Una de indios | Ecos del Balón

Una de indios


Cuarenta años han pasado desde la última vez y, ciertamente, no mucha gente puede decir que se lo esperase. Si bien desde hace casi un lustro la presencia del Atlético de Madrid en la competición europea es brillante, merced a sus dos triunfos en la Europa League, no es menos cierto que una larga andadura en la Champions League es harina de otro costal. Pero el conjunto de Diego Simeone ha forjado un grupo de hierro, con una moral a prueba de bombas y fútbol por arrobas. No hay tres equipos en el mundo más en forma que el Atlético y hay serias dudas de que haya alguno con más hambre. Así pues, parece que cuarenta años no es nada. Y los Diego Costa, Koke, Filipe Luis, Arda Turan o Courtois parecen más que dispuestos a no ser menos que los colchoneros que disputaron las tres semifinales que, de momento, adornan el historial rojiblanco en la máxima competición continental.

A finales de los 50, con la Copa de Europa dando sus primeros –y firmes- pasos, el Atlético tuvo que lidiar con el dominante Real Madrid de Alfredo di Stefano. Eclipsado por su rival ciudadano, el conjunto colchonero debía buscarseCon Daucik el Atlético hizo frente al Real las habichuelas en dura pugna con un poderoso Barcelona y un excelente Athletic de Bilbao. En la temporada 56-57, una espantosa derrota contra el Barça en Copa del Generalísimo (global de 13-3) provocó el cese del entrenador Antonio Barrios. Para la temporada siguiente, la 57-58, los atléticos se hicieron con los servicios del prestigioso entrenador Ferdinand –Fernando- Daucik. El checoslovaco, también conocido por ser el suegro de Kubala, había ganado varias Ligas y Copas con el Barcelona y el Athletic. En la competición liguera, un Atleti reforzado estableció una dura pugna con el Real Madrid, que se decantó del lado blanco en las últimas jornadas. No obstante, gracias a que el cuadro madridista ganó la Copa de Europa, el subcampeonato atlético le valió la clasificación para la siguiente edición del máximo trofeo del continente.

La temporada 58-59 llegaba con el debut del club en competición europea. Debido a ello, el Atlético se reforzó con jugadores de la talla de Vavá –delantero centro del Brasil campeón del mundo-, el creativo interior Mendonça o el guardameta Madinabeytia. Daucik, conocido defensor del fútbol de ataque, formó una delantera sensacional compuesta por Miguel, Mendonça, Vavá, Joaquín Peiró y Enrique Collar. Peiró un excelente jugador de ataque, tanto como interior como incluso de delantero centro –como demostrará en su etapa italiana, que incluyó pasos por la Roma y el gran Inter de Helenio Herrera-, mientras que Collar era uno de los mejores extremos izquierdos del mundo. Para desgracia suya, compartía puesto con Gento, lo cual limitó su presencia en la selección nacional y, por tanto, su repercusión. Pero era un jugador de una habilidad superior a la del cántabro, más fino, mientras que la velocidad y la tremenda capacidad física de «la Galerna del Cantábrico», marcaban la diferencia a favor del madridista.

Aquel Atlético de Madrid rindió fenomenalmente bien en la Copa de Europa.

En Liga la trayectoria fue mediocre, pero en la Copa de Europa el conjunto de Daucik dio lo mejor de sí. La primera eliminatoria deparó un rival de escaso nivel, el Drumcondra irlandés, que fue apalizado por 8-0 y 1-5. En un abarrotado Estadio Metropolitano, Joaquín Peiró marcó a los dos minutos de empezar el que fue el primer gol del Atlético en Europa. El estadio madrileño viviría momentos de gloria antes de dar paso al nuevo estadio del Manzanares, cuya construcción se había aprobado a comienzos de temporada.

