A pesar de sus explosivos implantes pectorales Afrodita A nunca fue de gran ayuda para su colega masculino. Más allá del machismo setentero inherente en la obra de Go Nagai, está claro que el lánguido robot pilotado por Sayaka Yumi, diseñado para tareas de construcción y rescate más que para el combate, no era una fuerza demasiado efectiva en la lucha contra los terribles engendros mecánicos del Doctor Infierno. “¡Déjamelo a mi!, ¿no ves que siempre te sacuden?” gritaba una vez tras otra el impetuoso Koji Kabuto desde los mandos de Mazigner Z. Y entonces el gigantesco justiciero mecánico apartaba a Afrodita A de la batalla con un brusco empujón.
La autosuficiencia es una cualidad importante para los grandes robots solitarios al servicio de la justicia, como lo es para muchos futbolistas que aspiran a contarse entre los grandes de su época. Como Koji Kabuto, Gerard DeulofeuA Deulofeu le gusta coger el protagonismo parece un chico arrojado y algo arrogante que se basta sólo para marcar diferencias sobre el césped. Extremo en origen y todavía ahora, el delantero catalán es uno de esos jugadores a los que les basta con recibir el balón y moverse para generar ventajas. A veces, incluso, le basta con moverse para recibir el balón en ventaja, un terreno novedoso para un futbolista que las prefiere al pie pero atesora un potencial enorme para buscarlas al espacio. Se considera figura y no le falta razón, porque incluso fracasando no será otra cosa que un punta que buscará el protagonismo de los grandes triunfadores. Por ello, y no por una toma de decisiones menos deficiente de lo que se dice, Gerard Deulofeu juega mal muy a menudo. Porque ya le aburren los corsés.
Deulofeu busca dar el siguiente paso en la Premier League.
La clave era la súper aleación Z, el compuesto más resistente que era capaz de producir el ingenio humano. Mientras huía de la isla de Rodas, donde su archienemigo había descubierto una tecnología olvidada en forma de monstruosos brutos mecánicos con los que someter a la humanidad, el profesor Juzo Kabuto ya estaba dando forma a Mazinger Z en su brillante cerebro. Un robot colosal de corteza indestructible, animado por la energía fotónica que solo un elemento tan raro como el “japanium” podía soportar, equipado con rayos de colores, un poderoso ventilador bucal, cohetes y puños autropropulsados, sería la solitaria defensa del mundo libre ante los gigantescos esbirros del mal.
A falta de llevar un par de relámpagos pegados en el pecho la efigie futbolística de Gerard Deulofeu se refleja en las figuras más representativas del fútbol de las transiciones. Es alto -por lo menos paraSe forjó en el costado, pero apunta al gol los baremos de la Masia-, rápido y ágil, superior en condiciones puras a la gran mayoría de la profesión. Impetuoso, precoz, impaciente y competitivo, controla bien el balón en conducciones desatadas y le pega de fábula desde rincones insospechados. Se distingue por combinar los movimientos largos con un gran dominio del espacio corto que le permite enlazar la arrancada desde parado con el slalom. Su fútbol se forjó en la banda pero apunta a portería y acredita gol, demasiado para arrancar tan lejos del área. Desde hace tiempo viene desarollando con el marcador la relación transversal que caracteriza a todos los aspirantes a estrella. Tira faltas y penaltis, lo prueba desde lejos, pisa el área y busca el gol de Pelé. Pronto dejará de lanzar los córners para ir a rematarlos y alguno meterá.
La responsabilidad sobre los hombros del nieto del profesor Kabuto era grande. El Doctor Infierno y su lugarteniente hermafrodita, el Barón Ashler, administraban su ejército de gigantes mecánicos según una vieja estrategia tan recurrida por los grandes señores del mal que algún sentido debe tener: atacar ciudades cada cierto tiempo para terminar dominando el mundo. Pero Mazinger Z siempre se imponía, incluso cuando el terrible engendro volador Genocider F-9 tuvo muy cerca la victoria gracias a su superioridad aérea. El Profesor Yumi construyó entonces unas alas retropropulsadas para Mazinger Z y el coloso pilotado por Koji Kabuto impuso una vez más su ley, desde entonces también vigente en los cielos.
Deulofeu necesita moverse sin ningún tipo de cadenas.
Todo empezó con tímidas diagonales en el Barça B. Esos movimientos de hace un par de años no estaban previstos en el modelo táctico del filial barcelonista, simplemente surgieron. El espectador juró que la experiencia encantó al jugador y desagradó a los rivales. Porque les costaba seguirle. Como siempre, pero más. Porque moviéndose por dentro el prodigioso juvenil azulgrana manejaba más alternativas, acechaba el área y su cambio de carril les desorganizaba: la evolución de Gerard Deulofeu reclama alas pero su vuelo no dominará el cielo sino el ancho del campo. Moverse sin cadenas y gestionar intervenciones frecuentes en sitios diferentes. Arrancar en un lado y terminar lejos. Conducir y romper. Correr. El fútbol del catalán ansía una libertad impropia del extremo puro, y el riesgo de negársela es grande. El jugador se va de los partidos cuando se siente intrascendente y todavía tiene mucho que aprender sobre el ancho prado que pretende gobernar. La orilla del Mersey parece el sitio adecuado: las alas de Mazinger Z no pueden esperar.
Kundera 25 agosto, 2013
Ya que el artículo es de Marc, ergo friki y buenísimo, y que a Gerard no le he visto mucho, me limitaré a decir que que grandes son los animes de robots espaciales gigantes que pelean.