Uno de los mejores partidos de la primera vuelta de la Premier League fue el que enfrentó en noviembre a reds y toffees en Goodison Park, haciendo de Liverpool una ciudad con proyectos de altura similares, compartiendo el mismo objetivo: clasificar a Champions. Para mayor diferenciación, el Everton representaba la versión coral y el Liverpool era por encima de todo, la versión solista. Rozando febrero y pasado el ecuador del campeonato, el derby de Liverpool fue de todo menos compartido, con Anfield asistiendo a un festín visualmente maravilloso para los de rojo y garra.
El Everton no encontró sitio y comodidad. Fue siempre superado
El derby pidió la mano de ambos campos y se quedó a medias, pues el Everton de Roberto Martínez no pudo siquiera explicar su plan de partida, que a priori era tenerCon y sin balón, reds mejores la pelota, buscar superioridad con Pienaar y Barkley en zona central y ampliar la panorámica con la presencia de los laterales. Faltó comunión, decisión y personalidad para igualar el puño cerrado de un rival que a pesar de alinear a un cuarteto increíblemente ofensivo –Suárez, Sturridge, Coutinho y Sterling-, dio por sentado el compromiso y la constante actividad. Nada hizo temblar al 4-1-4-1 de Brendan Rodgers, con Gerrard de mediocentro. Los visitantes no tenían continuidad, alternando una progresión con un fallo, provocado por el rival o concedido por ellos mismos.
El Liverpool, humeante como un revólver recién descargado, mezcló a la perfección la primera recepción tras robo, siempre ofreciéndose un hombre del lado contrario para enlazar libre de marca y abrir al hombre exterior, con el sprint hacia portería como concepto clave para alejar a la línea defensiva. Bien Suárez, bien Sturridge –¿Suarridge?-, caían a zona de medios como un triple limpio y sonoro, en el momento perfecto; salían fácil y jugaban de cara constantemente. Si el uruguayo nos hizo creer que él solo podía cubrir la baja del inglés, ha sido llegar Daniel y poner Anfield de color dominio. Una dupla absorbente, determinante y heroica. Del todo indetectables, nunca dan referencia a ‘centrales Premier’ y hacen que tomar decisiones defensivas frente a ellos se asemeje a las oposiciones a la abogacía del estado.
Sturridge se clonó como si fuera Luis Suárez. La pareja del año
Con 1-0 -de Steven Gerrard– y Lukaku lesionado –apenas decidió intervenir en el juego mientras estuvo sano-, los de Martínez se fueron hacia arriba, con un Liverpool ya replegado en busca del contragolpe mortal y raso, con Suárez siendo un demonio y Sturridge y Sterling naciendo jamaicanos en línea recta. Jagielka y Alcaraz, de físico y reacción lenta, hacía tiempo que caminaban por el callejón del gato. Soberano y atractivo Liverpool, como el primer cocktail de los viernes. Tiene alma esta gente.
Ricardo Madrid 29 enero, 2014
¿Soy al único al que le gusta más Sturridge que Suárez? Es impactante.