Tras la perita en dulce irlandesa, el bombo deparó un rival más duro para el Atlético, en la figura del buen CDNA Sofía –antiguo CSKA-, un equipo muy disciplinado tácticamente. El Atleti tuvo que jugar la ida en el Bernabéu, pues el Metropolitano no disponía de iluminación artificial. A pesar de jugar en terreno hostil,Enrique Collar, decisivo en toda la Copa, metió a su equipo en cuartos los de Daucik ganaron 2-1 –Vavá y Peiró-, en un encuentro que presagiaba que la visita al Vasil Levski de Sofia no iba a ser un paseo. Allí, el equipo del ejército búlgaro se hizo fuerte y arrancó una victoria por 1-0. Como no existía el valor doble de los goles ni nada que se le pareciese, se decretó que el partido de desempate se jugase en Ginebra. Allí, en el estadio de Les Charmilles, todo se puso en contra del Atlético. Los búlgaros se adelantaron rápido y poco después fue expulsado Rafa. Por si fuese poco, Vavá erró un penalti y Callejo, uno de los puntales de la defensa atlética, se lesionó. No había cambios, así que, con un equipo totalmente mermado, Collar se echó el equipo a la espalda y su actuación fue tildada de legendaria. El Niño se salió, jugó por tres hombres y el Atlético se recuperó para ganar 3-1 en la prórroga. Vavá mostró también su categoría haciendo un doblete y Callejo, lesionado pero que se había quedado en el campo, como era habitual en la época, marcó el gol del cojo, que sería el que finalmente se tornaría decisivo.

Los cuartos de final llevaron al Atlético a Alemania. El Schalke 04 se suponía un rival durísimo, pero el conjunto colchonero dio buena cuenta de ellos en el Bernabéu –una vez más- por 3-0 y, aunque un gol a los 10 segundos en el Kampfbahn, aguantó sin problemas y selló el pase a semis donde esperaba un Madrid que venía de aplastar al Wiener SC.

Reconoce Di Stefano en su autobiografía que, junto a la eliminatoria contra el Partizan en la primera Copa de Europa y la final de la Tercera contra el Milan, ese enfrentamiento contra el Atlético fue el más difícil de todo el ciclo. El partido de ida en el Bernabéu vio como Chuzo ponía por delante a los visitantes, aunque Rial empató inmediatamente. En un partido muy igualado, fue la efectividad en los penaltis lo que decidió: Vavá falló ante Rogelio Domínguez, el espigado portero argentino, y Puskás no lo hizo ante el ágil Pazos. El primer asalto era para los campeones de Europa.

En el Metropolitano se jugó un partido de pierna dura, arbitrado por el famoso Mr. Leafe, en el que Puskás estuvo ausente –su lugar fue ocupado por Mateos-, al igual que Mendonça. Un gol de Enrique Collar, una vez más, fue decisivo. Como también lo fue Pazos, autor de una gran parada ante Kopa, que hubiera supuesto la clasificación blanca. Había que ir al desempate, que se jugaría en Zaragoza y a donde se desplazaron millares de madrileños. Bajo la dirección del no menos famoso Mr. Ellis, y con los equipos de gala en ambos bandos, se jugó un emocionantísimo partido en el que un Collar pletórico empató con rapidez el gol de Di Stefano. Puskás, de vuelta al equipo, volvió a ser capital, marcando con un disparo cruzado ¡con la derecha! el gol que llevaba al Madrid a su cuarta final. Para el Atlético quedaba el consuelo de una buena actuación y la sensación de que había equipo para competir en Europa.

Los años 60 vieron como el Atlético saboreaba las mieles nacionales y europeas.

Efectivamente, el liderazgo de Collar, la inventiva de Mendonça y la aparición de otros jugadores como Adelardo o Luis mantuvieron al Atlético en una posición de privilegio durante toda la década. Dos Ligas, dos Copas del Generalísimo y una Recopa –más otra final- son buena muestra de ello. En la temporada 66-67, los colchoneros volvían a la Copa de Europa, en un escenario ya conocido: compartían competición con el Real Madrid, vigente campeón. Como en la última ocasión. Pero esta vez lo hacían ya en su flamante estadio a la ribera del Manzanares. Se eliminó bien al Malmoe, pero la sorprendente Vojvodina, eliminó al Atlético tras remontar un 2-0 adverso en el desempate. Adelardo y Collar habían marcado antes del minuto seis, pero un inspiradísimo Silvester Takac –que luego haría fortuna en el Standard de Lieja de Raymond Goethals-, dio la victoria al cuadro yugoslavo.

