En su primer día en el vestuario pudo confundir su toalla con la de Roberto Baggio y darse de bruces con Roberto Donadoni camino de las duchas. Asombrarse ante los dos metros de Sebastiano Rossi, recibir un consejo severo de Franco Baresi y preguntar a George Weah por sus sensaciones de cara al próximo Balón de Oro. Figura diminuta entre gigantes, ese día encontró enseñanzas bajo las baldosas, entre los bancos, en el aire, en cada taquilla de aquella sala atestada de leyendas. Massimo Ambrosini ya vestía la camiseta del Milan en nuestros primeros recuerdos sobre el fútbol y en su último día en el vestuario rossonero todo habrá sido muy diferente a aquella primera jornada en la que puso el pie en una casa en la que dejaría huella.
Massimo Ambrosini llegó al AC Milan en 1995.
Porque ahora el referente era él. Era el viejo capitán el que tomaba a Stephan El Shaarawy del hombro cuando se juntaba demasiado con Mario Balotelli, la figura que impresionaba a M’Baye Niang y el resto de jóvenes recién llegados. El mentor de Riccardo Montolivo en los menesteres del brazalete. Antiguo camarada de los mayores mitos de la entidad, su presencia vinculaba la plantilla actual con la herencia más brillante de la historia del club. Su marcha archiva una gran época pese a no contarse entre sus protagonistas más reconocidos.
Dieciocho temporadas como milanista, doce títulos, treinta y seis años en el día de su adiós al club de su vida, las cifras de un centrocampista que siempre interpretó un papel oscuro Su última gran noche fue en Champions ante el Barcelonapor vistoso que fuera su compromiso. Sombra abnegada de muchos creadores, le identificamos por su tackle contundente, una relación sencilla con la pelota, su gran actividad en la zona ancha y la llegada impetuosa desde lejos, por arriba o como podía. Más sabio, sereno y preciso con el paso de los años, ha pesado en el equipo en sus postreros servicios y ha firmado una actuación formidable ante el Barcelona de Leo Messi en su última participación en la Liga de Campeones. Dice que no se retira, todavía se sabe futbolista. Pero ya no vestirá los mismos colores.
El adiós de los grandes héroes rossoneri ha sido largo. A menudo tedioso, a veces fascinante. El equipo envejeció y continuó envejeciendo una vez cruzada la frontera que hunde a los proyectos que no se renuevan. Siempre precario, nunca muerto, el Milan administraba la roída grandeza de sus ilustres veteranos para sacar un rédito inaudito de fechas señaladas mientras el relevo generacional tomaba forma sin prisa ni brillantez. Tras la salida del capitán queda Abbiati al pie del cañón, pero no es lo mismo. La nueva generación está al mando.
Abel Rojas 26 junio, 2013
Siempre me molestó que Gattuso jugase en su lugar. Creo que Ambrosini era más jugador. Pero bueno. Es lo que tiene ese carisma y esa energía que transmitía Gattuso. Esa "impronta" es necesaria en un par de jugadores en los equipos de Ancelotti para que haya acción y tensión.