MattBusby United | Ecos del Balón

MattBusby United


«Matt Busby es el hombre más importante de la historia del club, porque sin él no existiría la leyenda del Manchester United y este club no seguiría siendo prestigioso tras casi 20 de años de malos resultados». No es la frase exacta, pero resume lo que decía Alex Ferguson durante su primer día en la oficina, el 6 de noviembre de 1986. Obviamente ni siquiera el propio Ferguson imaginaba lo que iba a conseguir en los más de 25 años posteriores a esta frase, pero lo cierto es que, a pesar de que el ex del Aberdeen es en términos de títulos el más exitoso de la historia del United, es su compatriota escocés, Busby, el que estableció a los Diablos Rojos como un club de referencia europea.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Busby construyó su primer equipo campeón.

Matt Busby nació en Orbiston, en el condado de Lancashire, pero fue un extremo internacional escocés durante su carrera en Manchester City y Liverpool. Aún como jugador siempre mostró interés en las labores de entrenadorCuando Busby llegó la situación no era buena e, inmediatamente después de la guerra, le fue ofrecida la posición de asistente en el Liverpool. Sin embargo, a los 36 años, Busby prefirió irse al Manchester United como entrenador principal. Corría febrero de 1945. Hacía casi 40 años que el United no ganaba la liga inglesa y la guerra le había puesto en una situación comprometida: su estadio de Old Trafford había sido bombardeado y completamente destruido, así que el club tuvo que trasladarse temporalmente a la casa de su vecino, en Maine Road. Las deudas, además, eran bastante altas para la época, así que Busby tenía mucho trabajo en donde poner las manos.

Quizá el atributo más importante del escocés fue su habilidad para entender a la gente y darle la libertad para trabajar con tranquilidad, aprovechando sus mejores cualidades. Aunque eso no significa que sus modales fuesen los más suaves y amables del mundo. Y sabía reconocer el talento, de eso no había duda. Su primer descubrimiento fue el del luego llamado Busby galés, Jim Murphy, ex futbolista como Busby, que se convirtió en su ayudante y mano derecha. En Manchester, además, había buenos jugadores: desde los defensores John Carey, John Aston y Allenby Chilton a los delanteros Stan Pearson, Charles Mitton y Jack Rowley. Buenos jugadores, no figuras, así que obviamente el equipo necesitaba mejorar y podía reforzarse, especialmente en el centro del campo.

Busby siempre insistió en buscar jugadores con un físico privilegiado, que les permitiese ayudarse mutuamente allí donde fuese necesario. No era un genio de la táctica, siempre se movió sobre el clásico WM, pero gustaba de buscar la polivalencia en sus jugadores, tratando de que, al menos, jugasen bien en un par de posiciones. El club no tenía mucho dinero, así que un jugador que juega en dos sitios suele ser más barato que dos jugadores especialistas. Sin duda, la línea más potente del equipo era el ataque, por calidad y potencia. El equipo trataba de que la pelota llegase lo más pronto posible arriba, aprovechándose en el área de la fuerza física de sus atacantes.

El incansable trabajo de Busby dio sus frutos pronto. En 1947 el United fue subcampeón de liga tras el Liverpool, al igual que en 1948. Sin embargo, ese mismo año, consiguió un gran éxito derrotando al BlackpoolBusby buscó reclutar talento por todo el país de Stanley Matthews en la final de la FA Cup por 4-2. Los buenos resultados supusieron mejores ingresos económicos y el club pudo reconstruír Old Trafford, pagar las deudas y empezar a sacar beneficios. La primera parte de la hercúlea tarea de Busby estaba completada. A partir de entonces, organiza una extensiva red de ojeadores que peinaron Inglaterra sin descanso en busca de talento joven. Un trabajo que dio réditos casi inmediatos. En 1952 el equipo ganó la liga y para mediados de la década el incansable Busby ya había conseguido crear un verdadero gran club, reclutando y ensamblando a notables jóvenes promesas y jugando un fútbol alegre y ofensivo que cautivaba a toda Inglaterra.

«La transición necesaria cuando un equipo campeón envejece es el mayor reto de un manager».