Habría que esperar poco para la siguiente experiencia, sólo hasta la 70-71. El Atleti regresaba y lo hacía con un quinteto atacante de lujo, el formado por Ufarte, Luís Aragonés, Eulogio Gárate, Irureta y Alberto. Rebosaba clase en ataque y poderío físico en defensa, una combinación que siempre había dado buenos resultados a los rojiblancos. Precisamente Luis y Gárate fueron los protagonistas de la primera eliminatoria de la Copa de Europa ante el Austria de Viena. Un tanto cada uno en el 2-0 del Calderón y otro por cabeza en el 1-2 del Prater. En esta eliminatoria también destaca el que será uno de los líberos más destacados del panorama europeo durante los 70, Eddie Krieger.

Tras los austríacos el sorteo deparó una bomba: el Cagliari italiano. Los sorprendentes campeones de la Serie A, que contaban en sus filas con un contigente de internacionales italianos de calidad como Albertosi, Cera, Gori o Domenghini, pero que, sobre todo, tenían a Gigi Riva, uno de los mejores y más temidos goleadores de Europa. Aún así, el entrenador italiano Scopigno se ponía la piel de cordero. «El Atlético vale por dos Saint Etienne», en referencia al rival francés al que habían eliminado en la anterior ronda. Scopigno, viejo zorro, sabía de la experiencia que atesoraban los Calleja, Adelardo, Luís o Ufarte, a pesar de que en Europa no tuviesen un gran nombre. En el Sant’Elia Riva y Gori subieron el 2-0 justo antes del descanso, y sólo un gol de Luis a falta de 10 minutos salvó los muebles del Atleti. Para la vuelta, la suerte se alió con los rojiblancos. Riva, en un estado de forma excepcional, se lesionó jugando con Italia ante Austria, y no pudo estar en el Calderón. Sin «Rombo di tuono», el Cagliari sólo pudo asistir a uno de los mejores partidos de la historia del Atlético, y en concreto a la exhibición de Luís Aragonés, autor de los tres tantos de su equipo. A estas alturas de su carrera, Luis era un jugador que entendía el juego como pocos, bajaba hasta el medio del campo para dirigir el ataque de su equipo y conservaba una buena llegada a gol, lo que le reportó numerosos tantos.

Después de eliminar a los campeones italianos el nombre del Atlético empezó a sonar por Europa. Los siguientes en lidiar con ellos fueron los polacos del Legia de Varsovia. Si el Atlético era la sorpresa de este año –junto con el Panathinaikos-, el club del ejército polaco lo había sido en la edición anterior, donde había perdido en semifinales ante los eventualesNo sin sufrimiento, el Atlético se metió en su segunda semifinal tras eliminar al Legia campeones, el Feyenoord. Seguían conservando la base del equipo, y ahí destacaban especialmente Kazimierz Deyna y Robert Gadocha, dos jugadores que serán decisivos en el crecimiento del fútbol polaco a lo largo de toda la década. El primero un centrocampista excepcional, con un rango de pase excelente, jerarquía y presencia en la zona ancha. El Overath polaco, pero con más llegada a gol. El segundo, un extremo fantasioso, no excesivamente rápido, pero muy habilidoso. Muy parecido a lo que sería Bruno Conti en los 80. Tras salir con una victoria del Manzanares, merced a un gol de Adelardo, el Atlético se preparó para sufrir en la ratonera que era el estadio del Legia. Salcedo adelantó pronto a los rojiblancos y parecía sentenciar la eliminatoria, pero los goles de Pieszko y Stachurski dieron gran emoción a los instantes finales. La epopeya colchonera continuaba. En el resto de eliminatorias, el Ajax daba buena cuenta del Celtic, el Panathinaikos daba la sorpresa en Goodison Park y eliminaba al Everton mientras que el Estrella Roja aplastaba al Carl Zeiss Jena en Belgrado. En este partido, Dzajic fue expulsado y sancionado con cuatro encuentros, con lo cual se perdería el resto de la competición. Era un golpe mortal para el Estrella Roja, que se estaba confirmando como uno de los mejores equipos de la competición.

