“No, no vamos a cambiar nada. Vamos a hacer mejor lo que hacemos, eso sí. Pero cambiar no, porque es nuestra forma de entender el fútbol y nuestra forma de hacer las cosas”, respondía Paco Jémez el pasado sábado a la pregunta de si, en algún momento, había pensado en no asumir tantos riesgos en la salida de balón. La declaración de intenciones del técnico rayista no es ninguna novedad, pero cobra una especial importancia debido a los problemas de juego que está atravesando su equipo. Si al Rayo le está costando ser profundo, tener presencia en el área y mordiente en el último toque, ¿hasta qué punto los rivales tienen la suficiente información como para intentar romper su juego desde el primer pase sin miedo a que batan la presión? Unai Emery es el típico técnico que no desaprovecha estas situaciones, pero la experiencia más reciente indicaba más bien lo contrario.
En el pasado “38 Ecos”, la pregunta con la que se comenzó el análisis del Valencia-Sevilla venía a ser la siguiente: ¿alguien se esperaba que los andaluces esperaran tan replegados a los de MiroslavEn Mestalla, el Sevilla decidió no presionar Djukic? Contextualicemos. El Valencia, en cada partido que ha disputado, ha tenido muchas dificultades para sacar el balón jugado de forma correcta. Y no sólo eso, sino que esos problemas se acababan convirtiendo en goles en contra (0-2 del Barcelona, el 1-0 en el Villamarín) o terminaban condicionando por completo el desarrollo del partido (la expulsión de Rami ante el Swansea). En cambio, la pizarra de Unai Emery cuando visitó Mestalla fue la misma que en el resto de partidos: Rakitic en la base y cero presión. Su planteamiento no le venía saliendo bien, pero ni aún así optó por esconder sus debilidades recordando las del rival. Sus razones tendría, por supuesto, pero el resultado no fue bueno. El Valencia no tuvo problemas para manejar el balón, se fue sintiendo cada vez más cómodo y, finalmente, consiguió ganar 40 días después.
El Sevilla recibía como colista al Rayo Vallecano, penúltimo.
Por tanto, la duda de si el Sevilla recibiría al Rayo de Paco Jémez con una alfombra roja hasta la línea divisoria era bastante razonable. Sin embargo, tardamos un minuto en disiparla. Justo el tiempoLos de Jémez no lograban salir de su campo que pasó desde el pitido del árbitro hasta que los sevillistas recuperaron por segunda vez el balón en campo contrario. No era casualidad, no eran un par de hechos fortuitos. El Sevilla presionaba cada metro del campo, mordía en cada recepción de Trashorras e imprimía una intensidad al juego propia de las grandes noches. El Rayo no salía, como no lo hicieron Betis, Madrid o Barcelona la temporada pasada. A los cinco minutos, los sevillistas ya habían hecho dos faltas en la frontal del área rival. A los nueve, crearon la primera ocasión de peligro tas un robo de Jairo pegado al banderín de corner… ¡de la banda contraria a la que actuaba! Ese era el nivel de intensidad, de implicación, de agresividad. A los quince, el Rayo acumulaba sólo seis pases buenos en campo contrario y quince errores en su propia mitad. El partido se estaba jugando muy cerca de su portería. Tanto, que el gol estaba al caer. En el minuto 17, el último de gran presión por parte de los de Emery, Rakitic marcó el 1-0.
La presión del Sevilla encarriló el partido, pero no lo cerró.
Fuera por verse en ventaja, el desgaste físico o la lesión de Denis Cheryshev, jugador con unas condiciones fantásticas para apretar tan arriba, a partir de ese minuto el partido cambió. No es que el Sevilla quisiera ceder metros, pero comenzó a llegar tarde a las marcas y el Rayo se fue asentando. Su momentum había acabado. Fue efímero y no muy peligroso, pero tuvo dos consecuencias que perdurarían en el encuentro cada una a su modo: el mayor protagonismo de Mbia y la mayor libertad de Rakitic. Dos matices muy positivos, pues el primero destacó en el juego y el segundo en el marcador, que terminaron por redondear el mejor tramo de juego sevillista de la temporada. No fue perfecto y quizás tampoco es sostenible, pero Unai Emery tiene menos trabajo y más puntos que ayer a la mañana. Así se empieza.
Miguel Verdugo 26 septiembre, 2013
La rigidez de la idea de juego del Rayo está siendo sumamente condicionante en este arranque ligero. Están siendo presos de ella. Es que los errores que le condenan son tan graves como evitables, véase el robo de Jairo como ejemplo. Ayer, además, cuando lograban esquivar la presión sevillista en campo rival apenas eran profundos. Muy poquito de Viera y Lass. Sólo destacaría las rupturas desde segunda línea de Adrián.