Mientras Simeone pregonaba y pregona la validez de todos los estilos como camino hacia la victoria, Betis, Valladolid y Osasuna han bajado a la Segunda División por motivos diferentes. Intentaron cosas distintas, encontraron problemas dispares y cayeron al mismo lugar. El fútbol es infinito porque tantos senderos pueden llevar al éxito como vías conducen al abismo. No existe la fórmula mágica en ninguno de los sentidos, solo la coherencia, el buen trabajo y una gota de suerte como única hoja de ruta fiable de verdad.
Lo de R. Castro fue la claveEl Betis de Mel confeccionó una plantilla interesante que aspiraba a dar sustos en la UEFA Europa League y a volver a viajar por el continente el año que viene. Le entrenaba un técnico querido y asentado, poseía una cultura táctica bien asimilada y todo parecía estupendo. Casi estupendo. Por razones variopintas, Rubén Castro, killer y crack verdiblanco simultáneamente, arrancaría la temporada fuera de juego, y pese a que el Betis completó una serie de partidos bastante positiva entre agosto y setiembre al son de Matilla, su falta de acierto le fue metiendo en el hoyo como quien no quiere la cosa. Llegó la frustración, luego el nerviosismo, después las malas decisiones y la historia final ya es conocida. Así de duro resultó.
Juan Ignacio Martínez y el plantel del Pucela no se entendieron.
Lo del Pucela, visto con perspectiva, podría atribuirse a una elección equivocada del entrenador. Juan Ignacio Martínez atesora calidad y la contrastó en el Levante, al que estuvo a punto, cerquísima, de colar en la Liga de Campeones 2012/13, pero exhibiendo un conocimiento que no era fácil de aplicar en la plantilla blanquivioleta. El Pucela de Djukic se había desenvuelto como un conjunto técnico y ordenado a partir del balón -sobre todo de su salida desde atrás, que era práctica y bonita- cuyas virtudes asociativas escondían su debilidad teórica en defensa -especialmente en cuanto a físico-, al tiempo que JIM desarrollaba en el Ciutat un estilo ultra-defensivo que destacaba por su paciencia atrás. A veces los polos opuestos se atraen y potencian y otras se atraen, se comprimen y se diluyen. Es lo que ocurrió en Zorrilla, que después de 38 jornadas, y a pesar de haber visto varios encuentros interesantes, todavía no sabría definir el fútbol de su equipo en dos líneas de texto.
El cambio de estilo de Osasuna no fue generoso con Javi Gracia.
Osasuna es sin duda el caso más curioso y presto a la reflexión. Los rojillos han encadenado muchos años en Primera División luciendo un estilo marcado y personal que convertía su estadio en un fortín y las últimas jornadas en un infierno que no quemaba tanto. Se habla de ese juego directo, por banda, físico, aéreo y pirata que en su día alcanzó el cenit con Ojeda, cuando en algunos encuentros lo ponían delante de los laterales en los saques de banda para negarles la visión y obtener ventajas incluso de eso. O sea, hablamos de un fútbol de bajo riesgo y cobro de los fallos rivales. De repente aterrizó Javi Gracia e instaló una apuesta original que, dicho sea de paso, salió bien bastantes veces, siendo el Osasuna-Atleti la cima del plan. El Sadar ha visto posesiones de balón que, a nivel táctico (reparto de espacios y movimientos), el Camp Nou suma dos años sin ver, por ejemplo. Pero el fútbol es cruel, castigó su falta de determinación arriba y creó la bola de nieve que luego crece sola independientemente de que en primavera ya haya sol hasta en Pamplona. Y en esa fase de la temporada, Osasuna sí echó en falta sus viejas costumbres.
@polmadur 20 mayo, 2014
Para mi, es curioso que bajen dos equipos que tienen en sus filas a un jugador, que podría haber salvado muchas papeletas del Betis como son Javi Guerra u Oriol Riera, esos goles que a principio de temporada faltaron y han acabado condenando a los verdiblancos junto con la manipulación pésima de los "dueños"