El derbi lombardo tenía esas tres únicas escapatorias para no caer en la nulidad. Y puede que no compensara como valor neutro y material. Fue un partido pobre que rescató Rodrigo Palacio al borde del término, entre dos escuadras históricas entrenadas y definidas en sus planteles por un evidente perfil bajo que en épocas de transición pueden presentar –hasta cierto punto- virtudes aprovechables, aunque la pelota lo note. Mazzarri jugaba con el pulso emocional de su rival, cuyo momento deportivo y social intenta resguardarse de una borrasca que no escampa. Y eso el fútbol lo percibe y lo acusa.
Salvo la inquieta y ascendente actitud de Campagnaro, que salió a buscar a su par a lugares muy lejanos a Handanovic, el Inter hizo lo que sabe, deshizo lo que el Milan intentó, que fue escaso, y no hizo lo que no conoce. Es decir, Walter Mazzarri en un derbi, jugado de local –que en Italia funciona distinto- y sin haber ganado sus últimos cuatro partidos. Su bloque mezcló dos premisas que en realidad eran la misma idea: que los de Allegri dejaran espacios a la espalda de la línea de centrocampistas.
Mazzarri ajustó su propuesta al máximo. Esperar fallo y salir
Primero estrecharon el campo para que Constant y De Sciglio adelantaran sus pasos. Este último no tuvo mucha presencia en campo rival¿Qué más puede hacer Allegri? durante la primera parte –quizás para que Nagatomo no tuviera una autopista con Mattia proyectado-, posición que compensaron Balotelli y Kaka cayendo al extremo derecho. Y segundo, que Palacio, Guarín y Taider taparan la salida lateral, dejando la zona central muy despejada para que Muntari y Poli dieran línea de pase por dentro y dejaran su posición desguarnecida, donde De Jong quedara en desventaja, atrayendo Palacio a Zapata y Bonera. Premisas aparentemente contradictorias que mezclaron los locales, buscando el mismo efecto.
El resto de jugadores nerazurri replegó muy atrás. Es decir, no dejaron espacio entre el guardameta y la defensa; ni tampoco por fuera. Pero dejaron tiempo. El Milan tuvo mucho tiempo para mover el cuero. Y el Milan naufragó. Con Kaka móvil pero sin alrededores sólidos, sin Montolivo, y con Balotelli poco menos que en acústico, el Milan nunca detectó una mínima vía de desequilbrio. Tan solo Nigel De Jong fue capaz de mantener el tipo en el balance hasta que un posterior momento de lucidez de sus dos mejores hombres o una acción puntual a balón parado –la tuvo Poli- recondujera el encuentro. Más o menos el partido era interista, que tampoco hizo algo importante pero está más apañado y mantuvo la concentración que le procuró su público.
Rodrigo Palacio fue la diferencia entre tan poca producción
El mejor de los locales fue Palacio, delantero que a pesar de transcurrir mucho tiempo entre cada intervención, jamás desconecta. Está hecho al molde de un Inter que espera, tiene en Nagatomo y Jonathan la velocidad, en Guarín la masa y en Palacio el color. En una acción bella y plástica, paradoja de los 85 minutos precedentes, el argentino dio la victoria a su equipo. Antes siempre estuvo más certero y brillante que cualquiera de sus pares, aunque no interviniera demasiado. Esperó su momento, ese que le concedieron Balotelli y Kaka, Mario y Ricardo, ausentes en un Milan que está a 27 puntos del liderato y a 17 de la Copa de Europa. Allegri se aferra a Rami, Honda, Abate y El Shaarawy. Allegri, ma non troppo.
@DavidLeonRon 23 diciembre, 2013
Cómo ha crecido Palacio con respecto a aquel primer delantero de Boca que llegó de Banfield y que ¿inexplicablemente? dicen que pretendía el Barcelona cada verano.
Hoy es un delantero de movimientos muy ricos, cierta capacidad de crearse goles y muy bueno tácticamente. Fijísimo para Sabella en el Mundial y ya por delante de Lavezzi.