La Champions del Barcelona no ha sido buena. La histórica eliminación de anoche frente al colosal Bayern Munich cierra un doloroso caminar en la competición que un día dominó. El pasado mes de diciembre abordamos la evolución del, por entonces, incipiente proyecto Vilanova desde la óptica de la Copa de Europa. La liguilla de Champions aglutinó cada paso de Tito en la pizarra, exhibiendo virtudes y desvelando defectos. Si los primeros meses de temporada se caracterizaron por la búsqueda visible de un nuevo estilo, la recta final de campaña ha sido la etapa de la indefinición, la impotencia y la pérdida de identidad. El Barça quiso ser algo, creyó serlo y terminó ahogado por la realidad.
13 de enero de 2013. El Barcelona completa la mejor primera vuelta de la historia de la Liga. Lo hace venciendo 1-3 en campo del Málaga, dejando una imagen fantástica frente al conjunto de Pellegrini. Se vive el auge del “Barça de los centrocampistas”: un dibujo orientado a múltiples permutas en la banda izquierda, en la que Cesc e Iniesta intercambian el rol de extremo mientras Jordi Alba rellena los espacios vacíos que se van sucediendo. Con este modelo, original de Vilanova, el Barcelona aterriza en la fase competitiva de la temporada. Esperan Milan y Real Madrid en Copa del Rey. El resultado de ambos partidos marcará el año barcelonista; el sistema, dado por bueno por casi todos, naufraga en los test exigentes, siendo Cesc la cara del fracaso. El interior catalán se muestra incapaz de sobrevivir al ritmo de los grandes choques y no encuentra su espacio, ni ante la presión voraz del Madrid ni frente al repliegue milanista. Para Tito, el bofetazo de Fábregas es un drama, pues anula todo intento de evolución. Los azares de la vida alejan al entrenador del día a día de la plantilla. Ya nada volverá a ser lo mismo.
AC Milan y Real Madrid desnudaron al auténtico proyecto de Tito Vilanova en apenas 15 días
A partir de aquí, Tito pierde la fe. Se esfuma la opción de un Barcelona que volviese a descansar con la pelota. La perfección de 2011 nunca regresaría, pero el airecillo de los duelos ante el Levante oVilanova aguantó a Cesc hasta que no quedó más remedio que quitarlo Espanyol sí evocaron a ciertos pasajes de la mágica 2008-2009; verticalidad y aplastamiento. El Barça no tiene mimbres para el cambio, así que el día a día lo marcaría todo. Un día a día que es sinónimo de Messi y su constancia. El antiguo libreto evidencia el desgaste y Leo sufre como nadie la rigidez del juego culé. Jóvenes y viejos lo anulan y Messi pide auxilio. “Villa es importante jugando como 9, sujetando a los centrales”, comenta con falsa inocencia delante de las cámaras. Pese al grito sordo de su crack, Vilanova se la juega un día más a su apuesta: Barça de los centrocampistas frente al Real Madrid, vuelta de Copa. El Madrid golea en el Camp Nou con extrema facilidad. Messi apenas logra chutar. Es el momento anímico más bajo del ciclo pero el fútbol no concede tregua. Hay que remontar al Milan.
“A este equipo le falta una remontada”. El infantil –quién lo diría– AC Milan visitaba el estadio azulgrana con un excepcional 2-0… y carencias a montones en su alineación. La ventaja individual era más que favorable para losEl triunfo mediático de Villa frente al AC Milan agotó a Tito Vilanova locales, pero nadie había levantado un 2-0 en Champions en este siglo, así que la empresa no estaba regalada. Tito leyó bien la situación. Atendió por fin la petición de Messi, colocando a Villa como 9 fijador de centrales y a Pedro en la izquierda, su zona más afín, donde más profundo consigue ser. El costado derecho era un sacrificio asumible, pues el Milan carecía de un carrilero largo. Constant no iba a subir. El Barcelona salió con la intención más agresiva en la presión de los últimos tiempos. Una presión ultra-física liderada por un Mascherano (titular en detrimento de Puyol, otra buena elección) kamikaze dispuesto a morir sobre el campo. El Barça igualó la eliminatoria de manera inverosímil: los de Vilanova se fueron con dos goles al descanso sin crear una superioridad real con su posesión. Dos locuras de Messi habían bastado, siendo la primera de ellas algo salvaje. Tras la reanudación, una anticipación de Mascherano ubicaba a Villa delante del portero por última vez. Gol del Guaje, remontada completada y éxito mediático. Habemus fórmula.
