Además de sacarle partido a su condición de Sir, de beber vino de dos mil libras la botella, cuidar a sus nietos, tocar el piano, leer, acudir a las carreras de caballos o meterse en algún jardín espinoso con el laborismo inglés, a Ferguson le quedan ahora un despacho, una grada, una estatua en Old Trafford y uno de los legados con más nutrientes y mejor abrillantados de la historia del fútbol inglés. Ahora, aún lo tenemos demasiado cercano, sus coloretes, su mirada al reloj, sus broncas o sus giros geniales en la pizarra. Serán nuestros nietos quienes pongan de relieve el verdadero alcance histórico de este escocés curtido en los muelles de Glasgow cuando reciten la lista de los reyes británicos: Chapman, Busby, Stein, Shankly, Clough y Ferguson.
La gestión de esa herencia le corresponderá a David Moyes, una decisión tan convencional que deja claro que es inglesa. Moyes encarna el relevo más natural a Ferguson que ofrecía el mercado: es escocés, comparte líneas de pensamiento más allá del fútbol con Alex (también está escorado hacia el laborismo), ama las carreras de caballos y, si nos metemos en el negocio que nos ocupa, la cosa sale sola. Ha dirigido un proyecto de largo plazo en el Everton, dotándolo de identidad, construyendo equipos, amasando un trabajo de cantera (Rooney, Rodwell o Lescott) y captando en el mercado algunos futbolistas con cierto éxito (Baines o Fellaini, como últimos ejemplos). Apadrinado desde hace años por Ferguson, Moyes estaba predestinado a asumir el gigante United. Pero, ¿qué alternativas había más allá de Moyes? La tan improbable como dudosa apuesta internacional (Mourinho o Klopp) y otra vía aún más natural, consanguínea: los hijos de Ferguson, la extensa colección de ex futbolistas del Manchester United que escucharon su furia, sufrieron su terquedad, gozaron con su pasión y aprendieron de su astucia, su liderazgo, su carácter competitivo, su disciplina y su flexibilidad táctica hasta que se convirtieron en mánagers, en portadores del gen Ferguson.
Para la sucesión de Sir Alex había una tercera vía: «sus hijos».
Salió Moyes, pero pudo salir una pieza del taller de entrenadores de Ferguson, alguien más apegado a la tradición del club, empapado de su cultura, conocedor de los códigos instalados en la institución y con lazos con la gente, el entorno, los medios de comunicación habituales o incluso la maquinaria comercial yLos hijos deportivos de Ferguson son muchos alrededor del país empresarial. Alguien, en definitiva, parido por Ferguson. Había donde elegir. El legado de Alex no solo recae en forma de exigencia y expectativas sobre los hombros de Moyes. A ese legado pertenece también el cuerpo de entrenadores que se extiende por todos los rincones del fútbol británico con la huella de Ferguson sobre sus manuales. Tenemos varios, aunque solo nos entretendrán los más relevantes. Contamos a su hijo –hijo de verdad- Darren Ferguson (Peterborough United), Chris Casper (ex del Bury), Peter Davenport (ex del Southport), Chris Turner (ex del Sheffield Wednesday), Simon Davies (ex del Chester City), Mark Robbins (Huddersfield Town), Viv Anderson (ex del Barnsley), Pat McGibbon (ex del Newry City), Frank Stapleton (ex de New England Revolution) o, ya más conocidos, como Hennin Berg, aquel central noruego al que deshizo Fernando Redondo. Berg entrenó en su país a Lyn y Lillestrom antes de comenzar esta temporada como encargado de reflotar al Blackburn Rovers a la Premier. Llegó a diciembre. Henrik Larsson jugó solo siete partidos en el Manchester United. Allí se retiró y allí recibió lecciones de Ferguson. Ahora, ya ha probado los banquillos con el Landskrona, de la segunda división sueca. Y Andrei Kalcheskis, aquella bala de fabricación soviética que rasgaba la banda derecha de Old Trafford, ha sido mánager en Rusia en los últimos tiempos del Torpedo-ZIL de Moscú (la refundación del mítico Torpedo) y del FC Ufa.
