquellos conflictos en primerísima línea. ¿Revivió el público brasileño el estrés postraumático entre los competidores europeos? ¿Produjo el ambiente una conexión emocional con el cercano recuerdo bélico, provocando con ello que los futbolistas disminuyesen su competitividad? Skloglund identifica el petardo con la bomba y los uruguayos apuntan a que las tribunas achicaron al resto de finalistas. Venían de sufrir una larguísima guerra y quizás el ambiente les amedrantó. Uruguay no había peleado en ninguna y las famosas palabras de aliento de Obdulio y Schubert Gambetta servían para aliviar cualquier teórico miedo escénico. Sin embargo un hipotético Grande Torino hubiese afrontado el torneo en las mismas condiciones que los suecos y españoles, con el recuerdo de la contienda presente y un ambiente propicio a reavivar su recuerdo.

Además del contexto emocional, el aspecto táctico también genera debate.

Puesto que pertenecemos a «una cultura funeraria -cuyo respeto se reserva a los cadáveres-« (Antonio Escohotado), se ha omitido a posterioridad cualquier detalle que supusiese un asomo de menoscabo al prestigio de las víctimas de Superga. Sin embargoHabía dudas sobre el sistema del Torino, el Calcio se vio azotado durante el decenio anterior al desdichado suceso por una agria polémica sobre sistemas de juego (sistemistas vs metodistas) y el Torino en su doble faceta de equipo y esqueleto del seleccionado italiano fue campo de tiro en aquel debate. Nadie dudaba de las condiciones individuales de los jugadores. El más prestigioso periodista deportivo italiano de cualquier época, Brera, señalaba que había no menos de once elementos de notable valor internacional en aquel conjunto y que sus dieciocho fallecidos estaban «entre los mejores atletas de los que haya presumido nuestro fútbol». Las críticas se centraban en el aprovechamiento técnico de tan descollante material humano.

Durante la guerra, Novo y Pozzo habían maquinado para unificar la mayoría del talento disponible en un solo conjunto que facilitase la labor de seleccionador, amparándose en «exoneraciones militares y la ambición de la maglia azzurra» (Gianni Brera). El Comisario Único (Pozzo) recomendaba a los jugadores más brillantes la transferencia al Piamonte para estar cerca de él y el presidente Novo se apoyó en FIAT y su enorme influencia para mantener a los jugadores -y supuestos operarios- lejos de la actividad militar.

Un año antes del accidente se produjo el partido internacional que fue considerado la Waterloo turinesa. Pozzo había roto relaciones con Novo debido -entre otras cuestiones- a la adopción de la WMEl cambio de técnico y el duro viaje en barco terminaron en desastre por parte del Torino. Empero se celebraba el cincuenta aniversario de la Federación italiana (16-05-1948) y el seleccionador convocó para el amistoso ante Inglaterra al armazón del campeón de Italia, alineándolo en WM según era el deseo de buena parte de la prensa. El conjunto se vio humillado por cuatro goles a cero y el veterano técnico, muy tocado por el resultado y desgastado por las acusaciones de «trasnochado», acabó siendo licenciado tras el fracaso olímpico de ese mismo agosto (Londres ’48). Posteriormente el propio Ferruccio Novo entró como seleccionador, añadiéndosele para el Mundial el periodista toscano Aldo Bardelli. Sin embargo, el dispositivo táctico se mantuvo. Luego Bardelli y varios jugadores se negarían a viajar en avión hasta Brasil, prefiriendo hacer un trayecto en barco de casi veinte días, lo que malogró el estado físico y propició la esperpéntica actuación posterior.

Casi con toda seguridad la supervivencia del Grande Torino le hubiese ahorrado a la squadra azzurra la inacabable travesía marítima -inquietantemente profética puesto que todos los balones cayeron al mar-, pero la abultada derrota contra los ingleses no podía explicarse exclusivamente ni desde la clase de estos, ni por el desgaste de los turineses a aquellas alturas de temporada, puesto que el conjunto británico era ya veterano. Un dato esclarecedor, apenas dos años después una base similar de jugadores de la «pérfida Albión» sería abatida por España y los Estados Unidos de América en el Mundial del ’50. En cualquier caso, la derrota fortaleció las dudas etnológicas sobre la conveniencia de un sistema para «forzudos» ingleses ejecutado por «escuchimizados» italianos.

Incluso dentro del Torino existían dudas sobre el sistema de la WM.

Dicen que el húngaro «Egri» Erbstein, consejero táctico tras el Torino, había empezado a albergar dudas sobre la conveniencia de seguir apostando por la WM antes del accidente de Superga y quizás hubiese implementado cambios jugosos en aquel año previo al torneo, sin embargo el Torino vencía y daba espectáculo en el campeonato nacional, lo que hace difícil barruntar un hipotético cambio. Es más, bien entrados los ’50 se seguía alabando la eficacia y prestancia de su «cuadrilátero» como ejemplo de la solvencia de «el sistema». Difícil concebir un cambio pese a los aldabonazos que técnicos como el Barbieri del «mezzo sistema» o el Alfredo Mazzoni del modesto Modena estaban dando en el torneo.