La transición de la que hablaba el entrenador se había hecho de manera realmente suave. Los veteranos de 1948 habían ido dejando paso a jóvenes talentos llegados de todos los puntos del Reino Unido. Entre ellos estaban el centelleante extremo Bobby Charlton, el medio centro Eddie Colman, el interior David Pegg, el ariete Tommy Taylor y, sobre todos, Duncan Edwards. Él era, sin duda alguna, la gran figura del equipo. Centrocampista genuíno representante de lo que en la actualidad conocemos como box-to-box, con capacidad para poner la pelota en largo y con un físico inigualable para la época. Era además un jugador ejemplar y un líder fuerte y carismático. De él siempre dice Sir Bobby Charlton que era el único jugador ante el que se sintió inferior. Seguramente el hecho de que Edwards fuese una referencia para todos los jóvenes que llegaban al primer equipo influye en su proverbial admiración, pero esas palabras no son vacías o gratuítas, eso seguro.

Liderado por esta excelente camada, el United ganó las ligas del 56 y el 57, y fue sorpresivamente derrotado por el Aston Villa en la final de Copa de ese año, lo que hubiese supuesto un histórico doblete. Para aquel entonces, en la Europa continental, había nacido un torneo que medía a los mejores equiposLa eliminatoria ante el Real Madrid en 1957, al Manchester le llegaba demasiado pronto y, tras la negativa de la FA de permitir a su campeón –el Chelsea- participar en la primera edición, el United fue el primer representante inglés en la máxima competición continental. Ciertamente su actuación no defraudó, superando rondas en 1957 y desplegando un fútbol de ataque que le permitió aplastar por un global de 12-0 al Anderlecht, superar al potente campeón alemán, el Borussia Dortmund por 3-2, y que nos dio una gran eliminatoria contra el Athletic de Bilbao –que venía de eliminar y liquidar al todopoderoso Honved de Budapest-, llegando a las semifinales. Allí se midieron al campeón, el Real Madrid, un equipo ganador, rodado y con hombres en su mejor momento. La palabra hombres, entendida de forma literal, ya que los niños del United fueron dominados en Madrid por 3-1 y se vieron 0-2 en Old Trafford, donde solo su pundonor les permitió rascar un empate hacia el final. No había caso en ese año 57, los blancos eran los mejores, pero el United empezaba a ser señalado como la mayor amenaza para el reinado madridista.

Así parecía ser en la edición del 58, cuando los chicos de Busby eliminaron al Shamrock Rovers irlandés, el Dukla de Praga checoslovaco y el poderoso Estrella Roja yugoslavo. Esperaba el potentísimo Milan en las semifinales y un hipotético reencuentro con las huestes de Di Stefano en la final de Bruselas. Nunca sucedería. En el aeropuerto de Munich, durante una escala técnica en su vuelo de vuelta a Inglaterra, la tragedia se cernió sobre el joven grupo de Matt Busby. Su avión, tras sucesivos intentos de despegue, se estrelló en la pista del aeródromo bávaro matando a 8 de los jugadores del club y a 3 miembros del cuerpo técnico –además de 8 periodistas- y dejando gravemente heridos, entre otros, a Harry Gregg –el portero titular-, Charlton y el propio Matt Busby.

Geoff Bent, Roger Byrne, Eddie Colman, Mark Jones, David Pegg, Tommy Taylor y Liam Whelan murieron en el accidente. El gran Duncan Edwards sufrió una agonía de gigante que tuvo en vilo a toda la Europa futbolística durante 15 largos días. Nadie quería creerlo, todos confiaban en su formidable fuerza física para salir de ese trago. Pero no pudo ser, y el fútbol británico perdió a su mayor talento. Además, Jackie Blanchflower y Johnny Berry nunca más volvieron a jugar, mientras que Gregg, Charlton, Viollet, Foulkes, Morgans, Scanlon y Wood pasaron por recuperaciones más o menos largas.

Sin saber el trágico destino de su equipo, el propio Matt Busby se debatió entre la vida y la muerte, sufrió varias operaciones quirúrgicas y hasta recibió dos veces la extremaunción. Eso no le impidió mandar un emotivo mensaje radiado a todo Old Trafford desde Munich, pidiendo unión y apoyo a todos los estamentos del club y negándose a retirar al equipo de las competiciones. Los chavales y los supervivientes que fuesen recuperándose afrontarían la ardua tarea de mantener al club con vida.