Mientras los yugoslavos lidiaban con la UEFA pidiendo perdón para su estrella y veían como el Panathinaikos remontaba un 4-1 adverso en la ida para colarse sorprendentemente en la final de Wembley, el Atlético bailaba con la más fea. Un grupo de peludos con patillas enormes y fútbol de otro siglo –futuro- se cernía sobre el continente y nadie parecía poder pararlos. Lo hizo el Atlético en la ida, merced a un buen planteamiento de Marcel Domingo y a un gol de Irureta. Cruyff estuvo tan discreto que hasta Rinus Michels lo cambió por Blankenburg para apuntalar el equipo. El gol de Irureta valía a ambos, al parecer.

En la vuelta no hubo caso. Lo que el Atlético sufrió en el Olímpico de Amsterdam fue una de las primeras serias exhibiciones ajacied en Europa. Incluso con un Cruyff muy discreto. El astro holandés sufrió un aparatoso corte en la oreja tras un choque con el portero Rodri y, básicamente, desapareció del campo. Aún así, Piet Keizer y Wim Suurbier tomaron las riendas del equipo y Johan Neeskens, jovencísimo, fue un ciclón. El 3-0 reflejaba el advenimiento de un nuevo fútbol. La diferencia entre el Fútbol Total y el Fútbol Normal. Algo que ni mucho menos debería avergonzar a nadie, a juzgar por lo que el Ajax hizo en Europa en los siguientes años.

A veces la vida da una última oportunidad. Y eso sucedió a muchos jugadores del Atlético de Madrid.

Cuando parecía que varios de los veteranos colchoneros no volverían a saborear lo que era jugar en Copa de Europa, el Atlético lo volvió a hacer. Campeones de liga 72-73 de la mano de «Mister Látigo» Max Merkel y un último intento para los Adelardo y Luís.

El prestigioso técnico argentino Juan Carlos Lorenzo tomó el mando del equipo, y con la apertura al fichaje de jugadores extranjeros llegaron sus compatriotas Heredia y Ayala. Un tractor y una bala que dejarán gran recuerdo en el Calderón. La liga española se internacionaliza, y llegan Cruyff, Netzer, Óscar Mas, Sotil, Salif Keita… Es un período de renovación tras unos años oscuros en los que el nivel había decrecido.

El Atlético empieza la andadura europea contra el Galatasaray. Lo que debería haber sido una eliminatoria plácida se torna un infierno. Los turcos son una muralla infranqueable y se llevan un empate a cero del Calderón. Lo mismo sucede en Estambul, donde los locales parecen no tener ni la más mínima intención de atacar. Sólo en la prórroga, en un contraataque, Salcedo consigue marcar y dar el pase a los octavos de final. Se sufre, pero se pasa. Igual que el Bayern contra los suecos del Atvidaberg, el Liverpool contra los luxemburgueses del Jeunesse Desch o el Benfica ante Olympiakos. Los grandes sudan el pase y algunos ni lo logran como la Juve, que suma su enésimo fracaso en Europa tras ser eliminado por el Dinamo Dresde. Los subcampeones del año anterior están fuera. Además, y a pesar de quedar eliminado, Europa empieza a conocer el nombre de Gregorz Lato, el diabólico atacante polaco. Faltaba poco menos de un año para que nadie más lo olvidase.

Es noviembre del 73, y tras tres años de dominio tiránico, el CSKA de Sofía acaba con el Ajax, huérfano de Cruyff. Se despejan caminos para nuevos equipos. ¿Por qué no el Atleti? Los colchoneros exhiben en Bucarest el ataque de los tres puñales, con Ayala, Gárate y Becerra, pero sufren en el Calderon, donde el Dinamo marca por dos veces y sólo Capón y Ayala –con un gran cabezazo- salvan el desaguisado. Gárate juega excelentemente en esta eliminatoria, casi de falso 9, lanzando a sus veloces compañeros de ataque, arrastrando a sus marcadores y creado peligro constante. Pudo haber ganado el partido de vuelta para su equipo, pero su remate lo sacó el guardameta Raducanu.