Los cuatro goles encajados contra Suiza en Zurich (1945) o los cinco recibidos en el Prater ante Austria (1947) apuntaban a que Italia defendiendo en WM era un colador. Similares críticas se hicieron a suecos y españoles durante la final cuadrangular del Mundial de Brasil. El único equipo competitivo ante el conjunto local dispuso una organización tácticamente más cauta, conducida con mayor astucia y aplicando un uso eminentemente austero del fondo atlético en contraste con el despliegue al que predisponía el uso del modulo en WM. Brera lo definió de «cigarras contra hormigas» y cultivó en su recuerdo el espíritu del defensivismo. La disposición inicial de Uruguay apuntaba a una pirámide clásica rioplatense (2-3-5), sin embargo el back central Matias Gonzalez se ubicó algo más retrasado que su compañero Eusebio Tejera, los medios de los costados (Gambetta y Andrade) marcaron a los extremos (Chico y Friaça) y el mediocentro Varela y los dos interiores uruguayos retrocedieron respecto a su habitual hábitat hasta darle al equipo una forma en 1-3-3-3 muy similar a la implantada por Rappan en Suiza y con la que esta misma selección había conseguido empatarle a Brasil durante ese mismo torneo de 1950.

Y así fue como la gran epopeya charrúa acabó sirviendo de matriz poética al catenaccio.


Comentarios (23)

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No sé por dónde empezar. Es asombroso que un doble suceso, el accidente de Superga y el Maracanazo, afectase a tantos frentes.

Lo primero, lo de los petardos y las bombas me ha parecido brutal. La hipérbole del factor emocional en el fútbol. En ese caso es un ejemplo muy físico, muy concreto, muy explícito, pero estoy seguro de que las diferentes experiencias sufridas por naciones, clubes y jugadores afectan a la manera que tienen de afrontar las diferentes situaciones que les proponen los partidos. Me parece una obviedad.

Por otro lado, yo era de los que sí pensaban que sin aquel accidente el fútbol hubiese girado hacia un estilo más ofensivo y técnico y que el Catenaccio no hubiera tenido el peso histórico que acabó sujetando, pero David no solo me ha convencido de lo contrario con su explicación, sino que me ha hecho reflexionar y ahora pienso que, sin dejarnos llevar por el romanticismo, no era tan difícil llegar hasta ahí.

Pensemos en Sacchi y Guardiola. ¿Quién cambió más el fútbol? Sin duda Sacchi. ¿Porque el Milan era mejor que el Barça? No, lo cambia más porque su modelo sus avances, por lo general, son mucho más imitables. Requieren jugadores de menos nivel para aplicarse y eso permite la modernización o adaptación a los equipos más humildes. El Torino seguramente dependía de un nivel técnico y un talento que no era fácil de reunir para la mayoría de las formaciones. El Catenaccio era un camino más corto y, sobre todo, más accesible, mucho más, hacia la competitividad.
Artículo sobresaliente del escritor que destaca entre los mejores. David Mata, tienes que escribir un libro. Aquí tendrás un comprador.
Enhorabuena, David Mata. He disfrutado mucho.
Felicitaciones a David Mata por destruir mitos interesados con buena documentación.
@ César

La intención de David Mata no era destruir nada, sino construir, en este caso, un gran artículo y un pequeño debate entre nosotros.

Ecos nunca destruye, César. Nunca nos lo perdonaríamos. Intentamos siempre ser constructivos.
En primer lugar felicitar a @David_Mata_Ecos, por este tipo de artículos, ya que es una auténtica maravilla que haya gente lo suficientemente documentada sobre determinados hechos, como para plasmarlos en un artículo de este calibre, además, en mi caso particularmente, ya me había acercado con anterioridad a este suceso pero desconocía esta parte de la historia.

Sobre el propio suceso, es lo que se comenta en el artículo, a pesar de que el propio Torino era el equipo que vertebraba la selección azzurra por aquel entonces y que fue un equipo que ganó 5 scudettos consecutivos, no me cabe duda de que el hecho de que los petardos les recordasen a las bombas habría tenido un impacto en su nivel de juego, como tuvo en el resto de selecciones que participaron en la guerra aunque, por desgracia, nunca lo sabremos.

En el off-topic me gustaría comentar que tuve la oportunidad de estar el otro día en Superga en el homenaje a los jugadores de este gran equipo y es increíble el apoyo que recibe por parte de la gente de Turín, tanto jóvenes como adultos, juventinos o granotas, la verdad que para todo el que quiera y pueda es una visita impresindible la ciudad piamontesa en general y esta basílica en particular, desde la que se puede ver toda la ciudad y el pequeño homenaje que se rinde a este gran equipo.
Enorme trabajo, David.