Ante la desgracia, llegó el aleteo del ave fénix.

Decía Busby que la tarea más difícil para un entrenador era afrontar la necesaria transición cuando un equipo campeón envejecía, basta imaginar lo difícil que puede llegar a ser cuando ese equipo campeón, aún mejorando cada día, te es arrebatado por una desgracia como la que aconteció en Munich.

El único alivio que el destino concedió al United fue el hecho de que el asistente de Busby, Jim Murphy, no estaba en el avión en Munich, sino entrenando a la selección galesa. Durante la larga convalecencia de BusbyDurante la transición, Jim Murphy fue clave, él lideró al equipo. Juntó a los mejores juveniles del club, unos niños a los que convirtió en hombres, firmó algunos jugadores –Ernie Taylor, Stan Crowther- y fue, poco a poco, recuperando a los supervivientes de Munich. Harry Gregg, el atlético y fornido portero norirlandés fue el primero en incorporarse –incluso había sacado fuerzas para rescatar a unos cuantos pasajeros entre el amasijo de hierros del avión en Munich-, y poco después el defensor Bill Foulkes y también Charlton volvieron. Increíblemente, este equipo de retales llegó a la final de Copa, aunque fue derrotado por el Bolton Wanderers de Nat Lofthouse.

La siguiente temporada fue increíble. Con Charlton, Viollet y Scanlon recuperados para el fútbol, reforzó al equipo con el fichaje de Albert Quixall, del Sheffield Wednesday, el golden boy de la época y firmó al mejor internacional inglés amateur: el profesor Warren Bradley. Era sin duda una combinación extrañísima, pero para sorpresa de muchos, el equipo fue subcampeón de liga, tras los Wolves. Charlton, además, jugando en una posición cada vez más centrada, marcó 29 goles, su mejor registro en toda su carrera.

A pesar de un decepcionante noveno puesto el año siguiente, el equipo siguió jugando el fútbol de ataque que había sido siempre el sello de Busby como entrenador, con Dennis Viollet marcando 32 goles, cifra que durante muchos años ha sido record del club. Este equipo jugaba con una velocidad y una pasión -tratando de igualar a aquel anterior a Munich-Busby mantuvo la esencia ofensiva de su Manchester previo al trágico accidente, que era casi dolorosa de ver para su afición. Fue una temporada mediocre en resultados, pero rica en emociones en Old Trafford. El United era, en este momento, demasiado irregular para ganar la liga, pero Busby, ya recuperado, seguía siendo el mismo manager ambicioso de siempre, y se movía en el mercado como pez en el agua. Antes de pegar el verdadero golpe de efecto, compró la fuerza de Maurice Setters y la habilidad de David Herd, del Arsenal. Nada comparado con el hecho de traerse desde Turín a Denis Law pagando 115 mil libras. El volcánico ex atacante del City no se adaptó a la Serie A y estaba encantado de volver a Inglaterra. Con el fichaje del lateral Pat Crerand, Busby completó el armazón de un equipo campeón. Así que en ese 1963 los Diablos Rojos volvieron a la senda del triunfo. Y fue en la Copa, tras batir al Leicester, donde los fantasmas de Munich comenzaron a difuminarse. Habían pasado cinco años.

Tras recuperar el sabor de la victoria, el United enfiló el objetivo europeo.

Durante esta época, a pesar de que Busby peinaba el mercado con mucho acierto, los jóvenes fenómenos no dejaban de surgir de los equipos inferiores del club. Johnny Giles y Nobby Stiles comenzaron poco a poco a ser habituales en el primer equipo, que ya contaba con una rotación muy respetable. Es cierto que el irlandés salió poco después rumbo a Leeds para convertirse en leyenda del equipo de Don Revie y en referencia del fútbol británico por más de una década, pero el pequeño inglés, criado en un negocio de pompas fúnebres y que jugaba sin sus dientes frontales postizos, se convirtió en la amalgama que mantenía unido el centro del campo. Sería un mito del club y también de la selección inglesa.