Pero la elite de discípulos de Ferguson la forman ocho entrenadores. Aunque unos más y otros menos, todos han bebido en algún momento de su formación de la misma fuente. La influencia de Ferguson también alcanza a Steve Bruce, Laurent Blanc, Paul Ince, Roy Keane, Bryan Robson, Mark Hughes, Ole Gunnar Solskjaer y Gordon Strachan. De todos ellos, Steve Bruce, Mark Hughes y Laurent Blanc son quienes mejor partido están sacando a sus carreras. Ince y Solskjaer se anuncian como serias promesas. Strachan es quien más se parece a Ferguson, por sus títulos en el Celtic y, sobre todo, por su personalidad como entrenador. Bryan Robson se quedó por el camino. Y Roy Keane lleva ese mismo rumbo como alguien no le quite los micrófonos y le entregue un banquillo pronto.
Steve Bruce era un futbolista feo de ver. Central durante más de 300 partidos con Ferguson, se movía como un tronco, era duro y lánguido de movimientos. Pero tenía cara de central. Y quien tiene cara de central la puede tener de boxeador. Bruce era tremendamente eficaz e indomable. Ferguson siempre lo estimó por su entrega y su solvencia defensiva. Además, marcaba goles, con su frente de mármol o ejecutando penaltis. Bruce se hizo entrenador y fue en el Birmingham donde se ganó el respeto del fútbol inglés durante seis temporadas. Lo ascendió a la Premier League y lo estableció con un juego claramente fergusoniano: 4-4-2, vuelo por fuera y centrales de talla grande. Un equipo con Heskey, Forsell, Upson o Savage. Luego, mantuvo al Wigan en la Premier y vivió una irregular experiencia en el Sunderland hasta que, esta temporada, el fútbol lo ha devuelto a las primeras planas con el ascenso que ha patrocinado en el Hull City, nuevo equipo de la Premier.
El galés Mark Hughes es uno de los más importantes delanteros del Manchester United y pieza esencial para explicar la supervivencia de Ferguson en sus primeros años. Prácticamente, le dio una Recopa contra el Barça. Antes de retirarse, Hughes ya entrenaba a la selección galesa. Su carrera como manager continuó en el Blackburn Rovers (2004-2008). Fue en el club donde mejores réditos dio. Lo clasificó sexto (Copa UEFA) y perdió la final de la Copa de la Liga frente al Chelsea. Hughes armó un equipo atractivo y solvente, con mucho contenido físico en el que destacaron gente como Chris Samba, David Bentley o Roque Santacruz. Su siguiente etapa le llevó al Manchester City de los incipientes jeques. Kompany, Jo o Zabaleta fueron algunos de sus fichajes. También llegaron Robinho, Bellamy, De Jong o Given. La temporada fue un fiasco. En verano 2009, el talento le rebosaba las manos. Llegaron Lescott, Kolo Touré, Adebayor, Barry y Tévez, pero Hughes nunca estuvo a la altura del proyecto. Sería despedido en tres meses. Luego, firmó por el Fulham y pasó al QPR, donde empezó esta temporada con 12 partidos sin ganar. Hasta ahí llegó y hasta ahí llega, de momento su carrera.
