Marzo de 2013. – “Alejandro, ¿va a tener en cuenta a Carlos Tévez en próximas fechas?”. Dieciséis meses después del partido que cambió todo, tras más de un año sin conocer la derrota y con el país recobrando una ilusión olvidada, el Apache seguía ahí. Invisible pero presente, casi como una amenaza futura para tiempos menos felices. Sabella, incómodo pero torero, daba capotazos a la cuestión. –“Seguimos a Carlitos día a día, pero a veces hay que buscar el equilibrio. Tenemos delanteros”. En efecto, Argentina los tiene, y muy buenos, pero nadie puede pensar que en una lista de 23 futbolistas Tévez no tiene sitio, que nombres como Franco Di Santo o Palacio son de mayor nivel. ¿Cuál es problema entonces? ¿Qué historia hay detrás del hoy jugador del City?
Carlos Tévez es Boca, lo que de entrada significa formar parte de la mitad más uno de la nación argentina. De origen más que humilde, su dramática fealdad suponía un inmediato nexo de unión con el hincha. Su cara, llena de cortes, insinuaba una adolescencia llena de penurias y trances difíciles de imaginar; extras para la figura de un chico que en 2004 tenía la categoría de mejor jugador de América. Boca reinaba en el mundo y Tévez era protagonista de las proezas más destacadas. Consecuencia de ello, llegó su debut en la Selección, allá por marzo de ese año. Argentina vivía la terrible resaca de Corea y Japón 2002, posiblemente el Mundial más decepcionante (por las expectativas previas y el resultado) de la albiceleste en su historia. El trabajo de Bielsa había sido tan espectacular como estéril a esas alturas: la presión ya era enorme para todos. Por suerte, 2004 venía con ración doble de competición: Copa América en Perú y Juegos Olímpicos de Atenas. Con escasos días entre ambas, Carlitos iba a participar en las dos competencias. Aunque el desenlace en la final ante Brasil fue terrible, Argentina realizó una buena Copa América, en la que Tévez pudo hacerse notar: el Apache anotaría el gol decisivo ante Perú en Cuartos y abriría el marcador en la semifinal frente a Colombia. Nada mal para un debutante. En gran estado físico y anímico, los Juegos se le iban a quedar muy pequeños: 8 goles en 6 partidos y Medalla de Oro, la primera en el palmarés argentino. Tévez había caído de pie en la Selección y, asunto clave en esta película, resultaba un foco de esperanza en un momento social cada vez más desagradable.
El fabuloso primer año de Tévez en la Selección Argentina fue clave para consolidar su imagen
Argentina estaba dejando de ser Argentina. La herencia Maradona estaba perdiéndose en la derrota. Como explicamos en el artículo “Solo queda el potrero”, el legado de Diego no estuvo ni en su zurda ni en los trofeos conquistados; lo mágico del Diez fue la identidad que durante más de un lustro regalóArgentina amaba a Tévez por el recuerdo de la gran etapa de Maradona a la camiseta azul y blanca. En ese periodo, nombres discretos y hasta flojos habían vestido la zamarra de la selección y la habían defendido de manera sorprendente, siempre al calor de Maradona. ¿Se estaba perdiendo ese amor por la albiceleste? Ni mucho menos, pero el descrédito que supone no dejar de perder estaba pudriéndolo todo. Los jugadores empezarían a ser acusados no se sabe muy bien de qué y la frustración comenzaba a reinar. Para Tévez, desmarcarse de ese sentimiento era mucho más fácil que para el resto: su mencionado origen humilde le emparentaba lejanamente con Diego, el de Fiorito. Y a nivel futbolístico, el pase a Europa iba a ser determinante: el delantero imaginativo que deleitaba en Boca y más tarde en Corinthians dio paso a un guerrero de técnica y esfuerzo, también sin la pelota. La Premier embruteció a Carlitos. No le hizo peor jugador pero sí menos bonito. Para un contexto salvaje como Argentina, donde tu hinchada puede insultarte si no disputas un balón, la metamorfosis fue perfecta. Tévez era puro huevo.
Entonces llegó Messi. La peculiaridad social de su caso es conocida por todos. Leo, apátrida del fútbol, catalán en Argentina y argentino en España, tardó mucho en romper con la número 10. Su fascinante historia (relatada ampliamente en “Que de la mano de Leo Messi…”) incluye como capítulo central el desapego de un país que ama y odia con idéntica pasión. Leo no daba goles a la Selección y lo peor, apenas ofrecía nada de lo otro: ni carisma, ni palabras ni un pasado de sufrimiento. Para colmo, su fútbol nunca fue esforzado. Leo no iba tirarse al piso a rebañar una pelota a saque de banda. El choque cultural con Tévez era inevitable y el hincha ya se había pronunciado: “Carlitos es nuestra estrella”.
