“Fue allí. En Nimega”, afirma Ryan O’Neill con semblante frustrado. Reunidos en el balcón del cuartel de campaña, los oficiales aliados buscan las causas de su derrota con la mirada fija en el fatídico puente que resistió su avance. “Fue en esa maldita carretera que conduce a Nimega”, replica Michael Caine con ojos furiosos. La operación Market Garden debía terminar la guerra antes de Navidad, un golpe audaz contra la frontera alemana. “No. Fue después de Nimega”, sigue Edward Fox. Y resultó en desastre. “Y la niebla, en Inglaterra”, añade un apesadumbrado Dirk Bogarde. También fallaron las radios, y todo lo que podía salir mal. “No importa dónde fue. Basta el instante en el que un hombre le dice a otro: ¿Por qué no jugamos a hacer la guerra? ¡Y mueren todos!”, sentencia Gene Hackman.
Un puente lejano es el relato pormenorizado de un enorme fracaso. La película de 1977 es la dramatización del libro homónimo de Cornelius Ryan, un trabajo periodístico excepcional que recoge y contextualizaLa apuesta por D.Moyes tenía cierto sentido infinitos testimonios sobre los hechos y acaba configurando un cuadro de incalculable valor sobre los acontecimientos que sacudieron las tierras holandesas entre el 17 y el 25 de septiembre de 1944. Quizá una investigación de este calibre sobre el paso de David Moyes por el banquillo mancuniano nos pemritiría comprender por qué motivo salió tan, tan mal una apuesta que ya anticipábamos compleja pero que, al fin y al cabo, no parecía tan, tan mal tirada. Como le ocurre al lustroso reparto del film de Richard Attenborough, no obstante, sólo nos queda salir al balcón, dirigir la vista hacia el horizonte y lanzar nuestras hipótesis al viento.
La sucesión de Sir Alex no era trabajo fácil.
“Fue en el mercado de fichajes”, se puede aducir. Y de hecho no hacían falta los resultados de esta temporada para que algunos análisis identificaran a priori las limitaciones de una plantilla a la queLa plantilla no se reforzó lo que se esperaba Alex Ferguson, que es quien es, supo elevar por encima de sus propias posibilidades. El verano era el momento para anticipar este problema y parece claro que David Moyes no estuvo acertado. El Manchester United se movió tarde, lento, sin ideas claras y no fue capaz de mejorar un vestuario que reclamaba algunos movimientos potentes y precisos. “Fue el cambio de estilo”, dirían otros, aunque sería más justo señalar hacia su fallida implantación que hacia la toma de una decisión que, al fin y al cabo, no sólo es potestad de un nuevo entrenador sino una opción interesante para abordar el fin de una era tan importante como la de su predecesor. David Moyes buscó en un fútbol más paciente el objetivo que vertebrara el crecimiento de su proyecto y una propuesta para poder competir en Europa sin la máscara de antaño. Pero ese nuevo juego apenas sacó la cabeza.
“Fue su mal trabajo de entrenador”, se puede concluir, como se pueden argumentar otras cuestiones. Que en parte también fue el azar, por ejemplo, el que se empecinó en torcer marcadores a la mínima ocasión y saldar en derrota tantos partidos que bien pudieron acabar de otra forma. Destino caprichoso, por momentos pareció ensañarse con David Moyes, cobrándole en pocos meses todas las facturas pendientes del viejo diablo, arrebatándole el tiempo y la tranquilidad para trabajar en su equipo. En cualquier caso el Manchester United se vació de toda idea, de cualquier mecanismo reconocible, y los esfuerzos del entrenador para rescatar la temporada nunca fueron suficientes. No tendrá una segunda oportunidad y su legado será escaso más allá de la cruda lección que lega a sus sucesores: que sin Alex Ferguson Old Trafford no es un lugar tan especial.
Sean Connery es el último oficial que se retira del frente en Un puente lejano. En el papel del general escocés Roy Urquhart, sucio, herido y agotado tras escaparse in extremis del asedio alemán en Arnhem, se reúne con el general Frederick Browning (Dirk Bogarde) y es recibido con cautela por su superior, que no fue capaz de mandarle los refuerzos prometidos. “Hiciste lo que pudiste”, le señala este. “Sí”, es la seca respuesta de Sean Connery: “¿Y los demás?”.
Pablo 26 abril, 2014
Qué buena analogía. Justo estaba mirando una de mis películas favoritas: Indiana Jones y la última cruzada.
Es curioso que una institución que viene de tener al mismo entrenador durante 25 años, no deje terminar siquiera una temporada a su sucesor. O tal vez era casi inevitable. Siempre el que le sigue a un proceso tan exitoso da la sensación de ser cabeza de turco… Imposible no pensar en el Tata.
No me queda clara esta frase: "más allá de la cruda lección que lega a sus sucesores: que sin Alex Ferguson Old Trafford no es un lugar tan especial."