Mark Hughes llegó a entrenar, sin mucho éxito, el proyecto millonario de su rival de Manchester
El entrenador Laurent Blanc revolucionó el Girondins de Burdeos con un fútbol alegre, ofensivo y un estilo muy cuidado. Poca huella inglesa hay en su repertorio, pese a recibir doctrina de Ferguson durante las dos temporadas en las que acabó de consumir su carrera. Ganó en 2009 el título en Francia y fue nombrado seleccionador bleu. Ese proyecto acabó bajo la carrocería de España en la pasada Eurocopa. Roy Keane, en cambio, sí le dio ese carácter tan particular de Ferguson a su primera gran empresa como entrenador: el Sunderland, donde inculcó un estilo con varios de sus valores como mediocentro depredador: agresividad, temperamento en el juego, sacrificio… Lo ascendió a la Premier y sus dos temporadas posteriores, 2007-2009, tuvieron fases muy dignas en un equipo con Kenwyne Jones, Daryl Murphy, Djibril Cissé, Anton Ferdinand o Kieran Richardson, siempre ordenados en un 4-4-2 de más puro sello inglés. Unas discrepancias con la directiva le llevaron fuera del club. Lo firmó el Ipswich Town, pero fracasó. Desde enero de 2011, no pisa un banquillo. Mientras, se ha convertido en uno de los comentaristas más estruendosos de la televisión británica. Keane corre el riesgo de evaporarse como entrenador con potencial como le ocurrió a Bryan Robson.
Robson no solo era un barril de cerveza con piernas sino que fue también fue un formidable centrocampista: resistente, dinámico, llegador… Jugó 13 temporadas en el Manchester United y Ferguson logró domarlo y explotarlo. Como entrenador, más tarde, irrumpió ascendiendo al Middlesbrough, con Viv Andersen de asistente. En su primer año en la Premier, con Nick Barmby y Juninho, peleó por Europa.Robson, lo más parecido por estilo a Ferguson como entrenador Y al siguiente perdió las finales de la FA Cup y la Copa de la Liga. Un año después, aún perdería otra final de la Copa de la Liga. Allí, 1997, tocó techo. Ni en el Bradford, ni en el West Bromwich Albion ni en el Sheffield United triunfaría después. Ni siquiera lo hizo en la selección de Tailandia. Uno de sus alfiles en el centro del campo del Manchester United, Gordon Strachan, gestionó mejor los equipos. Strachan fue un diminuto extremo derecho, escocés y rubio como el sol. Recordaba a Jimmy Johnstone, por su desborde, su inspiración y regate. Fue la figura de Ferguson ya en el Aberdeen y pocos futbolistas llegaron a conocer tan estrechamente al dirigente escocés. Quizá por eso, como entrenador, es la mejor aproximación a Ferguson de todos aquellos que fueron futbolistas de Alex. Temperamental, locuaz, motivador, a veces excéntrico… Llegó a retar varias veces a su antiguo manager, con quien ha protagonizado algunas guerrillas dialécticas. Strachan entrenó a Coventry y Southampton (subcampéon de la FA Cup 2003), antes de convertir al Celtic en el mejor equipo de Escocia: ganó tres Scotish Premier League consecutivas (2005-2008), una Copa y dos Copas de la Liga. Ahora, es el seleccionador nacional de Escocia.
El futuro del linaje de Ferguson lo representan Paul Ince y Ole Gunnar Solskjaer. Ince entrena ahora al Blackpool, entre los jugadores, una gran promesa, su hijo Tom. Ha firmado buenos números desde que asumió el cargo en febrero. Antes, dirigió a Blackburn Rovers, Milton Keynes Donso y Macclesfied Town. Mientras, Solskjaer, a sus 40 años, corre a toda la velocidad hacia los banquillos de gran elite. Después de colgar las botas, se afincó en el Manchester United como entrenador de delanteros. El Asesino de la Cara de Niño. Qué mejor profesor para el aprendizaje de la intuición, la cuchillada inmediata, el desmarque… Ferguson siempre apreció esa voluntad didáctica del noruego. Lo mimó y lo instruyó, pensando en él como un futuro entrenador del Manchester United. A Solskjaer lo llamó el Molde de su país, el club donde nació, y allí escribe historia desde hace dos años: condujo a la entidad a su primer título de Liga en 2011 y repitió en 2012. El Aston Villa lo ha tanteado. También el Everton sonó como un destino inmediato. Quizá, cuando ruede por la Premier, estemos ante otro Ferguson, de mirada angelical, pero instinto igual de ganador.
