Praterstadium de Viena. 22 de Junio de 2008. La empresa es grande y la confianza de los nuestros está empequeñecida por la historia. Han sido demasiados descalabros con el mismo eslogan, “los cuartos de final”, y delante está Italia, la campeona del mundo. Aquellos que mañana serán mitos todavía no ejercerán como tales –excepción hecha del portero–. En resumen: España tiene miedo. Torres y Villa son ahogados por el prometedor Chiellini y solo Silva se atreve a crear. Pero esta vez todo será diferente. Esta vez, la Roja resistirá. Tiene a Marcos Senna.
Comencemos por el principio. Poca gente lo recuerda pero Senna aterrizó casi de rebote en nuestra Liga. Semanas antes de la Copa del Mundo de 2002, el Villarreal había encarrilado la contratación del mediocentro brasileño Gilberto Silva. Sin embargo, su notable actuación en la cita asiática llamó la atención del Arsenal, que tiró de poderío económico y arrebató el fichaje al Submarino Amarillo. Los de El Madrigal reaccionaron al pequeño hurto trayéndose a Marcos Senna, de 26 años y perfil bastante más bajo. El también brasileño venía protagonizar una especie de milagro con Sao Caetano, finalista de la Libertadores esa campaña. La verdad es que, después de perder a un titular de la canarinha, la llegada de Senna sabía a poco.
Senna llegó a Villarreal de casualidad; el fichaje era Gilberto Silva
En Villarreal, dos nombres marcarán el destino de la entidad: Manuel Pellegrini y Juan Román Riquelme. De la mano de ambos se levanta un equipo de culto, con aroma 100% sudamericano. Un ecosistema donde Senna dará lo mejor de sí. El centro del campo se colocaba en cuadrado, 2+2, y a Marcos le correspondía habitualmente una de las dos plazas retrasadas. Su tendencia en aquellos años es algo más ofensiva, quedando la función de último hombre para Josico o el italiano Alessio Tacchinardi. No obstante, había días –no pocos– en los que a Senna se le situaba al lado de Riquelme, casi como mediapunta, y es que nuestro carismático morenito sabía recibir por delante de la pelota. Además, su disparo con el exterior del pie (un homenaje a la forma de chutar de su pueblo) era un arma decisiva desde distancias largas. Al ritmo de Román, contemplamos al Senna más especial de su carrera. El más grande aún estaba por revelarse.
David Albelda se había caído de la Eurocopa y había un hueco que rellenar. El valenciano era el mediocentro de confianza de Luis Aragonés y su ausencia trastocaba lo que el Sabio de Hortaleza denominaba “el pasillo de seguridad”. Senna generó consenso como sustituto pero faltaba verle en un gran campeonato. Y vaya si le vimos. Junio de 2008 será por siempre el mes de Marcos Senna. El hispanobrasileño interpretó de manera emotiva su doble rol: por un lado, debía cerrar la espalda de Iniesta, Silva y Xavi (ninguno un especialista defensivo); por otro, debía iniciar juego y ser un apoyo constante para los jugones. Cuesta decidir qué hizo mejor. Durante los seis partidos del torneo, Senna robó balones al nivel de un Makelele desatado… y cuando había que jugarlo lo hacía con una serenidad impropia de un contexto tan difícil por entonces como era el español. Aunque las comparaciones son odiosas y la Selección no volvería a ser la misma tras la victoria de 2008, es de justicia reconocer que nadie interpretó mejor que Senna la posición de único pivote. Xavi fue nombrado MVP pero todos coincidían en que el más regular había sido Senna. Austria y Suiza nos mostró la última gran versión de un centrocampista maravilloso. Un futbolista de museo.
Pablo 24 junio, 2013
Pequeña queja: comenzar un artículo con la palabra Praterstadio es mala idea.