Hasta hace bien poco, había cuatro rutas para cruzarse el Principado de Mónaco de punta a punta: saltar de amante en amante de un millonario bronceado, camisa abierta y fichas de casino a borbotones en un bolsillo ; hacerlo de paparazzi en paparazzi de la princesa Estefanía; de Ferrari en Ferrari; o de yate de Briatore en yate de Briatore. La cosa podía ejecutarse rápida. Ahora, hay otro camino: saltar de James, a Toulalan, y de Moutinho a Falcao. Trayecto completado. Ellos forman el rostro del nuevo AS Mónaco, el último ejemplo de club potentado y hambriento, plagado de billetes, que se ha propuesto amenazar los centros de poder del fútbol europeo.
El peñón de Mónaco es lujo y su club de fútbol nunca ha vivido de espaldas a esa realidad socioeconómica. El AS Mónaco siempre fue una institución de cartera ancha. Sin embargo, esta vez es diferente. No sólo por Dmitri Rybolovlev, un ruso de esos tantos que han florecido de las cenizas del comunismo, un ruso de esos, con tanto que callar como que gastar. Esta vez es distinto porque el AS Mónaco se ha puesto firme, dominante, con ganas de desafiar una elite del fútbol europeo cada vez más localizada y escueta, a los cinco clubes que casi todos sabemos. Su órdago va más allá del fichaje millonario de un Klinsmann que debía hacer olvidar a Weah.
Esa es la realidad del fútbol continental hoy y en ella ha metido el hocico el AS Mónaco. No estamos ante un caso de club cualquiera. En el Principado el fútbol siempre marchó a cola del automovilismo, la vela o el tenis. Su estadio, el Luis II, se ha levantado a las miradas como el campoAl Monaco nunca le han faltado futbolistas de sonado prestigio de fútbol más grande del mundo, casi siempre con las tribunas vacías, las butacas huérfanas y el eco de banda sonora. Allí caben 18.000 personas de las 30.000 afincadas en la piedra, casi todas ellas con mejores cosas que hacer que ir a un estadio. Pese a todo esto, al Mónaco casi nunca le faltaron futbolistas de prestigio, sonoridad y aroma a la mejor fragancia. El apoyo de la familia Grimaldi, siempre presente en el accionariado de la institución con mayor o menos peso, garantizó billetes, transferencias doradas y planes financieros hermosos. Los Grimaldi también le dieron su famosa camiseta de la diagonal roja. La diseñó la princesa Grace Kelly y puso punto y final al viejo dibujo de rayas coloradas y blancas. El sistema fiscal del principado echaba la otra mano. Liberados de impuestos, los futbolistas que escuchaban una oferta del Mónaco conocían que aquello proponía unas ventajas.
El AS Monaco siempre ha contado con el apoyo de la familia Grimaldi y el sistema fiscal monegasco.
Este asunto siempre ha sido un tema delicado en Francia. El Mónaco es un club jugando en el sistema de ligas de un estado diferente. Lo hace con unas ventajas fiscales que el resto de los equipos han mirado con recelo y denuncia, gravados por unos impuestos mayores, sin poder ofrecer a los futbolistas una nómina totalmente limpia. Los clubes de la Ligue 1, donde el Mónaco tiene licencia para competir desde los años 50, han demandado históricamente que las cuentas del Mónaco se regulen por las leyes francesas y que, en caso contrario, la clasificación liguera de los monegascos no cuente a efectos europeos, que el Mónaco no ocupe una plaza francesas y lo haga como integrante de su país real. Eso sigue siendo imposible porque el estado del Principado de Mónaco no está aún adscrito a la UEFA. Pero el subterfugio fiscal sí toca a su final. En el año 2015, las nóminas del Mónaco serán gravadas y reguladas por las normas francesas. Veremos qué ocurre entonces.
De momento, el Mónaco ha configurado una plantilla con la que amenazar al PSG en Francia y meterse de lleno en la aristocracia europea. Jorge Mendes siempre ha olfateado los mejores manantiales del capital en cada momento y este verano su varita ha girado hacia Mónaco. El equipo lo conocemos todos. Puro lujo: el mejor delantero centro puro del ecosistema actual, el pie con mayor magia de Colombia, la pieza más imaginativa de Portugal o el francés que mejor interpreta el mediocentro. Falcao, James, Moutinho y Toulalan, más secundarios de nivel como Abidal, Carvalho, Isimat Mirin… en total, la factura sube a más de 140 millones de euros, un bólido asombroso en manos de Claudio Ranieri, algo así como poner un Fórmula 1 en manos de Felipe Massa.