Quería hacer hincapie en que, una vez más, otro ejemplo histórico nos demuestra la proverbial importancia de tener un club matriz para la creación de una selección nacional exitosa y duradera. Uno más, este Torino, que se une a los más que conocidos Juventus, Dinamo Kiev, Honved o Barcelona entre otros...

Segundo, cuando haces referencia a la selección inglesa que derrota a Italia en Turín en 1948, es cierto que es un conjunto veterano en algunos de sus componentes, pero también de una calidad como Inglaterra no tendrá en años. Estamos hablando de un conjunto con Frank Swift, su mejor portero hasta la aparición de Gordon Banks, un joven Billy Wright y una delantera con Stanley Matthews, su socio Stanley Mortensen (a menudo olvidado, pero brillante jugador), el bombardero Tommy Lawton (el mejor delantero inglés de la década), el habilidoso Tom Finney en el ala izquierda y el histórico Wilf Mannion como interior zurdo. Es un equipazo. Inglaterra vive una época en la que rebosa talento y miedo al mismo. Eso precipita su mediocridad en la década siguiente.
Además, el tempranero gol de Mortensen rompe el plantemiento de Pozzo, y a partir de ahí, jugando con balones largos a los dos extremos y con llegadas de los interiores, Inglaterra machaca a una Italia impotente. No todo fue culpa de Pozzo, aunque a él le pesaran los años y quizá algo de óxido en sus visión futbolísticas.

Por otra parte, yo pienso que la supervivencia del Gran Toro hubiera afectado más en el hipotético desarrollo de las Competiciones Europeas en los 50. Partiendo de la Copa Latina y siguiendo por la Copa de Europa. El equipo hubiese llegado veterano al 56, pero en base a sus éxitos una base económica se podría haber forjado y eso les permitiría mantener una renovación en base a jugadores de la élite italiana. Además, justo en el momento posterior a Superga surge de nuevo la fiebre de los extranjeros en Italia (los nórdicos, sobre todo), y ellos ya tenían a Kubala fichado.

Fútbol ficción at its best. Lo amo ^^
Cuando veo su nick en Twitter -@David_Mata_Ecos-, lo suelo leer de seguido y rotundamente porque es casi como un juego de palabras en sentido positivo. Cuando escribe David, mata Ecos. Revoluciona todo ultimamente. Matador!

Al hilo de esto estoy terminando el libro de Toni Padilla sobre el Mundial 50. Este tema -el efecto de los petardos como punzante recuerdo de la guerra- se comenta en varios capítulos y también se comenta como importante, en palabras de Boniperti y algún otro jugador, que la tragedia de Superga y su posterior psicosis a los aviones, hizo que los italianos viajaran en barco y se tiraran más de dos semanas en altamar, mientras otras selecciones viajaban en dos días. Sumándole los posteriores vuelos y tal, Italia empezaba los partidos muertísima.

Es decir, con el Grande Torino formando la azzurra, la guerra, que combatieron muchos jugadores, hubiese afectado muchísimo. En su lugar fueron jugadores mal preparados y cansados por temer al avión que causó la tremenda tragedia de esto último. ¿Tenía escapatoria Italia?
Por cierto, se me olvidó decirlo. Impresionante el libro de Toni Padilla. Desprende un cariño y un amor que no se aguanta. Es un regalo absoluto.
Uruguay para Brasil es como Frazier para Ali. Y en esa época era el mejor equipo del mundo juntó a Argentina que no fue por problemas internos.
Recuerden que en el 54 se comió 4 x 2 a Inglaterra en cuartos y sin Obdulio por lesión (Uruguay con Obdulio en cancha nunca perdió) se perdió en alargue con Hungría que era la nueva joya europea que había dejado cómodamente a Brasil en el camino. Luego Schiaffino fue a Italia siendo el mejor jugador del calcio por años.
Hace un tiempo comente que con Gotze en cancha el Dortmund no perdía esos goles que se perdió el armenio contra el Madrid se me dijo que no era válido hacer esas suposiciones y ahora veo un artículo de que hubiera pasado si el Torino... No se qué hubiera pasado. Con o sin pánico escénico parte del secreto del fútbol es conocerse a si mismo y Uruguay se conocía y hacia unos meses había enfrentado a Brasil por una copa regional.
@David
Me exprese mal.. en realidad quise decir que con Obdulio en cancha "por mundiales" Uruguay nunca perdió, está claro que no son muchos los partidos a los que me refiero.
Y te añado otra perla que seguro conocés, el mejor jugador uruguayo del momento (y no se si del mundo) se llamaba Walter Gomez y era el 9 de River Argentino, se fue para allí en el año 49 por golpear a un juez en un clásico uruguayo, en la vecina orilla lo amaban y dicen que era titular indiscutido de esa selección.
@David
En el 49 a Peñarol de Montevideo vino un técnico húngaro y revoluciono con sus ideas al equipo que fue base del seleccionado. Veo que los húngaros estaban de moda y luego con lo de su selección en el 54. No estaria mal hacer un articulo de esa escuela húngara que revolucionaba esos años. Un abrazo.

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