A todos los entrenadores nacidos con Sir Alex, hay que sumarle los coaches y sus ayudantes.
Además de mánagers con la etiqueta de Ferguson en el currículo, coaches tampoco faltan, diseminados por todos los peldaños del fútbol británico. Unos se encargan de canteranos, otros de porteros y hay quienes moldean defensas o delanteros. Hasta 15 hijos de Ferguson hemos podido contar en los últimos tiempos: Terry Gibson, Tony Gill, Liam O’Brien, Jesper Olsen, Gary Walsh, Jim Leighton, Mal Donaghy, Brian McClair, Les Sealey, Andy Cole, MichaelLos asistentes del gran escocés aprendieron de su método también Clegg, Michael Appleton, Jordi Cruyff, Raimond Van der Gouw o Mike Phelan, su último lugarteniente en el banquillo. Los asistentes de Ferguson tampoco han sido ajenos a su manual, sus modos de dirigir, de llegar al futbolista y resolver los interrogantes del fútbol. Phelan ha sido el séptimo en un cargo de ayudante principal que abrió Archie Knox, escudero de Alex en el Aberdeen y luego en Manchester. A Knox, siempre a los sombra de un mánager, se le considera uno de los grandes teóricos del fútbol escocés de las últimas décadas. Brian Kidd cogió su relevo en 1991 antes de pasar a dirigir la cantera del club. Luego, fue el turno de Steve Mclaren, el asistente de Ferguson que mejores líneas ha escrito en solitario: condujo al Middlesbrough al título de la Copa de la Liga 2004 y a la final de la UEFA 2006 (ante el Sevilla). Más tarde se ahogó con la selección inglesa camino de la Euro 2008 y, aplastado por el aparato mediático británico, emigra a Holanda, donde gana la Eredivisie con el Twente, su actual club en segundas nupcias, tras irregulares pasos por el Wolfsburgo y el Nottingham Forest. Cuando Mclaren salió en solitario, aterrizó en su lugar Jim Ryan hasta que Ferguson reclutó en 2000 a Carlos Queiroz, luego atraído por el Real Madrid. Al luso-mozambiqueño le explotó en las manos la galaxia de Florentino Pérez. Con Portugal, sufrió más que respiró. Y, ahora, bueno, ahora le queda la selección de Irán. Walter Smith fue el siguiente en sentarse a la derecha de Ferguson, aunque su experiencia fue muy breve, transitoria. Smith, escocés y buen amigo de Alex, además de mentor de David Moyes en los cursillos de la federación escocesa, destacó como manager del Glasgow Rangers, donde ganó una liga y cinco copas, y de la selección del león rampante. En 2008, el papel de adjunto de Ferguson lo heredería ya Mike Phelan, quien durante su etapa como jugador del Manchester United a principios de los 90 fue uno de esos chicos que siempre tuvo el zorro escocés en su plantilla: adusto, pero comprometido. Escaso de fútbol, pero ganador.
El legado de Ferguson no ha terminado. Scholes y Giggs se anuncian como los próximos hombres de banquillo apadrinados por el viejo Sir. Habrá más. Desde luego, entre ellos, no estará Carlos Tévez. Quizá su destino, y su sello de Ferguson, siga el camino de Eric Cantona. Porque de Ferguson, además de leyendas del fútbol, también salió un actor.
@migquintana 13 mayo, 2013
Gran repaso, Chema. Todos los grandes técnicos tienen su legión de herederos.
De momento el único que lo ha hecho realmente bien es Blanc, que precisamente, como dices, no parece haber heredado demasiado de la pizarra de Ferguson. El resto, con mayor o menos éxito, diría que han pasado demasiado desapercibidos pese a las oportunidades. Y, en este sentido, del que hablan muy bien todos es de Ole Gunnar Solskjær. Está comenzando y aún anda en Noruega, pero de momento todas las críticas son positivas.