Por si no fuera poco, la aparición de un pequeño genio encontrado en Belfast, George Best, causó sensación y dio lugar al triunvirato que formaría junto a Charlton y Law. La Santísima Trinidad, una línea que llegaríaCharlton, Denis Law y George Best disiparon totos los fantasmas a acumular tres Balones de Oro. Fue esta formidable combinación de ataque, con el inglés partiendo desde más atrás, el norirlandés en ambas bandas y el escocés en el centro la que disipó todos los fantasmas de Munich. Los tres, cada uno en su estilo, honraban el legado de los Busby Babes. Best convirtiéndose en figura de culto y en estrella pop, Charlton con su casi corinthiano –referente a los inmaculados amateurs Corinthians de principio de siglo- estilo, un caballero en el terreno de juego, para contrastar con el diabólico y fiero estilo de Denis Law, un auténtico depredador. Con todo este potencial era cuestión de tiempo que el United comenzase a mirar a Europa, hacia el objetivo que una vez se habían marcado los chavales de Busby y a los que el destino robó incluso la posibilidad de luchar por él.

Era cuestión de tiempo, como decimos, y así cayeron dos ligas más, las primeras tras el Desastre, en 1965 y 1967. Y en 1968, diez años después de aquella nevada tarde de MunichCon un gol de Faulkes, el United derrotó al Real Madrid en el 68, el mismo destino que nubló las ilusiones de todos los mancunianos, les había situado ante el Real Madrid en las semifinales de la Copa de Europa. No era el gran Real Madrid de los 50, pero era una nueva generación que ya había sido campeona de Europa en 1966 y que buscaba un segundo entornchado. Y aún estaba el eterno Gento, que había peleado contra los Busby Babes en 1957. Y con él, el elegante Velázquez, exquisito número 10 y el maravilloso Amancio, un extremo de talla mundial. La eliminatoria fue de poder a poder, y, aunque el United salió indemne de la ida en Old Trafford gracias al gol de Best, la vuelta en el Bernabeu se le hizo muy larga. Tanto que, a 20 minutos del final estaba más que eliminado. Sólo un arreón en el último tramo de encuentro les permitió salvar la clasificación. Clasificación lograda, quizá por justicia poética, gracias al gol de uno de los Busby Babes, Bill Foulkes.

Poco después llegó el climax de esta historia iniciada en un aeropuerto de Baviera, el momento donde la tristeza y la alegría se entremezclaron en los rostros de toda la familia del Manchester United cuando el equipo superó al Benfica en la prórroga de la final por 4-1. Bobby Charlton y George Best habían sido los heroes goleadores, pero también debemos destacar la inconmensurable parada del joven portero Alex Stepney en un mano a mano ante el poderoso Eusebio a pocos instantes del final de los 90 minutos. Recibió un cañonazo de la Pantera Negra sin dar rebote, llevando a su equipo a un tiempo extra que lo coronaría campeón. Imposible imaginar mejor tributo a aquellos que dejaron su vida en el intento que las imágenes de Charlton, Foulkes y Busby abrazados en torno al Grial que, diez años antes, habían comenzado a buscar.


Comentarios (15)

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Buenísimo Vilariño, sin palabras, lo he devorado, otro que se une a los favoritos.
Se echaba de menos a Vil, que nos tenía abandonado. Coincido con David al señalar que la final del 68 es una de las más recomendables que existen. Todos deberían verla.

@ Chema

Tienes el partido por casualidad? ^^
Me refiero al Benfica-Manchester United de los cuartos del 66 http://www.youtube.com/watch?feature=player_embed...
@ Chema

La cosa es peor aún: de Lisboa venía el avión con el Grande Torino que se estrelló en Superga, después de jugar contra el Benfica. Y aún suerte que Kubala no estaba allí, según algunas versiones porque no había llegado a un acuerdo con el club y según otras porque fue a buscar a su familia a Udine.

A ello, entre muchas otras leyendas, se le debe sumar la fatal maldición de Guttmann, que todavía persigue a las águilas... Está claro que el Benfica es un club con una pátina mítica tremenda.
Cambio de ritmo, arrancada, visión de jueg, eslaloms box to box, pase con el exterior y el interior, le pegaba con las dos piernas, ...si hasta celebraba los goles con rabia e inocencia!
Y todo eso en mitad del barro, las patadas y con una pelota infame.
Yo no lo había visto nunca y lo poco que he observado me ha gustado mucho...

Gracias Sergio!

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