Se había acostumbrado el Atlético a viajar al este de Europa y allí volvió para los cuartos de final. El Estrella Roja de Dragan Dzajic se había cargado al Liverpool y se presentaba como gran outsider de la competición. Sin embargo el Atlético hizo un partido muy práctico en Belgrado. Luis Aragonés adelantó a los colchoneros a los diez minutos de la primera parte y eso calmó los ánimos en el estadio. El jugador rojiblanco aprovechó un pase de Adelardo para batir por bajo al guardameta Petrovic. El Estrella Roja se vino arriba, especialmente tras el descanso, y el Atlético tuvo que emplearse a fondo para contener sus ataques. Finalmente, los de Juan Carlos Lorenzo se hicieron con los mandos del encuentro y Gárate conectó un espectacular cabezazo en plancha que puso el definitivo 0-2 en el marcador. El «ingeniero del área», como a lo largo de toda la competición, fue decisivo y su mejor fútbol llegó en los momentos más oportunos para los madrileños. Para el Estrella Roja esta derrota supuso el final del camino de toda una generación. El club licenció a varios de sus mejores jugadores como Karasi, Jankovic y, sobre todo, Dzajic, que se irá a jugar a Europa occidental –Bastia-, por fin.

A la tercera semifinal fue la vencida, aunque en la final sobraría un minuto.

Por tercera vez en la historia el Atleti pisaba las semis. Tenía que ser la buena, y el Toto Lorenzo sabía que habría que matarlos para quitarles la final. El rival era uno de los mejores equipos europeos de la última década, el Celtic de Glasgow, campeón, finalista y habitual de las últimas rondas en los últimos años, con una base de jugadores sólida y una mezcla de veteranos y jóvenes que los convertía en un equipo a tener en cuenta al inicio de cada campaña europea. David Hay y Danny McGrain, dos carrileros de élite mundial, Billy McNeill el legendario capitán y líbero, el diablo Jimmy Johnstone en la banda derecha y el aguerrido Bobby Lennox en la izquierda, y la nueva perla, Kenny Dalglish, en el centro del ataque.

No es muy aventurado comparar esta eliminatoria con lo que puede ser la que nos van a deparar Atlético y Chelsea esta noche. La situación de ambos conjuntos es similar y, desde luego, dudamos que el nivel vaya a estar muy alejado. El partido de Celtic Park, un fortín enEl partido en Glasgow tuvo de todo: lesiones, peleas y polémica Europa como lo es Stamford Bridge, pasó a la historia como un escándalo tremendo. El encuentro planteado por Lorenzo fue a cara de perro. Un gol anulado a Dalglish provocó los primeros calentones y durante los 90 minutos el Atlético paró al Celtic de todas las formas posibles. Fueron expulsados Ayala, Panadero Díaz y Quique. Miguel Reina fue decisivo con varias paradas de mérito cuando el Celtic era capaz de completar ataques. Johnstone se tuvo que retirar lesionado y se formó un tumulto impresionante entre jugadores, auxiliares y policías. Los escoceses acusaron al árbitro rumano Babacan de permitir el juego violento y amenazan con recurrir a la UEFA. El partido tendrá una enorme repercusión en Europa y acarreará graves sanciones para el Atlético. Jock Stein declaró que el partido debería repetirse como se había hecho un par de años atrás el famoso Moenchengladbach – Inter del botellazo a Boninsegna. France Football metió presión a la UEFA con las sanciones publicando que «de ellas depende el futuro de una competición que ha podido morir en Glasgow».

En Madrid el partido se mantuvo igualado durante la mayor parte del mismo, y sólo cuando Gárate –¿quién si no?- rompió la igualdad el Celtic se vino arriba, y eso lo aprovechó Adelardo para marcar a falta de cinco minutos y acabar con las esperanzas de los escoceses. ¡A la final!

