No hubo épica en la resistencia de los rojos, estuvo demasiado marcada por la coherencia como para considerarla una gesta deportiva. David Moyes estudió al Bayern, señaló sus virtudes menos afiladas, se centró en las otras e hizo daño al modo británico, con balones llovidos y carreras al espacio de jugadores sin técnica. El vigente campeón, que se comportó como el gran equipo que es dentro de la normalidad, dominó la fase del partido más definida, creó menos ocasiones que su rival y empató a uno en Old Trafford. Es un balance correcto. Pedir animaladas como matar a un gigante en su casa no es prudente; para que se dé algo así, el propio gigante debe facilitarlo, y el Manchester United no estuvo por la labor. Usó y honró a la Champions.
Ribéry y Robben eran el cacaoSabíamos que lo intentaría, pero estaba por demostrarse que detentasen calidad defensiva como colectivo para sobrevivir a las variantes ofensivas de Guardiola. Se armó en un 4-4-2 donde los once trabajaban juntos, salió presionando para marcar territorio, se encontró una ocasión por error ajeno y luego replegó. Así llegó la fase clave de esta ida, el monólogo del Bayern en el primer periodo. La movilidad bávara era importante, agitaba el aire, generaba buen feeling, pero la verdad es que tampoco daba tantos problemas. Al final todo se resumía en atar los regates de Robben y Ribéry y ya está, el resto eran meras distracciones sin púas, y el éxito local estuvo en no olvidarlo nunca: o Giggs o Carrick tenían que estar con Arjen y o Valencia o Fellaini tenían que estar con Frank.
El curro del doble pivote fue muy positivo; fue el inesperado factor que tiñó de acierto el plan de Moyes. Sí, se comían los pases entre líneas, pero controlaban bien las conducciones, los apoyos y los cortes diagonales de Bastian y Alaba, que eran los grandes avales de su rival.
Ferdinand y Vidic bloqueaban los impacientes tiros del Bayern.
Al Bayern le faltó meter un centrocampista en la espalda de Carrick y Fellaini, es lo que le hubiera dado la oportunidad de exprimirlos, mover al Manchester United y romper el 4+4 que sujetaron durante casi todo el partido. Schweinsteiger no tiene dinámica para menearse por delante del balón y Kroos es el base si no está Thiago. De esta guisa, las decisiones solían tomarse frente a Michael y Marouane, dándoles así margen de maniobra. Y aunque Alaba tuvo su ratito con su típico desmarque diagonal, sirvió más para defender mejor que para suavizar el ataque. O sea, que él llegase ahí y recibiese giraba Fellaini y, de paso, dificultaba la contra rival -el belga la perdió una docena de veces-, si bien, como el lateral no se paraba con la bola, no le daba poso a la jugada para que desordenase el sistema inglés. La único que creaba peligro sostenido era la subida de Rafinha, que siempre estaba solo, pero Fellaini leía el asunto, daba un paso atrás y creaba superioridad en el área. Curiosamente, en un movimiento extraño en Pep, el técnico catalán decidió mini-potenciar esa vaga ventaja en vez de buscar abrir otra más jugosa, y para ello metió a Mandzukic en el primer cambio, y en una de las dos que ganó, cayó el 1-1.
De Gea y Neuer demostraron ser porteros de grandes partidos.
Antes que el croata había entrado Kagawa por Giggs, un movimiento que cambió el partido hasta casi igualarlo. De repente Rooney pasó a tener un socio, se acercó a él hasta el punto de que parecía que los dos ocupaban la posición de extremo izquierdo y el United respiró. No es que tuviese el balón mucho más tiempo, sino que, cuando lo tenía, era más arriba. El descomunal trabajo de Welbeck, que se impuso físicamente a Boateng y anduvo muy igualado contra Javi Martínez, ayudó a que las sensaciones de Old Trafford no fueran ni mucho menos de sometimiento. En general, contando los 90 minutos, solo durante los 20 más fluidos de Alaba dominó de verdad el Bayern Múnich. Precisamente para anular la incidencia del austriaco, el United llegó a juntar en su perfil a Valencia y Young, quienes funcionaron bastante bien juntos. Otro punto a favor de un David Moyes que vivió su noche más grande como entrenador de los diablos. La Champions League es muy emocional, el mejor siempre sufre miedo a perder y el peor está en disposición de superarse porque todos luchan como nunca cuando se ven al borde de la muerte. Esta competición suele limar distancias y ayer volvió a hacerlo. En Múnich lo tendrá más complicado.
@Cesarndpo 2 abril, 2014
Pues por un momento hasta llegue a pensar que el entrenador más
criticado de la temporada le iba a ganar al más halagado de varias
temporadas,al final Pep metió a Mandzukic y le funciono,me parece
que después de todo Moyes no es tan malo como lo pintan