El gol de David Villa al AC Milan creó una ilusión improcedente alrededor del punta asturiano
El sorteo de cuartos emparejaba al Barcelona con el Paris Saint Germain, conjunto de grandes centrales. El plan, el mismo, con la única variación de Alexis por el sancionado Pedro. A esas alturas, Messi ya suponía el principio y fin de cada estrategia a seguir por Vilanova. Si Villa había permitido a la Pulga chutar tres veces, la cosa funcionaba, y si encima colaba un golito de rebote, miel sobre hojuelas. Para un Tito incrédulo desde hace mucho, la medida bastaba. Claro que esta vez no esperaban Mexes y Zapata sino Thiago Silva, candidato a mejor central del mundo, con Matuidi por delante. El PSG expulsó a Messi de la frontal y a Villa del partido. Eso sí, Leo marcó. Hay que ser mucho equipo para que no lo haga y los franceses aún no son eso. Tras su golazo, llegó el momento más duro, aquel que durante cuatro años fue la peor pesadilla imaginable para un barcelonista: pinchazo del genio, lesión y miedo mal disimulado.
Es aquí cuando esta historia acaricia los momentos más bizarros, cuando se entra en un punto de explicación imposible. Tito encaraba la vuelta frente al PSG sin la presencia de su estrella en el once.Messi saliendo a jugar lesionado fue algo muy complicado de digerir Cesc, que desde su caída de enero dejó de importarle a su entrenador, iba a ejercer de Messi. Hasta ahí todo resulta comprensible. No lo sería tanto la presencia de Villa, cuya aportación en la ida en el Parque de los Príncipes fue inexistente. Si el asturiano jugaba solo para liberar a Leo, ¿qué sentido tenía sin él? El tanto al Milan seguía pesando en el subconsciente de todos, como una remota ilusión de promesa de gol. Con Fábregas re-hundido en los infiernos de la desconfianza y Villa en modo fantasma, el Barça tocó fondo, siendo superado durante 45 minutos y bailado durante 10. La compleja imagen de Leo saltando al campo lesionado no será recordada con gloria hasta que no pasen quince años y rememoremos a la leyenda que contemplamos. El Barça confirmaba ser Messi. Messi y nada más.
El Barcelona tomó consciencia ante el PSG de que no iría más allá de la salud de Leo Messi
El capítulo final debía acabar en tragedia. Ningún técnico de élite permanece ajeno a señales tan evidentes como las emitidas por el Barcelona. La suerte les cruzaba con el intratable Bayern, un reto que Vilanova preparó a conciencia pero sin fe. Villa tocaba a su fin ante el poderío de la salida de los laterales del Bayern. Alaba y Lahm no eran Constant; estos exigían tipos que les siguieran hasta el fondo. Alexis y Pedro, los extremos más currantes, volvían a la titularidad, lo que significaba la vuelta de Messi al escenario que había pedido abandonar: el falso 9. La decisión global fue recibida con aprobación. Tenía sentido y se diría que parecía hasta inevitable viendo la calidad del oponente. El Barça se adaptó al rival, algo que se le reclamaba no sin razón. Yendo más allá, podríamos pensar que la adaptación no fue suficientemente agresiva. Robben y Ribery (y el balón parado) eran terreno ideal para ese Song-Busquets que casi nunca vimos. ¿Por qué no se dio? Muy simple: en un deporte tan sentimental como el fútbol, sacar de raíz a quien te hizo leyenda es un ejercicio de fantasía. Xavi o Iniesta no son una elección; juegan y ya está, como fue siempre en todos sitios, en todas las épocas. No se culpabiliza, tan solo es ley de vida. El partido arrancó y el Barça luchó. Con pasión y grandeza, pero sin fútbol y sin Messi, el todo a día de hoy. Múnich clausuró una etapa que nadie confiaba en alargar. Ayer, en el Camp Nou no tuvimos ambiente de remontada ni afán de inmortalidad. Messi no pisó el verde, mientras que Xavi e Iniesta salieron como quien abandona un amistoso de verano. Tito llenó de tristeza una alineación a la que no insufló ni el más mínimo frescor. No quiso. Le pudo la pena, esa que le acompaña desde aquellas semanas de enero, cuando murió su equipo.
Marcel 2 mayo, 2013
A mi me parece que la decisión de Vilanova de pasar de ser un equipo de distancias cortas (pressing intenso, recuperación con muchos hombres alrededor del balón y asociación progresiva en pocos metros) a ser uno de distancias largas ("falso" pressing, recuperación en propio campo y transición con hombres a alturas lejanas) tiene sus cosas. Por un lado, lo que se ha dicho a gritos aquí: el Xavi dictador de posesión 70% no volverá, por lo que el cambio de plan es necesario. Sin embargo, se paga muy caro el handicap defensivo que suponen los interiores del Barca. Ninguno tiene el físico para mantener un alto ritmo de ida y vuelta. Yo creo que es ahí donde se paga un peaje muy alto. El rival puede meterse en campo contrario gustosamente, porque vamos, Busquets no es Makélélé por muy bueno que sea. El modelo de Tito no es malo (ni bueno, neutral) pero los jugadores para ello no están. Y más allá de esto, el error creo que está en que Vilanova, al parecer, creía que ese intercambio de golpes era sostenible. Nunca lo es. Terminas dependiendo de la pegada y si esta está almacenada en un 80% por un solo jugador…pues pasa lo que pasa.
Dicho esto, habrá que ver que ficha y que libera el FCB en verano. La próxima temporada será más que interesante de ver.