“Es maravilloso cómo algo que de buenas a primeras te resulta absolutamente ajeno acabe por ser algo vital que te acompaña casi en cada momento”. Al habla, Christopher Owens, ex líder del grupo Girls y quien acaba de debutar como solista con su nombre de pila publicando un disco llamado Lyssandre. Se refiere a su apasionada afición por el F.C. Barcelona. Ni siquiera su inquietante parecido físico con Guti atenúa su corazón azulgrana. “Ya seguía al Barça desde antes, más o menos desde la época del Dream Team. Cruyff trazó una línea que luego siguieron Pep y ahora Tito, pese a su enfermedad”.
De enfermedades, adicciones y dolores del corazón sabe mucho Chris Owens. Su biografía es una de esas tremebundas, exageradas y probablemente injustas. Aunque con final feliz: “Puedo arriesgarme a decir que lo soy. Tengo una banda que me respeta, toco canciones por todo el mundo, una novia que canta conmigo y una casa bonita en San Francisco”.
No todo fue siempre luminoso. Christopher nació en Miami en 1979. Sus padres formaban parte de una secta religiosa bastante chunga llamada Children of God (Niños de Dios) que, entre otras normas, promovía el sexo entre los miembros del culto, prohibía escuchar música rock y se negaba a que los niños pequeños fueran atendidos por médicos. De hecho, Steven, su hermano mayor, murió por neumonía poco después de que Chris viniera al mundo. La congregación mandaba misiones y la familia Owens (el padre desapareció pronto de la ecuación) viajó por Asia y por Europa propagando las ideas de la secta.
En algún momento entre Japón y Bosnia -a donde llegó poco después de la guerra-, Chris descubrió dos pasiones que, no es poco, le permitieron soñar con algo que no fuera la extraña vida que le rodeaba: la música y el fútbol. A él nunca se le dio especialmente bien chutar el balón, pero se emocionaba como muchos otros chavales con las carreras de Stoickhov, los pases mirando al tendido de Laudrup o la precisión matemática de un tal Pep Guardiola llevando la manija de un equipo -esta es sólo una prueba- que trascendió fronteras geográficas y temporales.
Mientras, empezó a tocar la guitarra escuchando medio en secreto casetes de Cat Stevens, Bob Dylan, The Beatles y los Everly Brothers. Estaba claro que el ya adolescente rubio y delgado necesitaba escapar. De Eslovenia consiguió volar a Amarillo, Texas, donde vivía su hermana. No es de extrañar que su vida pasara por reaccionar violentamente contra una infancia obviamente traumática que se cuela en cada nota de su música: “I wish I have a father/Maybe then I’d turn out right/Now I’m just crazy/Totally mad/But maybe if I really try with all of my heart/Then I could make a brand new start in love with you” (Ojalá tuviera un padre/Quizá así habría salido bien/Ahora estoy loco/completamente pirado/Pero quizá si lo intento con todo mi corazón/Pueda empezar de nuevo enamorado a tu lado) canta en la tierna Lust for Life, la primera canción del disco de debut de Girls, titulado Album (2009).
Las cosas fueron complicadas en Texas. Chris se metió de lleno en la escena punk y hardcore local y básicamente decidió probar todas las drogas que pasaron delante suyo. Un extraño artista millonario artista llamado Stanley Marsh 3 le tomó como una especie de ahijado. Primero le contrató como jardinero y luego como asistente personal. En cualquier caso, el destino de Owens no estaba en Texas. Tras nueve años en el estado, recogió sus cosas y se marchó a California para buscarse la vida como músico. “Los Ángeles me parecía una lugar demasiado grande y disperso. En cambio. San Francisco me recordaba a todas ciudades europeas que había conocido de niño”, comenta al respecto de un cambio vital que acabó por resultar definitivo.
El siguiente capítulo de la vida de Christopher es el ascenso de Girls, su banda. Junto a JR White, bajista y productor, publicó Album, que rápidamente destacó por la puntería melódica de las canciones y la particular voz de Owens. “Sé que no soy muy buen cantante, aunque he mejorado mucho”, afirma el vocalista. Da igual. Su voz es de esas que transmite la verdad, su verdad. Y eso resulta mágico y especial. Sus letras dan casi pudor: “And if you want to shape your brain/I know a substance” (Y si quieres modelar tu mente/conozco una sustancia), canta en Substance, perteneciente al mini LP Broken Dreams Club (2010). Lo abierto que se ha mostrado en entrevistas y letras al respecto de la relación con su madre (“Mama, she really loved me/Even when I was bad”, dice en Honey Bunny) y su adicción a las drogas (“siempre tendré que luchar contra ello”, reconoce) han producido una relación casi única entre artista y público: “Se preocupan por mí, es extraño. Quiero decir que les importo como persona, no como ídolo. Es maravilloso y lo valoro muchísimo”, comenta.
El segundo álbum de Girls, el fantástico Father Son Holy Ghost, multiplicó por mil las virtudes de su predecesor. Con trazas de álbum clásico -en cuanto a estilo, suena a rock de finales de los 60 y 70, y a repercusión-, mostró al mundo a un compositor grande. Canciones como la enorme Vomit, My Ma, Just a Song o Love Like a River son obra de un autor torrencial, genuino. Como el jugador que decide retirarse tras ganar un Mundial (¡Ay Zinedine!), Christopher decidió abandonar Girls cuando la banda estaba destinada a convertirse en la mejor de su generación. Quizá mejor así.
Su vida durante los últimos meses ha pasado por concebir, grabar y empezar a presentar en directo Lyssandre, su primer disco en solitario. Cuenta la historia de la primera gira internacional de Girls y su breve affaire con una chica francesa (Lyssandre), a la que conoció durante un festival en Francia y que, evidentemente, estaba condenado al fracaso. Owens reflexiona sobre ello con la tranquilidad que da saberse feliz. Atrás quedaron las adicciones chungas; queda el amor y la música. Y el fútbol, claro. A Chris le queda emocionarse con una llegada al área de Alba (uno de sus jugadores favoritos), una media vuelta de Iniesta o un gol de Messi. Resulta emocionante comprobar la reverencia y el respeto con el que grabó con su móvil su visita al Camp Nou y al Museo del Barça durante su visita a Barcelona en 2012. Fue en el Primavera Sound y, curiosamente, se convirtió en el último concierto de la historia de Girls. Igual él ya lo sabía. Se le ve triste, quizá fuera el primer paso necesario para alcanzar su nueva vida feliz.
Lista Spotify –«El niño que soñaba con Les Corts”
@antonio1004 12 marzo, 2013
Fantástico. Desconocía su infancia, le da otra dimensión a su música. Con Girls parecía llegar la nueva esperanza blanca del rock clásico americano. Sus dos discos y el EP son para enmarcar, lástima su disolución, aunque su disco en solitario no desmerece, solo muestra una faceta de lo que su música puede dar de sí. Veremos como sigue evolucionando, lo tiene todo por delante.