La primera gran victoria de Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Ribéry, Robben y Müller exige una reflexión sobre la conveniencia o no de uno de los estilos de juego más influyentes en los tres últimos años: el racheado. Cuando el Borussia Dortmund mete la quinta y se mueve en su pico de intensidad, velocidad y verticalidad, el Bayern Múnich no puede seguirlo, y así fue durante 20 minutos, como lo fue en el Etihad contra el Manchester City, en La Rosaleda contra el Málaga y en el Signal Iduna Park contra el Real Madrid. Son 20 minutos imparables, insuperables, de ahogo defensivo y desborde en ataque, pero que por una cuestión emocional no pueden extenderse, porque es inviable mantener esa concentración y esa hiperactividad. De las cuatro olas citadas, tan solo una le dio algo; la que se convirtió en los tres goles de Lewandowski a Diego López en un cuarto de hora. De las demás no obtuvo rédito. Llegar al ecuador del primer tiempo de ayer cero a cero fue un golpe no definitivo pero sí condenatorio. Y hasta cierto punto, lógico. Jugar de esta forma, lícita pero irregular, requiere de un verdadero matador en la punta del ataque; alguien que de verdad garantice cada noche dos goles en tres ocasiones. Si no, es demasiado arriesgado.
El arranque del equipo de Jurgen Klopp fue impresionante. Quizás incluso mejor de lo que ya habíamos visto a lo largo de esta edición de la Champions. Consciente de que el Bayern Múnich se siente cómodo por fuera y a disgusto por dentro, y de que Alaba y Lahm son una de las parejas más dominantes del circuito, el Borussia Dortmund no se conformó con evitar las conexiones entre Lahm y Robben o Alaba y Ribéry, sino que subió un escalón más su presión y entorpeció incluso los controles de los dos laterales, reduciendo así su influencia a la intrascendencia más sorprendente. El equipo de Jupp Heynckes no podía salir por las bandas; sus efectivos estaban tapados y, extra, Lewandowski y Reus defendían a Boateng y Dante de tal modo que sólo les quedaba la opción del pase frontal hacia el doble pivote muniqués. Justo tras ese pase, que es desventajoso porque obliga a los mediocentros a recibir de espaldas a portería, Gündogan y Bender, o cualquier otro, mordían como un perro sarnoso y robaban la pelota, y así quedaba servido el contragolpe. La fantástica inspiración de Ilkay, Marco y Robert dio para tres ocasiones y tres saques de esquina. Neuer y la velocidad amarilla, que resta precisión en el chut, dejaron el empate en el marcador. Una pésima noticia.
El joven Thomas Müller fue el mejor futbolista de la magnífica Final de Wembley. Mats Hummels lo pagó.
Javi Martínez rescató a su Bayern Múnich de su peor momentoNo es que tras la ola de fútbol el Bayern Múnich superase al Borussia Dortmund de manera total. Esto no funciona así. Simplemente, el racheado pasa a resguardarse, le da cancha al más lentillo y éste recupera sensaciones en base al balón. Y existen dos modos de llegar a esa fase fija de los encuentros: que el intenso se relaje o que el superado sea inteligente. Los de Jupp Heynckes, que no tienen el pico supremo pero son los mejores, actuaron con inteligencia y versatilidad al ver que su temido oponente estaba en trance: Javi Martínez atrás para proteger y pelotazo para salir sin perder el orden. Ganó posesión Gündogan, pero no es lo mismo atacar sin espacios que con ellos. Cuatro o cinco robos del titánico Javitxu y dos o tres salidas de Robben y Müller por el sector derecho del ataque del Bayern intimidaron al Borussia Dortmund y redefinieron el encuentro. Los de Heynckes llegaban al descanso en alza por su pragmatismo. Toda la brillantez había sido de los de Klopp, pero con jugadas más atropelladas el futuro campeón había tenido llegadas igual de claras. Weidenfeller había estado a la altura de su homónimo. La batalla era épica.
Arjen Robben volvió a fallar lo infallable, pero le entró el últimoEl desequilibrio en el sector derecho ofensivo del Bayern Múnich, el izquierdo del Borussia Dortmund, tuvo un protagonista, una víctima, un responsable y un derrochador. El protagonista fue Thomas Müller, que fue el mejor futbolista de la Final. Con dos movimientos mató a dos hombres: el primero, el desmarque de apoyo hacia esa banda. Es decir, cuando caía «hacia abajo», con el ánimo de recibir el balón en corto. Como Grosskreutz estaba muy pendiente de Lahm, Schmelzer debía encimar a Müller, y su espalda era un agujero por el que entraba Robben como quien entra en la playa. El segundo movimiento decisivo fue la ruptura precisamente a ese espacio, la cual sacaba a Hummels -el peor hombre sobre el césped- de posición y de sí mismo, cediendo a Arjen el pasillo de oro hacia el gol. Tan productivo resultaba el cruce que Heynckes decidió en algún instante intercambiar las posiciones de forma fija, pero no era ésa la ventaja. La ventaja eran precisamente los desmarques perpendiculares. Eso sí, el crack holandés lo estaba fallando absolutamente todo, y ni siquiera el sobrenatural acierto del capitán del Dortmund excusaba sus errores.
A Jurgen Klopp le quedará para los restos una pregunta dura: ¿por qué no hizo el cambio demandado?
La grandeza de Thomas Müller, un futbolista al que hay que posicionar de una vez por todas en la élite más exclusiva pese a sus formas minimalistas, contrastó con los desempeños de los pilares de Heynckes: Bastian Schweinsteiger y Frank Ribéry. No es que jugasen mal; simplemente, su equipo tuvo problemas muy serios y no se les notó una intención especial por solucionarlos. Fueron actuaciones demasiado tibias, alejadas del impacto emocional que cabría esperar en estrellas de este calibre. Con todo y ello, Ribéry dio el toque diferente en los dos goles de su equipo, en ambas veces hacia Robben. Y sí, el holandés, después de su abatimiento y su desesperación, después de ver reproducidos en su cabeza todos los fallos que cometió contra Javier Zanetti, Iker Casillas o Peter Cech, después de convertir a Weidenfeller en un muro legendario, giró el tobillo zurdo ante el mismo y lo batió rasa y lentamente. Su celebración denotó una intensidad emocional muy superior a la normal, incluso para tratarse de un minuto 89 de una Final de la Copa de Europa. Ese balón liberó la vida de un crack secuestrado por su pasado. Y así la UEFA Champions League pagó su deuda a una generación que ya merecía un título. Para la posteridad quedará una duda que no hay que reprocharle a nadie: con el Borussia Dortmund partido como llegó al último tramo del choque, en el que Subotic fue el único y el todo del equipo, ¿no se preciaba un Kehl por Grosskreutz? En cualquier caso, enhorabuena y gracias a los dos.
javimgol 26 mayo, 2013
Me decepcionaron anoche Ribery, Schweini y Hummels. E hicieron un partido un partido mucho mejor de lo que yo esperaba Weidenfeller y Javitxu.
Por otro lado, la pareja Gundogan-Bender me pareció muy bella en ataque pero bastante frágil.