Entre las bajas que amenazan los onces de la final de la Liga de Campeones no se cuentan las de dos porteros que acudirán prestos a la cita, dispuestos a manosear la suerte del más definitivo de los encuentros. El partido navegará entre la cercanía de ambas orillas en función de cómo se desarrolle el juego y la última palabra siempre correrá a cargo de dos guardametas que han nacido para noches como esta. Dos auténticos monstruos.
El duelo entre Courtois y Casillas promete ser soberbio.
Quién asiste al fútbol desde hace tiempo sabe que es muy osado pronosticarle más finales de la máxima competición europea a Thibaut Courtois. NadaEl futuro de Thibaut parece esperanzador en este deporte asegura la persistencia en un escenario tan restringido, tan orgulloso del privilegio que representa que se ha mostrado esquivo con muchos grandes del balón. Ni siquiera una madera tan selecta como la del belga asegura el pasaje. Y, sin embargo, no cuesta imaginar que Lisboa será la primera de otras fechas gigantescas en la carrera del guardameta colchonero, la primera piedra de una relación que estrechará lazos con el paso de las temporadas y nunca dejará de mirar hacia ese 24 de mayo de 2014 en el que todo empezó.
Con Iker Casillas pasa un poco lo contrario. Uno se pregunta si tras una carrera tan larga y fructífera esta será la última ocasión del mostoleñoCasillas sabe lo que es ser determinante para imponer una vez más su ley en la finalísima continental. También parece osado planteárselo, pues si el orgullo de la competición es grande no lo es menos el de las leyendas que aprendieron a dominarla. La Copa de Europa todavía saluda al guardameta blanco como el más joven en calarse los guantes en su lance más decisivo y, más allá de las cifras, nunca olvidará el asombro que causó su providencial ingreso en el campo en la segunda final que disputó.
Cada uno vive momentos diferentes en su carrera.
Cuestiones banales, al fin y al cabo. Esta noche es la final y poco importa lo que pasó antes y lo que está por venir. En Da Luz dos monstruos cerrarán el espacio de juego en el que otros veinte futbolistas intentarán conquistar la gloria para unos u otros. Inocentes. Convencidos de definir con los pies lo que estará en manos de otros.
A un lado, una joven Escila guardará celosa la gruta de una inmensa pared, un acantilado impenetrable que defenderá con seis cabezas que están en todo y doce piernas poderosas con las que llega a todas partes. Y al otro lado aguardará el viejo Caribdis, un ser voraz que engulle todo lo que se le acerca en medio de un torbellino aterrador que no es otra cosa que el hogar que protege de las incursiones extrañas. Contaban los antiguos que el problema con estos monstruos que flanqueaban un peligroso pasaje marítimo era que, si el barco se alejaba de uno, se acercaba irremediablemente al otro, con lo que de una u otra forma la suerte del navegante siempre quedaba en sus zarpas. Entre Escila y Caribdis.
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Garate 24 mayo, 2014
Impresionante Marc. Precioso articulo