El Mónaco siempre gozó de buena salud financiera y pocas veces dejó de contar con futbolistas de nivel. La cartera siempre asomó desde que en 1987 Glenn Hoddle pisó el principado en compañía de Mark Hateley. Dos británicos que dieron rendimiento mientas emergía el proyecto del entonces desconocido Arsene Wenger. Antes, el Mónaco habíaA principios de los 90, el AS Mónaco comenzó a aparecer en Europa trufado un buen palmarés dentro del atomizado círculo de poder del fútbol francés, sin duda, la liga europea de primera plana con más campeones y alternancias. También había contado con futbolistas de altura, como Michel Hidalgo, Delio Onnis, uno de los mejores goleadores de la historia del fútbol francés, un futbolista algo plano, pero un artillero despiadado y demoledor. O los franceses de la selección del 82, Manuel Amoros, Bruno Bellone, Alain Couriol y el eterno portero Jean Luc Ettori. Con ellos, hubo ciclos campeones, alimentando unas vitrinas con siete ligas (solo Saint Etienne, Marsella y Nantes han ganado más) y cinco copas nacionales. En los torneos internacionales, en cambio, y como casi todos los clubes franceses hasta los 80 salvo las excepciones del Stade de Reims en los 50 y el Saint Etienne en los 70, el Mónaco pasó de puntillas. Esto comenzó a cambiar a finales de los 80 y principios de los 90, mucho antes de aquella final de Champions contra el Oporto de Mourinho y esa goleada 8-3 al Deportivo con la coleta atómica de Dado Prso, con una semifinal y una final de la Recopa y otra semifinal en la Liga de Campeones.
En esa época, entre 1985 y 1995, el dinero de televisiones, marcas comerciales e inversores privados, unos más excéntricos que otros, expandió el fútbol francés (PSG, Matra Racing de París, Marsella…). El Mónaco se consolidó como la principal amenaza del Olympique de Marsella tiránico y triunfador de Tapie, pugnando con PSG y, en menor medida, Girondins de Burdeos, como alternativas de cabecera a ese dominio marsellés.
El AS Mónaco fue consolidándose, poco a poco, como un candidato anual a ganar la Ligue 1.
El Mónaco ya venía de consolidar su tradición de equipo apegado a la monarquía del Principado y apuntaló un proyecto con Arsene Wenger que acabó por instaurar las bases de una idea de club que saltó por los aires hace dos años, con el descenso. La relación del Mónaco con el lujo no se limitóDesde Wenger, también se caracterizó por pulir jóvenes talentos únicamente a la compra ciega y poderosa. Esto rara vez ocurrió y no fue la norma. Su gran movimiento histórico fue reemplazar la venta de George Weah al PSG por la mítica cifra de mil millones de pesetas (una barrera de potente simbolismo en España por entonces, en 1992) con la compra de Jurgen Klinsmann, campeón del mundo alemán, al Inter por mil cien millones de pesetas. Klinsmann, como lo había hecho la pantera liberiana, tocó buenos números de goles y engranó perfectamente en la filosofía de Wenger. Pero, y esto suele descuidarse al asociar al Mónaco con su política deportiva, la singularidad del club monegasco en los últimos 30 años, no ha sido la compra del lujo (casi siempre crepuscular, como Scifo, Rui Barros, Ramón Díaz, Marco Simone, N’Doram, Bierhoff, Vieri, Panucci, Saviola, el Muñeco Gallardo…) sino su fabricación. Desde Wenger, el Mónaco pulió un tacto especial para encontrar potenciales estrellas en ligas menores o en el fútbol francés, debidamente revalorizadas en el peñón, o para moldearlas en sus centros de formación, una factoría que durante años no dejó rincón de Francia sin barrer un palmo de talento juvenil.
Hablemos del primer grupo. Uno de los grandes legados del Mónaco al fútbol fue detectar en los campos cameruneses de Yaoundé a George Weah, uno de los delanteros más devastadores y abismales que ha conocido Europa en su era contemporánea. Su rendimiento fue tan proporcional con su revalorización, vendido en cuatro años al PSG por 60 veces más de lo que costó. El Mónaco también descubrió en el Luttich belga a Viktor Ikpeba, un nigeriano con menos nombre que méritos, otro ejemplo de cómo multiplicar el valor de un delantero por 60 en apenas un trienio. Y hay más: John Arne Riise, reclutado en Noruega y vendido al Liverpool después por casi 60 veces más, por 6 millones de euros. Rafa Márquez, capturado del Atlas mexicano y facturado al Barcelona por más de 5 millones. Maicon, cazado en el Cruzeiro por 3 millones y enviado al Inter a cambio de 7. O Yayá Touré, comprado por 5 millones al Olympiacos y traspasado en un año al Barça por casi el doble, 9 millones.