Dos equipos novatos en esas lides se plantaron en Bruselas para el partido decisivo de la edición de 1974. Bayern y Atlético había sufrido tremendamente para durante la competición para llegar a esas instancias. Reina, Melo, Heredia, Eusebio, Capón, Adelardo, Luis Aragonés, Irureta, Salcedo, Ufarte y Gárate son los once colchoneros que se baten el cobre con sus homónimos alemanes. Altísimo nivel, incluso físico, cuando la final se fue a la prórroga. Cuando el trencilla francés Loraux señaló una falta cerca del borde del área del Bayern en el minuto 114, Luis sabía que estaba en la posición ideal. Siempre había sido un lanzador excelente, y no falló. El gol más importante de su vida, seguramente. Un gol que dejaba al Atlético a un paso de la gloria. Una gloria que no llegaría y que deja la historia del Atlético y la Copa de Europa aún abierta. Tan abierta como estaba esa final cuando Schwarzenbeck recibió la pelota en aquel minuto 120 en una noche en la capital de Europa.


7 comentarios

  • javimgol 22 abril, 2014

    Colosal, Vilariño. Colosal.

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  • @DomingoPrez 22 abril, 2014

    Fantástico Sergio. Creo que es imposible mejorarlo, enhorabuena.

    Menudos cuatro artículos nos habéis regalado para disfrutar de este día. Bravo

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  • Vilariño 22 abril, 2014

    Quizá deberíamos glosar algo más la figura de Juan Carlos Lorenzo, el argentino que fue uno de los técnicos más prestigiosos de la época a ambos lados del Atlántico. Seleccionador argentino (Mundial 62 y 66), sus equipos se caracterizaron por su agresividad, pero también por su buen juego. Lorenzo combinaba ambas escuelas imperantes en la época en Argentina, pero terminó tendiendo hacia la más pragmática y hasta violenta. Aunque su Atleti jugaba muy buen fútbol, es cierto que su guardia pretoriana se caracterizaba por los marcajes más férreos y llevar al límite el reglamente (que le pregunten al Celtic).
    Además, fue el hombre que implementó la figura del "enganche". En el Mundial 66 Argentina se presentó en Inglaterra con Ermindo Ónega ejerciendo de número 10 con tres volantes trabajando por detrás suyo. Al final, un esquema bastante parecido a las "Wingless Wonders" de Alf Ramsey.

    Quizá para el Mundial haya que dedicarle un par de líneas a esas Argentinas menos conocidas.

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  • Garate 22 abril, 2014

    Estoy impresionado. Emocionante articulo

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  • Abel Rojas 22 abril, 2014

    Hace poco escuché una de las fábulas de Petón contando que el Atlético de Madrid fue el equipo que estuvo más cerca en su día de romper la hegemonía de Di Stefano en la Copa de Europa. Grande Vilariño escribiendo el por qué.

    Por otro lado, ni una, ni dos ni tres son las veces que he escuchado a veteranos atléticos diciendo que el extremo bueno era Enrique Collar. Veo que, coincida o no, Vilariño da fundamento a esa idea.

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  • Vilariño 22 abril, 2014

    @Abel

    Es que con respecto a Gento siempre se dice lo mismo, que Collar técnicamente era mucho mejor. Lo dice Di Stefano y el propio Gento, pero que el cántabro fue mejorando año a año y, unido a sus condiciones físicas, era casi imparable.

    Collar era mucho más fino, y también el suplente de Gento, Manolín Bueno. De Bueno se decía que era un jugador muy parecido a Collar, muy distinto al corte de Gento, pero que tuvo escasas oportunidades de mostrar su valía por tres razones:
    1) Gento era Gento
    2) No había cambios en la época, con lo cual la opción de ser un revulsivo tampoco existía
    3) Había el derecho de retención, con lo cual un jugador no podía irse libre de contrato a otro equipo si el club ejercía ese derecho.

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  • @migquintana 22 abril, 2014

    Muy grande como siempre, Vil! 😀

    Para quienes estén más interesados en la figura de Garate y aquel Atlético de Madrid, os recomiendo la entrevista que le hizo Alejandro Arroyo ya hace unos cuantos años. http://www.ecosdelbalon.com/2010/04/aristocracia-

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