Lo quisieran o no, el choque cultural entre Carlos Tévez y Leo Messi iba a ser un problema insalvable
Si emocionalmente les separaba un abismo, con el balón la compatibilidad era más que posible. Pese a ello, todo apuntaba a que Carlitos partiría como suplente en el debut mundialista de 2010. Sin embargo, días antes del partido, Maradona sufrió una especie de revelación mística que dio con Tévez en el once. “Me di cuenta que Carlitos no puede estar afuera del equipo. Es un jugador que me pone la piel de gallina. Es el ídolo del pueblo”. Se abría una especie de fenómeno paranormal, muy curioso y que tendría continuidad en el tiempo. En la recta final, el Apache siempre se colaba en la alineación. En cualquier caso, la decisión estuvo lejos de ser incorrecta; Tévez y Leo rindieron de manera sobresaliente ante Nigeria y, dentro de lo que cabe, jugaron un aceptable campeonato.
Maradona fue cesado y con él decíamos adiós a ese riquísimo punto folklórico que siempre le rodeó. Se abría la etapa del Checho Batista, la más surrealista de Tévez en la Selección. La historia entre ambos es la de una dantesca cronología de sucesos con final bochornoso (Ver Link Adjunto). Batista, Maradona, La relación entre Tévez y Batista alcanzó cotas demasiado surrealistasla prensa, la hinchada, Grondona… un sinfín de declaraciones cruzadas a poco más de un mes de la Copa América que se disputaría en Argentina. Batista caía en el descrédito al convocar a Tévez tras manifestar mil y una veces que el punta no tenía sitio ni en su equipo ni en su vestuario. Y había más: como pasó con Maradona en el Mundial, Carlitos iba a partir como titular en el debut frente a Bolivia. De prescindible a titular. El desastre fue mayor por el deseo loco de Batista de copiar el modelo del Fútbol Club Barcelona, con Messi de falso 9 y Tévez clavado en una banda. Nada funcionó. Argentina rozaba el desastre y la presión mediática alcanzaba sus máximos históricos. Tévez volvería al banquillo, pero el destino nos tenía reservada una jugarreta tragicómica: ante Uruguay, Carlitos erraría el penalti que dejaba fuera del torneo a Argentina. El desencanto afectaba por primera vez al Apache, que hacía visible su malestar: “Jugar en Argentina te quita prestigio. No soy la mierda que dicen que soy”. Desde luego que no, pero si había un momento de debilidad en la figura del jugador del pueblo, era ese.
El penalty fallado ante Uruguay fue la excusa que encontró el país para dejar de amar a Tévez
En este escenario aterrizaba Alejandro Sabella, un hombre serio y pragmático de la factoría Estudiantes de La Plata. Si algo tenía claro el técnico es que Argentina debía hacerse fuerte como grupo. Aprovechando la coyuntura, Pachorra dejaba fuera de su primera convocatoria a Tévez. Había una doble lectura: en lo táctico, el ciclo Sabella arrancó con un 4-4-2 con dos delanteros (Messi y un 9), un dibujo que dejaba sin sitio a Carlitos. Socialmente, la ausencia del delantero relajaba aunque fuera un poco un ambiente muy cargado. Transcurridos varios meses, la evolución del conjunto de Sabella y su paso al 4-3-3 han hecho posible el retorno del Apache, al menos en la pizarra. La realidad es otra. Sabella no quiere ni oír hablar de Tévez. El seleccionador goza de una posición de relativa fuerza gracias a sus excelentes resultados y no tiene pensado alterar el equilibrio emocional del plantel. ¿Es realmente tan nociva la presencia de Tévez? Seguro que no. El futbolista jamás negó una buena palabra, un esfuerzo. Pero su poder asusta. Un poder intangible, etéreo, basado en las raíces más profundas de un pueblo que le dio toda la gloria y que, sin quererlo, se la quitó.
yoxter 22 mayo, 2013
Tevez es un tipo complicado, hizo enemigos allá a donde fue, terminó peleando con cada directiva de los clubes donde jugó, inestable emocionalmente, cuando quiere se va a su país porque extraña a su mamá, luego puede que ni quiera entrar desde el banquillo porque le molestó la suplencia. Al igual que riquelme y maradona tiene esa cualidad de encontrar una buena excusa a cada uno de sus problemas(escuela boquense?) , pero después de tantos y tantos casos cuesta creerle cuando jura que "la culpa la tiene el mundo entero menos él".
En su momento mancini tuvo el enorme demérito(uno de tantos y tantos) de soportarle las gracias, como también hiciera con balotelli. Ahora llega pellegrini. El ingeniero ya trató con riquelme, otro que se cansó de hacer amigos por el mundo, y sabe que a la hierba mala hay que cortarla de raiz para que no dañe a todo el huerto. Lo venderá, y si no lo vende lo dejara en la última mazmorra que encuentre en manchester, desde donde tevez como acostumbra aprovechará cada oportunidad de hablar con la prensa para decir que el ingeniero no tiene códigos(entre maradona, riquelme y tevez debo haber oido esa frase unas 500 veces), que la directiva lo maltrata y que él es solo un buen chico incomprendido por la maldad que lo rodea en este mundo. Selección argentina? no si sabella tiene los pantalones para evitarlo, y si no que dios coja a los argentinos confesados.