En Francia, el Mónaco también tuvo diamantes que encontrar, depurar y vender. Youri Djorkaeff (Estraburgo) explotó con Wenger como uno de los mediapuntas más talentosos y goleadores de su generación. El brasileño Sonny Anderson asomaba sus goles en Marsella y el Mónaco lo atrajo antes de mandarloBarthez, Giuly o Rothen son buenos ejemplos de lo bien que venden a Barcelona por 18 millones de euros. Las páginas del catálogo siguen: Fabián Barthez (comprado al Marsella y vendido al Manchester United por 12 millones), Ludovic Giuly (comprado por 7,5 millones al Lyon y vendido por 8,5 al Barcelona), Willy Sagnol (procedente del Saint Etienne y traspasado por 7,7 al Bayern Munich), Sabri Lamouchi (adquirido al Auxerre por 1,5 millones y vendido por casi 8 al Parma), Eric Abidal (detectado en el Lyon-la-Duchere y traspasado al Lille por 300.000), Jerome Rothen (de pagar 4,5 millones al Troyes a cobrarle 10 millones al PSG) , Martin Djteou (fichado libre de Estraburgo y empaquetado al Parma por casi 10 millones), Patrice Evra (pagado a 4 millones al Niza y cobrado a 8 millones al Manchester United), Emmanuel Adebayor (tasado en 3,2 millones al sacarlo del Metz y facturado al Arsenal por 10), y Jeremy Menez (fichado al Sochaux por 3,5 y vendido a la Roma por 12 millones).
El otro foco de plusvalías se ha localizado en la cantera monegasca, un torrente de futbolistas internacionales franceses. Fue clave también la mano de Wenger en ese impulso. Emmanuel Petit y Gilles Grimandi dejaron 4 millones cada uno en su venta al Arsenal. Liliam Thuram se marchó como agente libre de primer nivel al Parma. La Juventus pagó 12,5 millones por Thierry Henry y 23 millones por David Trezeguet. El Barcelona cayó en la trama de Philippe Christanval por 17 millones. Gael Givet dio beneficios de 5 millones con su traspaso al Marsella y Sebastien Squillaci, 4,5 millones vía Lyon. Ruffier, Mollo y, sobre todo, Nkoulou son las últimas piezas de cierta categoría ensambladas en la cantera monegasca.
La cantera del AS Mónaco también le ha dado continuos e importantes réditos económicos.
Como vemos, el Mónaco nunca ha vendido mal, en parte gracias a la bien asfaltada autopista compradora que siempre han compuesto Barcelona y Arsenal. La relación Mónaco-Barcelona-Arsenal conforma uno de los triángulos más peculiares y sugerentes del fútbol moderno, un menage a trois explicado por afanes estilísticos, personajes principales y secundarios y los entresijos del mundo del fútbol. El problema en el Mónaco siempre fue comprar con mucho dinero, como si fuera un mal millonario, una losa histórica que ahora Dmitri Rybolovlev no debe descuidar. Cuanto más gordo fue el billete en Mónaco, más sonó la bofetada: Nonda (20 millones), Porato (10 millones), Lucas Bernardi (9), Marcelo Gallardo (8), Diumerci Mbokani (7) o Kallon (5).
El Mónaco ha forjado una idiosincrasia como mejor pagador y vendedor que comprador de lujo. Su historial está repleto de aciertos, revalorizaciones y joyas descubiertas o trabajadas, pero también ha caminado en el alambre cuando ha dado un paso en clave faraónica. Esa sombra está ahí. Ahora ha dejado de ser un club potentado, auspiciado por la tradición de su vínculo con la familia Grimaldi, una relación de naturaleza familiar pese a todo, para convertirse en un club igualmente potentado. Aunque esta vez las claves del lujo son diferentes: un ruso en Mónaco, una poderosa ambición, un capricho mediterráneo y un mensaje con púrpura y brillantina. El Mónaco de Falcao y James nos hará disfrutar. Pero también debe invitarnos a reflexionar.
Javier Calvo 9 agosto, 2013
Otra vez que Ranieri se encuentra otro megaproyecto de estos entre sus manos. El primer gran acierdo de Abramovich fue cambiar al italiano por Mourinho.